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«Un corcho puede estropear una botella de champán»

Regresa a la actualidad literaria con una historia en la que su familia le sirve de punto de partida
larazon

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En 2011, Rafael Nadal publicó su primer libro, «Els mandarins», donde retrataba a personalidades con las que tuvo contacto como periodista. El escritor tenía intención de continuar con esta línea de trabajo, como demostró con «Quan érem feliços», hasta crear un ciclo memorístico. En «Días de champán» (Planeta), la historia de su familia sirve de punto de partida para, además, hacer un recorrido por los acontecimientos políticos y sociales más importantes del último siglo.
-¿Por qué no «Días de cava»?
-Porque es de cuando todavía se llamaba champán. La primera parte está ambientada a finales del siglo XIX y principios del XX y acaba antes de los 70, que fue cuando se adoptó obligatoriamente la denominación cava.
-En su anterior libro ya hablaba de su familia. Cuatro generaciones, siglo y medio de historia y 12 hermanos ¿para cuántas novelas da?
-No he pretendido una autobiografía ni la historia de la familia Oller-Nadal. He querido retratar el periodo de la posguerra en una capital de provincias y la pequeña burguesía hecha a sí misma, sin grandes pretensiones y con los mismos valores populares. La familia me ha servido de fondo para el retrato que quería hacer. Si tienes la mitad en Gerona y la otra en Reims y 12 hermanos, hay que aprovecharlo.
-Hay de todo: políticos, rectores universitarios... ¿Aceptan bien formar partes de sus libros?
-Sí, aunque no se los muestro antes de publicarse. Me preocupaban más mis padres, conservadores, del Opus... Aunque los hijos no hayamos seguido su estela, hay mucho respeto. Aun sufriendo, siempre han antepuesto nuestra libertad y que cada uno eligiera su camino. No quisieron leerlo antes de su publicación porque tenían plena confianza. Han visto el cariño con el que está escrito y han comprendido que, en realidad, es un homenaje a la familia, a ellos, a sus valores y a cómo nos los han transmitido.
- ¿Y cuáles son esos valores familiares?
-Por la parte gerundense, los de las clases medias y populares. En mis padres también los religiosos. Por la parte europea, esfuerzo, sacrificio, ahorro, cohesión familiar y una veneración, casi religiosa, por la educación. Nada de ostentación y privarse para que los hijos mejoren, adquieran disciplina, orden...En Francia, el bisabuelo descubre los valores del norte, el trabajo bien hecho, la excelencia, la ética de los negocios, la autodisciplina, el rigor, crecerse ante las adversidades... incorporados a la familia por la rama francesa.
-¿Quién fue Francisco Oller?
-Mi bisabuelo. Un chaval que en 1885, con 16 años, se queda huérfano de padre y madre. La viña se ha arruinado con la filoxera y, como consecuencia, el corcho también. En Gerona se vivía de él y se arruinaron las comarcas. Se fue a Toulouse y después a Reims. Trabaja, prospera y pone una fábrica de corcho en la Champaña francesa, se casa y tiene cuatro hijas. Es la historia de un pionero que se va sin nada, triunfa y la vida le hace rehacerse una y otra vez.
-Utiliza su historia para repasar los principales acontecimientos del siglo, que afectaron directamente a la familia.
-Sí, la I G M, el Crack del 29, la Guerra Civil, la II G M y la posguerra. En 1915 los alemanes bombardearon su fábrica y su casa y tuvo que volver a empezar. No se rinde. Lo mismo con el crack. Reims fue una ciudad muy castigada, la destruyeron casi entera bombardeándola cuatro años seguidos. Hasta que descubren un tesoro, los túneles de las bodegas. La vida desapareció de la superficie. Usaron las galerías del champán para sobrevivir. Su mujer se vuelve a Cassà de la Selva y monta una fábrica de corcho. En 1917 se viene él. En el 18, acabada la guerra, vuelven a Reims, pero una de sus hijas –mi abuela– se casa y se queda aquí. La familia se divide en dos ramas.
-Forman parte de una burguesía catalana que ¿se está acabando o perdura?
-La pequeña burguesía se ha diluido entre las clases medias en los 80 y los 90. Creo que es algo positivo porque se igualó. Antes tenían el futuro asegurado por origen y ahora no. Hay que trabajárselo.
-¿El champán es un vino o una pasión?
-Tiene mucho de pasión, al igual que el corcho. Dos mundos cercanos a la tierra, a la naturaleza, pero con procesos muy complejos. Para aprovechar el corcho de un alcornoque hay que esperar 42 años y eso requiere una pasión. En nosotros es cultural, pero hay países –como EE UU– a los que les falta paciencia. Es algo propio de la zona mediterránea que se ha extendido por el mundo.
-¿Qué importancia tiene el corcho en una botella de champán?
-No tiene importancia en la elaboración, pero lo puede estropear.
-¿Hay algo más glamuroso?
-Es un símbolo de fiesta. Acompaña los mejores y los peores momentos. En el mundo tiene una connotación social, de cita, de encuentro, de diversión. Aquí en España es más familiar. No hay celebración o comida en la que falte el champán.
-¿Prefiere ser escritor que viene del periodismo o periodista que escribe libros?
-Quiero ser un escritor que quiere vivir de escribir libros. Mucha literatura viene del periodismo. Si los éxitos me acompañan, no me gustaría volver atrás. Me divierto escribiendo sobre el paso del tiempo, de las estaciones, de la tierra, de lo natural, de las pequeñas cosas que nos pasan cada día metiéndoles emociones, pasiones, sensibilidad...
-Como periodista experimentado y premiado, ¿cómo ve la situación?
-Creo que el papel todavía tiene recorrido, que lo hemos matado demasiado pronto. En contra de lo que se dice, a más fuentes, a más medios, a más mezcla entre lector e informador, mejor. Pero cuanto más avanza, más caótica es la información si no hay equipos de profesionales que la sintetizan, la ordenan, la documentan, la contextualizan y, sobre todo, la contrastan y la avalan con su nombre.
-¿Qué le sobra y qué le falta?
-Le falta entender que si es escrito, lo primero que tiene que valorar es la escritura. Debe diferenciarlo la calidad del texto, más recursos literarios, más estilos, crónicas, entrevistas, retratos, enviados especiales...que te hagan disfrutar leyendo, que emocione, que transmita. Y quizá le sobra ideología, que los sectarios sean los lectores, las parroquias y los medios, y los periodistas no hagan más que ratificar sus opiniones y posiciones.
- Como catalán y periodista, ¿cómo ve la deriva nacionalista?
-Puedes estar a favor o en contra, verlo justo o injusto, pero lo inevitable será decidirlo en las urnas. El problema es que desde Madrid se cree que es cosa de la burguesía, pero es de las clases medias y trabajadoras. Creo que lo que haya que hacer hay que hacerlo antes de pasar por las urnas, porque si una mayoría dice sí, habrá un problema. Hay que dejarse de tópicos y ponerse a trabajar. Sólo un adivino puede saber lo que va a pasar.