Un imprescindible de nuestro pensamiento
Ayer nos dejó uno de los grandes filósofos del pensamiento contemporáneo español. Gustavo Bueno es uno de los pocos filósofos que en nuestro país ha creado una escuela de acólitos acérrimamente vinculados a su manera de entender el mundo y sus fenómenos. De hecho, es reivindicado por los suyos, el grupo de discípulos al que da nombre su cátedra de Oviedo, como el creador en lo moderno de un sistema filosófico completo, a la usanza clásica, que puede dar cabida a una explicación global de la realidad. Según pensaba, la filosofía había de ser sistemática o no podía ser considerada como tal. Su materialismo filosófico no ha dejado indiferente a nadie dentro de nuestras fronteras, y Bueno ha terciado en todas las polémicas dignas de tal nombre en el pensamiento contemporáneo. Su frase «pensar es siempre pensar contra alguien» es significativa en ese sentido. Especialmente notoria ha sido su participación en debates televisivos sobre sus temas predilectos, lo que contribuyó notablemente a difundir sus ideas. Últimamente, un excelente documental, a modo de resumen biográfico, vino a compendiar su semblanza y pensamiento con acribía. Su Fundación contribuyó a diseminar sus ideas gracias a unas «teselas», vídeos de pocos minutos, a modo de divulgación. El filósofo, originario de La Rioja, desarrolló toda su actividad académica en Asturias, en la Universidad de Oviedo, donde se hizo célebre por sus puntos de vista poco ortodoxos, por su marxismo renovado y por sus polémicas con las autoridades académicas, que incluso llegaron a acabar en los tribunales. Pensador beligerante e incómodo para el «establishment», trató todos los temas, desde las archai a la telebasura: disertó sobre ontología y metafísica, filosofía de la ciencia o ateísmo, trató a los presocráticos y a los utópicos, actualizó a Marx y sacudió la filosofía de la religión con su libro «El animal divino» (1985). Con otros pensadores de renombre y de distinta trayectoria política e intelectual –Gabriel Albiac o Gonzalo Puente Ojea, por ejemplo– publicó interesantes reflexiones sobre la religión en el contexto de la sociedad y de la política. Sus reflexiones sobre las creencias, el proceso de integración europea, los medios de comunicación y las ideas políticas –incluyendo una crítica al otro «buenismo» (el del zapaterismo y el «pensamiento Alicia») agitaron siempre el debate político, social y filosófico y actualizaron continuamente la filosofía académica llevándola al plano donde siempre tuvo que estar. Perdemos, pues, a un imprescindible de nuestras aulas y de nuestra labor filosófica, se esté o no de acuerdo con sus tesis, un pensador original e indispensable que muere a los 91 años, dos días después de la pérdida de su querida esposa. No dejó de trabajar hasta el final. Descanse en paz el maestro Bueno.
* Profesor de Historia de la UNED