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Mil niños prodigio componen la banda sonora del paraíso

larazon

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La metáfora toma forma en las cataratas del Iguazú, en Misiones Argentina, una de las siete maravillas del mundo, el mismo escenario que cada año congrega a jóvenes músicos provenientes de 20 países.
La postal es la siguiente: Mil niños prodigio componiendo la banda sonora del paraíso. La metáfora toma forma en las cataratas del Iguazú, en Misiones Argentina, una de las siete maravillas del mundo, el mismo escenario que cada año congrega a jóvenes músicos provenientes de 20 países.
Iguazú que en guaraní quiere decir "agua grande", es tan solo el retrato de esta bacanal sonora, porque más allá del sorprendente virtuosismo de muchos de estos jóvenes músicos, la mezcla, la apertura, la gracia, la cooperación y la solidaridad, son la razón para creer en el sentido social de este festival.
De las favelas a Iguazú
Sobre el verde los chicos incombustibles se pasean con sus arpas paraguayas, violines, tambores y gaitas. Ensayos interminables llenos de "buen rollo".
Como Emily Smith, estadounidense que son su falda "escocesa", sus pecas y su pelo rojo, sonríe mientras habla "me siento muy afortunada de estar acá, soy la primer chica que integra la banda de gaitas, lo cual es muy importante para mí".
O Fidel, que viven en una favela de Río de Janeiro. A los 12 años, es un violinista sobresaliente. Y alegre como la mayoría de los brasileños. Dos veces por semana, baja del morro en el que está su casa los 400 escalones que los separan del lugar de ensayo de la orquesta Pan de Azúcar. Una historias entre los 15 mil alumnos que ya pasaron por esta experiencia.
"El festival es como una fiesta, me siento muy contento de estar con mis amigos y hacer lo que más me gusta, tocar el violín"afirma.
El festival abarca seis días y los conciertos se dan en distintos hoteles de la ciudad Puerto Iguazú, donde además del impactante paisaje, se puede disfrutar de una puesta en escena que reúne solistas y orquestas.
Elena Roger, la madrina
El día del cierre, amanece con un sol radiante. Miles de personas se aproximan hasta el parque natural, para esperar ansiosos el concierto final. La gran orquesta integrada por los niños, vestidos con camisetas y gorras de colores, empieza a tocar, transmitiendo una fuerza indescriptible.
A propósito del escenario, fue montado por el escritor Gustavo Nielsen, que también es arquitecto y por todo su equipo, Galpón Estudio, que llegó aquí con una idea bien representativa. Los tipos armaron un escenario inspirado en la Triple Frontera, que divide el parque natural. A esa forma de "Y"invertida la convirtieron en un espacio. Un espacio de diálogo, encuentro, convivencia, fraternidad, como deberían ser todas las fronteras.
Sí, es majestuoso el concierto final. Sí, hay dos australianos que parecen de otro mundo, y una trombonista ucraniana que pondría de pie a los grandes compositores. Así podemos contar hasta setecientos, sumar a los tangueros, a los folkloristas. Falta sin duda la presencia española, ausente en el festival desde hace años.
El plato fuerte es la cantante argentina de comedia musical, Elena Roger, quien fue nombrada madrina del festival este año. Interpreta cuatro temas, entre ellos "No llores por mí Argentina"que es dirigido por la directora artística del festival Andrea Merenzon.
Luego, al conversar Elena nos comenta: "Los chicos disfrutan mucho cuando yo pongo la voz, los miro tocando sus instrumentos, la verdad es una experiencia inolvidable hasta el punto que se te caen las lágrimas de verlos disfrutar tanto de la música. Lo importante son los chicos no yo, tienen un profesionalismo destacable; estoy muy contenta de poder compartir esto con ellos".
Al caer la tarde, finaliza el show con la puesta de sol y las cataratas de fondo. Los músicos con sus instrumentos al hombro se retiran felices a sus respectivos países, anhelando volver el año siguiente. Y es que de esta mezcla nunca nada puede salir mal, es un festival hermoso condenado al éxito.