Una mirada inglesa a Isabel la Católica
Giles Tremlett reivindica su figura como una de las grandes reinas europeas en una biografía que combate la leyenda negra y huye de los prejuicios.
Giles Tremlett reivindica su figura como una de las grandes reinas europeas en una biografía que combate la leyenda negra y huye de los prejuicios.
Isabel la Católica es una reina damnificada por la historia, que arrastra una doble leyenda negra. Por un lado, la procedente de la expulsión de los judíos y la creación de la Santa Inquisición, y, por otro, la de haber sido una de las mujeres del pasado que el franquismo manipuló. Pero el periodista y escritor inglés Giles Tremlett considera injustas estas visiones reduccionistas y se ha propuesto limpiar su imagen y restituir su figura al lugar donde siempre tenía que haber permanecido y del que jamás debió apearse. Y en un biografía nueva aporta una visión más europea de su reinado. «En el interior de España, la dictadura impide a muchos mirarla con ecuanimidad, sin prejuicios, observar lo que fue y lo que hizo; en el exterior, algunos la contemplan como la persona que inició lo que llama la pureza de sangre, por ejemplo. Pero hay que estudiarla como un personaje que tuvo un gran poder, que llegó al trono en un mundo de hombres, y hay que pensar que son muy pocos los nombres femeninos que durante los anteriores siglos alcanzaron esa situación privilegiada. Solamente hay cuatro o cinco reinas importantes y la única que podría hacer algo de sombra a Isabel la Católica es Catalina II de Rusia. Isabel I de Inglaterra logró grandes cosas y no hay duda de que en mi país es alguien esencial, pero su reinado no ha tenido la repercusión mundial que tuvo en su momento el de Isabel de Castilla», comenta el autor en Segovia, la ciudad donde ha presentado su semblanza. Para el historiador, que acepta con algo de reparo que solo le denominen hispanista, comenta que ella era «un carácter fuerte, como corresponde a una mujer capaz de reunir tanto poder. Lo que yo he intentado es dar una mirada europea a su reinado. Ella es importante porque inicia el «atlantismo». Hay que tener en cuenta que en los años en que ella está en el trono, los turcos toman Constantinopla, avanzan por el viejo continente y que Europa no tiene, a ojos de otras potencias, la influencia que tuvo en épocas anteriores. De hecho, parece un territorio en decadencia. Entonces, el poder cambia, pasa al Atlántico, y países como España, Portugal, Inglaterra y Holanda adquieren una influencia enorme. Se basa en la navegación. América se convierte en una vía de escapa para un cristianismo menguante», explica Giles Tremlett.
Para el historiador, que se embarcó en esta aventura biográfica por su curiosidad innata hacia nuestra historia y las ganas de conocer mucho mejor a España, la única mujer moderna que po-dría equipararse a Isabel la Católica sería Margaret Thatcher, la «Dama de hierro»: «La comparó mucho con ella. Ambas eran mujeres muy potentes, conservadoras, que ejercen el poder sin complejos y que se imponen a los hombres que les rodean. Los cronistas, incluso, llegan a atribuir cualidades que son masculinas a su personalidad», dice Tremlett, que no tarda en subrayar un detalle paradójico de ella: «Existe una cosa muy curiosa. Es una mujer que no hace nada a favor de las mujeres. No ayuda a Juana la Loca para que siga sus propios pasos. Y hay que tener en cuenta que antes de Isabel no existía ningún modelo como ella en los países europeos. Pero Juana ya lo tenía y no lo logra. Esto también hay que verlo como una prueba de la grandeza de la propia Isabel La Católica, que es capaz de destacar en el siglo XV, pero cuyo ejemplo es muy difícil de imitar por otras». Una de las curiosidades que subraya Giles Tremlett es el dominio que la reina hace de los símbolos y cómo los emplea como arma propagandística de su reino. Un aspecto que la convierte en una figura totalmente moderna. «Un detalle que me impresionó es que impuso que ella sería quien elegiría a su marido. La intentaron emparejar con otras familias, pero ella, al final, eligió a Fernando, porque es español y porque es capaz de intuir las intenciones que tenían otros de sacarla del país. Con Fernando forma una pareja impresionante y los dos gobiernan de una manera increíble. Lo malo, para un historiador, es que, en ocasiones, es imposible discernir lo que hace uno y otro», concluye Tremlett con pesar.