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Kobe Bryant

Kobe Bryant, el colmillo más afilado de la NBA

La ambición le llevó donde imaginaba de pequeño. Su nivel de exigencia cuestionó su estilo, pero le hizo uno de los más grandes

La desmedida ambición de Kobe Bryant le llevó donde imaginaba cuando era un crío y botaba por primera vez un balón de baloncesto en las canchas de Italia donde su padre era profesional. Sus títulos, sus medallas, sus reconocimientos, sus puntos, su estilo de juego... Kobe Bryant fue el fruto de un trabajo obsesivo dentro y fuera de la pista. Algunos compañeros confesaron después de pasar por el vestuario de los Lakers que la forma de ser de Kobe, su nivel de exigencia, había provocado más de una lágrima y una tensión insostenible en algunas etapas en el equipo. Una prueba, la última de hasta dónde llegaba su figura, fue su partido de despedida. Hasta ahí quiso estar a la altura o incluso por encima del que consideraba su espejo, Michael Jordan. El 13 de abril de 2016, con 37 años, en un partido memorable ante Utah, precisamente ante los Jazz, el equipo ante el que dijo adiós «Air», anotó 60 puntos. Era el final de un jugador que «ganó todo lo que soñaba».

Y si lo hizo fue porque estuvo en un equipo en el que casi todos supieron adaptarse a Kobe y él adaptarse a ellos. En su primera etapa gloriosa coincidió con Shaquille O’Neal. Acabaron a tiros, pero antes se llevaron tres anillos con una autoridad pasmosa. La mayor parte de culpa fue del mastodóntico pívot. Por eso Kobe deseaba reinstaurar una dinastía ganadora en Los Ángeles en la que él tenía que llevar la voz cantante. Por eso llegó Pau Gasol a L. A. en 2008. La relación entre ambos fue extraordinaria. Y ya desde el primer momento, Kobe le puso muy claro para qué había llegado el pívot español a los Lakers. Se reunió con él de forma privada antes de su debut para explicarle todo lo que esperaba de él. Los entrenamientos de madrugada, las sesiones de tiro al margen de los compañeros, las comparecencias en los entrenamientos horas antes que el resto del equipo... Todo eso era Kobe Bryant que, poco a poco, se dejó ir adiestrando por Phil Jackson para ganar más anillos al lado de Pau. Era la venganza más deseada sobre su excompañero O’Neal.

Esas ganas de ganar, de contagiar al equipo la búsqueda de la perfección, no sólo el trabajo bien hecho eran lo que más valoraban técnico y compañeros entre la superélite. Ese deseo por la victoria lo trasladó a sus dos presencias olímpicas con Estados Unidos. Su actuación en la primera final contra España, en los Juegos de Pekín, fue decisiva para que los Gasol, Navarro y compañía se quedaran sin el oro. Su vida fue un desafío permanente que tuvo un efecto contagioso entre los que le rodeaban. La niebla que rodeaba por la mañana la zona cercana a la ciudad californiana de Calabasas acabó con uno de los jugadores más ambiciosos de la historia de la Liga, con uno de los más grandes.