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Un autor entre las letras y los ideales

Don Felipe resaltó el compromiso ciudadano y literario del ganador
La Razón

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Don Felipe resaltó el compromiso ciudadano y literario del ganador.
Sergio Ramírez como autor empapado de distintas realidades y mundos, como creador de personajes inolvidable. El Rey, en su discurso del Premio Cervantes, se refirió al escritor como «sucesor de aquellos maestros que se ha entregado por igual al compromiso con la lengua y con la ciudadanía. De ese modo, en tiempos en que el país lo precisó, dejó las letras para abrazar una causa con la que estuvo altamente comprometido». El Rey, que tuvo unas palabras de recuerdo para Sergio Pitol y que subrayó que «en estas horas difíciles, toda España lleva a Nicaragua en su corazón», afirmó que «la vida ha puesto a nuestro autor muchas veces en la encrucijada: o asumir un compromiso político activo o dedicarse a la literatura».
Don Felipe, que describió al novelista como «hombre reposado de actividad vertiginosa» y «centroamericano convencido de las posibilidades y la riqueza de una región tan intensa y querida, ha sabido navegar en aguas turbulentas y entender el poder como un accidente del que le salvó la literatura», destacó que «Sergio Ramírez ha seguido escribiendo la gran novela centroamericana, dotándola de modernidad y amplitud, en la mejor tradición del ilustre guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Y lo ha hecho también en la narrativa de los cuentos, de los que es uno de sus mejores exponentes. Podría decirse que por cada uno de sus cuentos hay un mundo entero».
Convicciones y desafíos
Pero el Rey no se limitó a resaltar únicamente la cara literaria de este escritor, su larga aventura novelística, que va desde los renglones de lo testimonial, en los que ha confiado sus vivencias más intensas y, en ocasiones, también, las menos dulces, hasta el género negro, territorio al que ha dedicado su último libro. Don Felipe hizo hincapié en la derrota biográfica de este literato, trufada de convicciones y desafíos. «La historia podría haber sido diferente. Y ciertamente, ese fue su temor, cuando vio cómo las tareas como vicepresidente de su país a mediados de los ochenta, y bajo el embate de un conflicto cruento, comprometían su tiempo completo y sus energías. Pero en lugar de resignarse, el escritor decidió robarle tiempo a la madrugada y escribir al menos dos horas cada día antes de volver a vestir la camisa de líder político». Para Don Felipe este novelista posee una mirada que «refleja preocupaciones universales y concretas», un carácter que le lleva a adentrarse en el laberinto de «las consecuencias de la violencia y la desigualdad». Y añadió que «la literatura de Ramírez se empapa de toda su patria» y remarcó que «dejó el poder y abandonó la política, y decidió dejar atrás la vida publica» y como consecuencia de esa decisión alumbró una autobiografía singular que es «Adiós muchachos». Con sus palabras, el monarca atendió una de las facetas menos conocidas del novelista: la de su apoyo a los jóvenes escritores que pretenden abrirse paso en el mundo editorial. Y, aunque señaló que «se ha entregado por igual al compromiso con la lengua y con la ciudadanía. De ese modo, en tiempos en que su país lo precisó, dejó las letras para abrazar una causa con la que estuvo altamente comprometido», también lo reconoció hoy como «embajador de una lengua de todos, enriquecida con la herencia de las culturas indígenas».