En las entrañas volcánicas de Tenerife
Además de idílicas playas y temperaturas envidiables, Tenerife, la mayor de las Islas Canarias, esconde todo un mundo de alturas, profundidades y oscura belleza que ahora empieza a ser descubierta por quienes la visitan
Desvelar los asombrosos misterios de la naturaleza volcánica de la isla de Tenerife, las erupciones que le dieron origen y que moldearon después, siglo a siglo, su territorio resulta una experiencia apasionante. Y otro modo de recorrer la tierra del Teide, más allá de sus playas.
La primera de las rutas articuladas para poner los recursos volcánicos al alcance del viajero se encuentra en el entorno del macizo de Teno y se ha dado en llamar la «ruta de los volcanes viejos». Abarca cuatro municipios del noroeste (Buenavista del Norte, Garachico, Los Silos y Santiago del Teide) y permite reconocer las huellas de los procesos que permitieron que la isla sea hoy tal y como es: volcanes extintos, cráteres dormidos, cuevas, lenguas de magma petrificado, acantilados separados del mar por enormes plataformas de lava...
Cueva del Viento
Para comprender mejor cada una de estas señales, resulta más que recomendable acercarse antes hasta el municipio de Icod de los Vinos, muy cerca de la zona, y experimentar el descubrimiento de uno de los tesoros más desconocidos y excepcionales de la isla. Se trata de una verdadera joya que las autoridades tinerfeñas aspiran a ver convertido en Patrimonio de la Humanidad: la Cueva del Viento.
Este tubo volcánico, formado hace 27.000 años por las lavas basálticas procedentes del volcán Pico Viejo, situado junto al Teide, está considerado el quinto más largo del mundo, con 18 kilómetros topografiados, aunque se trata de una red laberíntica de tal magnitud que aún queda mucho por explorar. De hecho, se trata de un espacio protegido y el tramo visitable, de 180 metros de longitud, sólo puede ser recorrido en rutas guiadas que parten desde su centro de visitantes.
El itinerario hasta la cueva ya es en sí una maravilla. Discurre entre caminos reales, cultivos de medianías, el soberbio pino canario y auténticos campos de lava salpicados de fayas y brezos. En medio de este imponente verdor, la entrada a la cueva aparece a la vez prometedora e inquietante. La oscuridad dentro es absoluta, por lo que los guías nos proporcionan cascos provistos de luz. El cambio de temperatura es evidente a los pocos metros, y los más de 20 grados del exterior se convierten enseguida en 10 o 12, con una humedad relativa del 80 por ciento. Las corrientes de aire frío se hacen notar y el guía explica que son la causa del nombre de este magnífico laberinto de lava.
A partir de aquí, toda una experiencia preparada para que el visitante perciba la cueva casi como un ser vivo más. Uno de los momentos más impactantes es, sin duda, cuando el grupo se reúne en una gran cavidad, todos apagamos las luces y se hace el silencio y la oscuridad, para, durante unos minutos, sentir sólo el aire y la peculiar atmósfera de un lugar que ya conocían los guanches hace 2.000 años y donde han sido encontrados restos de sus enterramientos.
Las explicaciones recibidas a lo largo del recorrido, de dos horas, y en el propio centro de visitantes hacen que la ruta por los Volcanes Viejos y el Macizo de Teno sea aún más impactante.
Cualquier municipio de la zona es perfecto para iniciar el descubrimiento. En Garachico, por ejemplo, uno de los pueblos con mayor encanto de la isla, mil detalles nos recuerdan la última erupción del volcán de Trevejo, que en 1706 sepultó el que fuera entonces el principal puerto de Tenerife, y buena parte del pueblo. La plaza de Garachico, el antiguo Convento de Santo Domingo y la Puerta de Tierra, punto de control de las mercancías del viejo puerto, son algunas de las huellas de su brillante pasado. Pero la lava también creó aquí lugares maravillosos, como el Caletón, un conjunto de piscinas naturales que disfrutan buena parte del año los oriundos del pueblo y sus miles de visitantes.
La experiencia volcánica puede continuar en el municipio de Los Silos, donde se encuentran los acantilados de La Culata, sorprendentemente situados tierra adentro, separados del mar por una gran plataforma volcánica creada por el magma en sucesivas erupciones. Este paraje, que ofrece impresionantes vistas desde el mirador de La Ballena, es hoy un espacio protegido con especies animales y vegetales de gran valor y un lugar excepcional para una jornada de senderismo.
Otros rincones para descubrir y entender las huellas de los volcanes viejos son los magníficos acantilados de Los Gigantes, en la costa de Santiago del Teide, o los barrancos de Los Carrizales y Masca, encajados en paredes de extraordinaria verticalidad donde pueden observarse los entramados de roca volcánica que fue dejando la lava, y una espectacular muestra de laurisilva, un bosque de lauráceas que sólo pervive en algunos puntos de Canarias, Madeira, Cabo Verde, Islas Salvajes y Azores.
Descubrir los volcanes de Tenerife, sus paisajes y huellas puede ser una experiencia sin fin. La isla cuenta con cerca de 300 conos volcánicos: El Teide, Pico Viejo, Montaña Pelada, Montaña Roja, Trevejo, Cruz de Tea, Ifara, Chinyero, Montaña Gorda... Y todos tienen su historia. ¿Qué mejor excusa para descubrirla?