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En tierras de peregrinos japoneses

El nombre de esta prefectura japonesa es Wakayama. Me gusta definirla como «el otro Japón». No porque sea diferente al resto del país, que en parte lo es, sino porque es la antítesis de esa idea generalizada, preconcebida y bastante injusta que se tiene sobre un Japón repleto de rascacielos donde prima la tecnología y donde el tamaño de sus ciudades parece desbordarnos
larazon

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Wakayama es otra cosa. Estamos en una región montañosa, concretamente en la península de Kii. En esta parte de Japón se encuentra, por ejemplo, un camino de peregrinación, con siglos de historia, llamado «Kumano Kodo», que, a pesar de los miles de kilómetros de distancia que los separan, guarda tremendas semejanzas con nuestro «Camino de Santiago». Tan es así, que ambos, únicos en el planeta y declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, se encuentran hermanados. La sorpresa, como es lógico, para los españoles es mayúscula.
Pagodas, templos, santuarios, monumentos, rutas (perfectamente señalizadas y preparadas para el viajero) conforman, junto a una naturaleza desbordante, un itinerario único que sobrepasa los límites del puro concepto de lo religioso para ser una singular peregrinación al interior de cada persona; para, en cierta forma, aprender a conocerse a uno mismo.
Descubriremos tantos lugares y tan especiales que resulta imposible resumirlos en unas líneas. Adelanto algunos como Nachi (dónde se llega tras kilómetros de recorrido entre bosques con árboles centenarios acabando, como visión final, con la imagen de una gran cascada de agua, una de las más famosas de Japón, con una caída que supera los cien metros), Yunomine Onsen (pueblo famoso por sus aguas termales), Oyunohara (donde se encuentra el torii más grande de Japón) o Hosshinmon-Oji. Una curiosidad, bastante llamativa para nosotros, es que Kumano Kodo, a diferencia del Camino de Santiago, no tiene un final único. Conviene recordar, no obstante, que los «Tres grandes Santuarios de Kumano» son Kumano Hongu Taisha, en la ciudad de Tanabe, Kumano Hayatama Taisha, en Shingu, y Kumano Nachi Taisha, en Nachi. Muestra evidente, todos ellos, de esa característica armonía existente entre el sintoísmo y el budismo en este país.
Pero Wakayama es más que esa vertiente peregrina. Son playas abiertas a un Océano Pacífico donde bañarse. Es la ciudad de Katsuura (a cuyo puerto llegan atunes pescados en todos mares del planeta), es un tranquilo paseo por las calles de Yuasa y es también el asombroso Festival de Fuego que cada mes de febrero se repite en Matsuri atrayendo a miles de personas para presenciar este espectáculo único. En él, centenares de hombres, ataviados con una vestimenta blanca rodeada de una cuerda gruesa por la cintura, bajan a toda velocidad al anochecer, con unas antorchas en la mano, los escalones existentes en una montaña próxima ante el asombro de los asistentes.
Wakayama ha sido mi primer encuentro con el país del sol naciente y puedo decir que no me ha quedado indiferente. Frente a los que consideran que Japón es trabajo y más trabajo les invito a romper esa idea conociendo «de verdad» este país que hace honor a su fama de hospitalario.
Por cierto, la capital de esta prefectura es la ciudad de Wakayama, donde aconsejo, además de realizar nuestras compras, visitar el castillo y el impresionante jardín que le rodea.
Todo gran viaje debe tener un colofón a la altura de lo vivido esos días. En este caso, es el mejor de los posibles: Koyosan. Una de las localidades más impactantes donde se pueda viajar. Declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, más de un centenar de templos se alinean a lo largo de un precioso valle.

Los Tori

Son los arcos tradicionales japoneses. Perfectamente identificables, se construyen a las entradas de lugares santos como templos, cementerios, santuarios, montañas o caminos de peregrinación. Pretenden simbolizar la frontera entre lo sagrado y lo terrenal. Es un símbolo religioso sintoísta y un icono de este país
Lo componen dos grandes columnas, que hacen de pilares de sujeción, unidas en lo alto por dos travesaños paralelos cuya parte superior tiene forma curva ascendente. Suelen tener un tablero con una inscripción central. Normalmente tienen colores llamativos, siendo el rojo el predominante. Aunque antiguamente eran construidos de piedra o de madera en la actualidad se utilizan también otros materiales.

Una curiosidad culinaria

Imperdonable sería no disfrutar de las exquisiteces de la mesa japonesa. Quizás pueda ser complicado elegir algún plato porque los menús están escritos en japonés y, en pocas ocasiones, traducidos al inglés. No obstante, es bastante común ver en la entrada de los restaurantes réplicas de éstos en un expositor. Desde luego, la mejor forma de saber qué vamos a pedir.