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Vargas Llosa, el "boom"que nació de un padre maltratador

El documental "Mario y los perros"revela la difícil relación que mantuvo con su progenitor y las causas que impulsaron su vocación literaria
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El documental "Mario y los perros"revela la difícil relación que mantuvo con su progenitor y las causas que impulsaron su vocación literaria
Todo terminó cuando todavía no había comenzado. Su infancia jaleada, de gracias, bromas y ocurrencias aplaudidas por sus familiares, concluyeron abruptamente en aquel diciembre de 1946. Mario Vargas Llosa aún era un niño de once años y muy pronto descubriría que ese hombre al que miraba cada día en un retrato y que, según le había relatado su madre, había muerto hace tiempo, todavía permanecía entre los vivos.
Su padre, la figura anhelada, que había huido al inicio de su existencia, se materializó en una realidad abrupta, insospechada, que irrumpió su vida y que, aunque todavía no lo supiera, la transformaría radicalmente, empezando por su viaje de Piura, el pueblo donde se había criado hasta entonces, a Lima, donde residiría a partir de ese momento al lado de sus progenitores.
Esa reunión con la imagen paterna no respondió a las expectativas corrientes que cualquier joven esperaría. El futuro novelista descubrió en él a una persona autoritaria, violenta, un maltratador, muy severo con la disciplina. "Descubrí lo que era el miedo en las relaciones con mi padre", reconoce el propio novelista en el documental "Mario y los perros", de Chema de la Peña, que estrena el vierne.
El viaje a la capital, a través de un paisaje que después encontraría ecos en sus textos, supondría así la pérdida de la inocencia, el encuentro con la soledad. Entrar en la vida adulta. Pero también el despertar de una fuerza que lo sostendría durante toda la vida: su vocación literaria.
El filme, por el que circulan nombres como el de Julio Cortázar, Carlos Barral, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Carmen Balcells, va pespunteando el sigiloso camino que condujo al niño a revelarse como un fabuloso narrador al publicar "La ciudad y los perros", la novela que da inicio al "boom", a la precoz edad de 26 años. Pero ese sendero no resultó el paseo sencillo de un estudiante que va culminando etapas hasta alcanzar su deseado objetivo. Al contrario, supuso un duro ascenso en el que tuvo que remontar difíciles jalones. "Me sentía solo y esa soledad la combatía leyendo. La lectura fue un refugio donde podía vivir otras muy distintas a las mías".
De sus fricciones con su padre, como las tuvieron también Octavio Paz, Julio Cortázar o Sartre, como se recuerda en la cinta, emergería en él ese carácter rebelde, que siempre se manifestó contra las pulsiones autoritarias, pero que pagó con un castigo imprevisible para él en ese momento: su internamiento en la escuela militar Leoncio Prado. "Un lugar lleno de conflictos, donde cada estudiante llevaba sus traumas, provenientes de regiones diferentes, distintas familias y clases sociales. Fue un choque muy brusco para un niño de 13 años. Y todo eso sometido a la disciplina militar", recuerda el Premio Nobel de Literatura.
Durante esos cursos comprendería la crueldad de las relaciones sociales, sobre todo en unos chavales que aplicaban a sus compañeros los mismos códigos de enfrentamiento que se les aplicaba a ellos. Y esta experiencia biográfica es justamente el punto de arranque para su primera novela: "La ciudad y los perros".
Pero incluso en el infierno quedan resquicios para las esperanzas. Durante ese periodo también es en el que se reforzaría su amor incondicional por la literatura. Una pasión por la letra escrita que había comenzado con la lectura de Julio Verne y "Los tres mosqueteros", pero que enseguida se prolongaría con Víctor Hugo y más tarde con la Generación Perdida y Malraux. Porque el documental, aparte de las claves biográficas, sus inicios en el periodismo con 16 años, sus primeros amores, sus jornadas cargadas de empleos (hasta siete llegó a simultanear en una temporada), su posterior despertar político al adscribirse a un pequeño grupo comunista en San Marcos, se va ofreciendo el retablo de autores que impactaban en el joven Mario y que iban formando su estilo. Desde los exitencialistas, como Sartre y Camus, pasando por Jan Valtin, Borges, o las novelas de caballería, llegando a William Faulkner, que tanto condicionaría la redacción de su primera obra maestra.
Pero el documental también es la obsesión de un hombre: la de ser escritor, pero en París. Y la cinta recoge bien es ilusión por acudir a una ciudad que para él estaba vinculada a escritores y artistas tan relevantes a lo largo de la historia. "La ciudad y los perros", que es el eje de este trabajo, comenzó a escribirse en Madrid, en la taberna El Jute, pero concluyó cuatro años después en París. Ese es final del documental, pero que, en realidad, es el principio de la trayectoria de Mario Vargas Llosa.