«Wonder Wheel»: Arde el mundo
Woody Allen. Kate Winslet, Justin Timberlake, James Belushi, Juno Temple. EE UU, 2017. 101 minutos.
Hace tiempo que Woody Allen quiere quemar el mundo. Como el niño pirómano de «Wonder Wheel» no puede dominar sus impulsos: sin motivo, por el mero hecho de ver cómo las llamas lo consumen todo. Hay algo en la última etapa de su obra que obedece a esa misantropía destructiva, un gesto sin luz que se niega a redimir incluso a aquellas heroínas que, en los ochenta, en películas como «La rosa púrpura de El Cairo» o «Alice», soñaban despiertas hasta conseguir que la magia de la ficción las recompensara, aunque fuera por un rato. Ahora son solo la sombra de sus delirios de grandeza, viviendo una vida de rebajas que sienten que no merecen. Ginny, como la protagonista de «Blue Jasmine», parece recién salida de un texto de Tennessee Williams, de «Un tranvía llamado deseo» o de «El zoo de cristal», con esa amargura que la empuja al lamento y la traición, arrasando a su paso la felicidad ajena. Kate Winslet la interpreta como si estuviera habitando el reverso tenebroso de un melodrama de los cincuenta, apoyado en el agresivo, radicalísimo trabajo cromático de la fotografía de Vittorio Storaro, tan deudor de los pantones barrocos de Douglas Sirk como de los experimentos con el color electrónico de Antonioni en «El misterio de Oberwald». Winslet camina, como lo hacía Cate Blanchett en «Blue Jasmine», en la cuerda floja del histrionismo, y sale victoriosa: como si alguien la estuviera observando siempre desde dentro de la diégesis; como si, en fin, fuera una actriz esperando que caiga el telón sobre su desesperación. Alguien la observa, por supuesto, y comenta sus avances a medida que la tragedia se dibuja en el horizonte de un triángulo amoroso con noria al fondo y gangsters al acecho. Es el galán de turno convertido en improbable aspirante a escritor, un Justin Timberlake que no está a la altura ni de Winslet, ni de Juno Temple, ni de James Belushi, espléndido en su papel de bruto enamorado. Allen no necesita proyectarse en ninguno de ellos, mientras el drama se cierne en un claustrofóbico y desvencijado apartamento que parece una ratonera. Está demasiado entretenido admirando el fuego.
LO MEJOR
El color de la fotografía de Storaro y una Kate Winslet que recuerda a Cate Blanchett en «Blue Jasmine»
LO PEOR
Timberlake se queda corto, como si no acabara de creerse que un galán puede leer a Eugene O’Neill