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Pechito Parado, el mirador del «Mar del Sur»

La Ruta Quetzal BBVA asciende al pico desde el que Nuñez de Balboa divisó por primera vez el Pacífico hace 500 años
larazon
  • Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y especializado en Información Económica con un posgrado por la Universidad de Zaragoza, soy Jefe de Economía desde el año 2020. Estoy en la sección desde 2010, cuando entré como becario, salvo por un "breve" paso por la sección de Sociedad entre 2011 y 2013

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Un arroyo discurre tranquilamente por la selva panameña del Darién. Unos metros más adelante, el agua cae violentamente contra la roca formando un salto de varios metros. En el fondo aparece una pequeña laguna cobijada por la exuberante vegetación tropical que todo lo cubre, donde varios hombres se bañan plácidamente. Han dejado por un momento sus armaduras junto al cauce mientras hacen un alto en el camino para descansar y tratar de escapar del sofocante calor de estas tierras. Entre todos ellos destaca uno en particular: rubio, de porte vigoroso e imponente, y cuyo carisma parece ejercer una poderosa influencia sobre el resto. Se trata del mismo hombre que 13 años antes, siendo primero paje y después escudero, había decidido partir hacia el Nuevo Mundo en busca de fortuna y gloria; el mismo que sólo cuatro años antes había embarcado en Santo Domingo escondido dentro de un barril junto a su perro Leoncico para escapar de las deudas; el mismo que sólo unos meses antes había escuchado de boca de unos indígenas la existencia de un nuevo mar en el que la gente empleaba utensilios de oro para comer y beber; el mismo que estaba a punto de realizar el mayor logro de la conquista de América tras su descubrimiento. El día, 25 de septiembre de 1513. El lugar, la montaña de Pechito Parado. Su hazaña, ser el primer europeo en avistar el océano Pacífico –«el Mar del Sur lo llamó–. Su nombre, Vasco Nuñez de Balboa.
Aunque no sabemos si la escena del baño de este conquistador español –extremeño, de Jerez de los Caballeros– tuvo lugar realmente, perfectamente podría haber sido así. A sólo unos kilómetros del mayor océano del planeta, nada hace sospechar de su presencia. En la cascada de Quebrada Eusebio, los jóvenes expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA se relajan tras una dura marcha. Acaban de volver de la cumbre en la que hace 500 años cambió el curso de la historia, y nada mejor que refrescarse en estas aguas selváticas. La caminata ha sido dura, pero al menos los mosquitos han dado una tregua a las ya muy castigadas espaldas, brazos y piernas de los «ruteros», tras su paso por el río Chucunaque. Aunque Pechito Parado apenas alcanza los 600 metros de altura, la ascensión requiere una buena dosis de piernas y de aguante. Agarrarse a las ramas y raíces es en muchos tramos –especialmente en el último trecho– la mejor forma de afrontar la fuerte pendiente. Aquí, como en toda la jungla del Darién, el terreno –barro y lodo por doquier– se parece más a unas arenas movedizas que a un suelo firme. El calor y la humedad son asfixiantes, y el agua –o lo que uno beba–, tal como entra sale en forma de sudor que empapa nuestra ropa. Los monos aulladores no parecen muy contentos con nuestra presencia y nos lo hacen saber.
Quebrada Eusebio es sólo el último paso antes de alcanzar el punto culminante de la expedición de la Ruta Quetzal BBVA 2013. No en vano, la edición de este año lleva por nombre «La gran aventura del descubrimiento del Mar del Sur». Con todo, llegar hasta aquí supuso una aventura en si misma para la ruta. Tras las penurias –también enormes satisfacciones– vividas en los más profundo del Darién, la Ruta se embarcó a bordo de camionetas para cubrir el trayecto desde Santa Fe, pasando por Cucunatí. De nuevo el barro decidió hacer acto de presencia y los vehículos no pudieron alcanzar la ansiada meta de Quebrada Eusebio. En esta diminuta aldea apenas hay nada, salvo unas pocas casas dispersas por las laderas cercanas, donde las vacas, los cerdos y las gallinas campan a sus anchas. Los niños no acuden al colegio estos días, –la expedición se sirve de la escuela como campamento–, pero nos acompañan gustosos cuando exploramos el entorno, incluso hasta el interior de sus tremendamente humildes viviendas. El único pero que nos llevamos es el avance implacable de la deforestación. Las enormes carencias que sufre esta gente no les permiten comprender cómo puede ser más importante mantener intacta la selva tropical que talar los árboles para ganar tierras para la ganadería y la agricultura. Ahora, tras casi una semana recorriendo la belleza del Darién, la Ruta Quetzal BBVA vuelve por unos días a la civilización, a Ciudad de Panamá. Afortunadamente para los 227 «ruteros», su aventura no terminará, ni mucho menos, como la de Nuñez de Balboa, que, acusado de traición, perdió la cabeza –literalmente– el 15 de enero de 1519. «Mentira, mentira», fueron sus últimas palabras.