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«Verónica»: Terror en Vallecas

La Razón

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Director: Paco Plaza.
Guión: Fernando Navarro.
Intérpretes: Sandra Escacena, Bruna González, Claudia Placer, Iván Chavero, Ana Torrent.
España, 2017.
Duración: 105 minutos.
Terror
Un piso, por fuera, igual a tantos otros amontonados en cualquier barrio periférico; y que, ya dentro, sigue recordando a los años 70 igual que esos feos ladrillos exteriores; un hogar oscuro, como alargado, de habitaciones un poco impersonales y semi vacías, de puertas anodinas en madera, de mueble bar atestado de figuritas y aparato de televisión antiguo. Porque estamos en el año 1991 y Verónica se levanta un día más corriendo de la cama para vestir a sus tres hermanos menores y volar al colegio. La madre ausente y viuda (una notable y agotada Ana Torrent, todavía los ojos más desconcertantes y hermosos del cine español) trabaja en un bar de la mañana a la noche, sin descansos, sin recursos para cambiar las cosas. Verónica se ha convertido en la suplente, en una niña sin novios de quita y pon, sin fiestas de los sábados por la tarde ni vida propia que alimenta, baña y cuida al resto sin apenas una queja o reproche. Pero algo, una ouija mal utilizada, el deseo de reencontrar al único hombre de su existencia porque aún no conoció ninguno, lo transforma todo en un calvario para Verónica, que heredó el nombre de aquella santa, la del trapo para secar el rostro de Jesús durante el viacrucis. Las referencias religiosas no son desde luego gratuitas, ni tampoco la figura espectral de una monja ciega que puede, sin embargo, «ver» la puerta directa al infierno que abrió sin querer Verónica y un par de atolondradas amigas. Jamás Vallecas ha dado más pavor, nunca las sombras en una película española cobraron tamañas sobrenaturales y dañinas dimensiones cuando se van escurriendo de una pared a otra y el Mal ya no es un cuento chino de fervientes viejas ni de los curas. Verónica (encarnada con una asombrosa fuerza y naturalidad por la debutante Sandra Escacena) tiene 15 años y todavía no menstrúa, un personaje que refleja asimismo el terror a crecer en un hogar donde, paradójicamente, la han obligado a ello las circunstancias. Inspirada en una historia real, aunque nos da la impresión de que afortunadamente Paco Plaza la ha maleado a su manera y hecho crecer cuanto quiso, la cinta supura inteligencia y un tremendo cariño hacia ese género en numerosas veces apaleado por cineastas con muy poca vergüenza y menos respeto todavía por el espectador. Plaza, no, Plaza conoce el paño, de «La semilla del diablo» a las mejores cintas sobre posesiones y la obra de Ibáñez Serrador, sabe lo que cuesta y la fórmula exacta de un escalofrío, pero de calidad, sabe que el auténtico miedo se despierta temprano, con la luz del sol ya encendida, que no es necesario que habite de noche en una casona solitaria y vetusta ni gastarse un pastón en efectos digitales que al final solo consiguen que todos los filmes, y los medidos, previsibles sustos que contienen, parezcan casi siempre iguales. Con Héroes del silencio y el gótico Bumbury cantando a la soledad, el desamor y los excesos (un nuevo acierto junto con varias escenas memorables y no exentas de humor, como aquellas en las que los menores invocan a un espíritu mientras cantan el tema musical de un anuncio de «Centella» ), Verónica intenta aferrarse a la realidad por muy triste que sea mientras los demonios parece que se estén desperezando dentro y fuera de su cabeza. El terror vuelve a tener forma gracias a Paco Plaza, y está ahí, pegado a nosotros, no hace falta un presupuesto apabullante, solo tener ingenio y mirar en derredor, pero, sobre todo, por debajo de la superficie y de otra manera.
LO MEJOR
Está excelentemente dirigida y da realmente mucho miedo ¡Cuánto respeta Plaza al género!
LO PEOR
Que existan hoy tan poquitas cintas de terror realizadas con el mimo con que se rodó ésta