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Vladislav Inozemtsev: «Putin no es un dictador asiático, sino un político europeo del siglo XIX»

Vladislav Inozemtsev / Economista y escritor. El analista ruso advierte de los riesgos que corre Occidente si no pone freno al «zar», ya que sus planes incluyen redibujar las fronteras internas de la UE
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El analista ruso advierte de los riesgos que corre Occidente si no pone freno al «zar», ya que sus planes incluyen redibujar las fronteras internas de la UE
Su diagnóstico no deja lugar a dudas: «El presidente ruso, Vladimir Putin, supone una amenaza real para Occidente». Vladislav Inozemtsev, director del Centro de Estudios Post Industriales de Moscú, conoce la realidad del país más extenso del globo a la perfección y sus análisis nunca tienden al sensacionalismo sino que se sustentan en rigurosos argumentos que filtran con tino el grano de la paja. Según él, el «zar» ruso «es un animal político diferente, brutal e impredecible», y confiesa que los datos de popularidad suponen su mayor temor. Inozemtsev es uno de sus mayores azotes, pero nunca se ha sentido amenazado por el Kremlin; eso sí, lamenta que el sistema político ruso se haya convertido en los últimos años en una especie de «democracia preventiva».
–¿Alguna vez ha tenido miedo de expresar públicamente su opinión contra el Kremlin?
–Putin no es hostil a la crítica sino indiferente a ella. Lo que no tolera son acciones políticas contra él o investigaciones sobre algunas cuestiones financieras sensibles a las élites. Si uno es extremadamente crítico, puede sentirse seguro a menos que esté insultando personalmente a Putin o a su círculo cercano. En 2015, escribí un artículo alegando que el sistema político de Rusia se había convertido en una especie de régimen fascista, la Fiscalía inició una investigación formal, pero no abrió el caso, ya que tal reclamación no violaba las leyes rusas.
–Tras el asesinato de Nemtsov o la condena de Navalny, ¿podría decirse que no es posible ejercer la oposición política en Rusia?
–Sí, es posible, pero las posibilidades de obtener resultados tangibles son insignificantes. Uno puede postularse para una alcaldía o una diputación local, pero será marginado y no tendrá suficiente poder como para cambiar el sistema existente. Usted podría formar su propio partido político, aunque no tendría apoyo económico, ya que ningún empresario ruso le apoyará temiendo la reacción de las autoridades locales y federales. Otro problema surge de la naturaleza de los activistas políticos en la Rusia actual. Todas las destacadas figuras de la oposición creen que el régimen personalista creado por Putin puede ser derribado sólo por un oponente que posea un carisma personal similar, por lo que cada oponente sólo se ve a sí mismo como un líder apropiado. Rusia necesita un amplio movimiento popular que ni siquiera necesite de un líder. Una oposición postmodernista que se enfrente al autoritarismo modernista. Lo que vemos ahora en Rusia no es una oposición, sino un movimiento de disidentes.
–¿Cómo definiría la personalidad del presidente ruso?
–Es un hombre muy complejo que tiene un enorme deseo de poder personal y de riqueza. Llegó al Kremlin sin haber sido elegido nunca para un cargo público. En estos años ha amasado una enorme riqueza durante sus dos mandatos como presidente y se ha dado cuenta de que no puede abandonar el control del sistema, o de lo contrario se arriesgaría a una investigación criminal. Así que ahora se prepara para ser un líder vitalicio de un país para el que nunca tuvo un gran proyecto. Confía únicamente en sus ayudantes más cercanos y cree en las conspiraciones. Parece un capitán solitario a bordo de un galeón cargado de oro robado y sin rumbo.
–¿Por qué los rusos valoran tan positivamente a líderes autoritarios y casi dictatoriales como Putin y son tan poco críticos con la corrupción entre las élites?
–En primer lugar, la tradición rusa respeta al líder supremo. Además, los rusos temen la posibilidad de la guerra y, después de la disolución de la Unión Soviética y el colapso de su propio país, creen que un hombre fuerte puede ser un mejor garante de la unidad. En tercer lugar, tradicionalmente valoran el Estado más que las libertades personales e incluso el del bienestar, por eso Putin alcanzó el clímax de su popularidad después de su conquista de Crimea, incluso pese a las sanciones de Occidente. Creen firmemente que la democracia no es demasiado adecuada para su país.
–Sin embargo, sí hay muchos rusos que han salido huyendo de esta «dictadura»...
–En los últimos años van dejando Rusia un número cada vez mayor de críticos. La migración exterior neta alcanzó un máximo de 430.000 personas en 2016, mientras que el promedio entre 2009 y 2011 fue de 34.000 a 37.000. Con este exilio de los críticos, los que se quedan y apoyan a Putin son mayoría. 430.000 es cuatro veces el número de personas que participaron en todas las manifestaciones de protesta en Rusia entre 2011 y 2012.
–Europa acogerá este año elecciones clave en Francia y Países Bajos. ¿Peligran los comicios tras la confirmación de la intervención rusa en las elecciones de EE UU?
–Rusia representa una gran amenaza para Europa y Occidente en general. Desde Moscú no trabajan necesariamente en estrecha colaboración con todos los políticos europeos, pero sí tienen vínculos, por ejemplo, con Marine Le Penn. Rusia está intentando interferir en las elecciones de Occidente para ayudar a los políticos que cree pueden llevar a cabo una política más «positiva» con respecto a Moscú. La falta de reacción por parte de Europa hace a Putin cada vez más audaz. El presidente ruso quiere redibujar las líneas fronterizas dentro de Europa, él no es un dictador asiático, sino un político europeo del siglo XIX.
–¿Una alianza Trump-Putin sería algo parecido al apocalipsis?
–Realmente no veo una posible alianza real entre ambos. Sus caracteres y formas de hacer política son similares, pero para que las personas tan parecidas se conviertan en aliados deben poseer un objetivo común o el mismo enemigo. Y no creo que este factor se dé en este momento. El terrorismo islámico no es tanto un enemigo real sino un enemigo simbólico para ambos mandatarios.

El lector

Los periódicos nunca faltan en su mesa de desayuno y alaba la labor del periodismo para ayudar en la transparencia política. Inozemtsev, colaborador en varios diarios internacionales, entre ellos, LA RAZÓN, confiesa que sigue siendo de aquellos a los que les gusta tener la prensa en papel, aunque debido a sus constantes viajes –acaba de regresar de Washington, donde ha estado investigando en la Universidad Johns Hopkins–, las versiones on line de sus diarios favoritos se han convertido en su habitual forma de consultar las principales noticias.