Deportes
En-Nesyri salva (o no) a Lopetegui
Victoria ante Osasuna (3-2) con más sufrimiento del esperado para el Sevilla, que se llevó la bronca de su público
Seis puntos en dos jornadas ha sumado el Sevilla de Julen Lopetegui para aposentarse en la sexta plaza justo en la semana en la que se ha clasificado para los cuartos de final de la Liga Europa. Pues bien, y perdón por el castizo exabrupto, un mojón pa’ él. El equipo sevillista es un auténtico espanto, una vergüenza andante que camina con paso seguro hacia el fracaso, aunque algún guiño del destino en forma de VAR haya pospuesto el momento del gran batacazo, un manojo de nervios que engrandece a cualquier rival que se le ponga enfrente: lo apisonó el todopoderoso Mirandés, lo zarandeó el legendario Cluj y lo condujo hasta el límite de la histeria este Osasuna que vivaquea tranquilo en la zona templada y le remontó dos goles con diez hombres. Monchi debe cambiar de entrenador o se le irá la temporada al guano.
La matinal se antojaba plácida, para variar. Los navarros, mellados desde la lesión de Chimy Ávila, eran uno de esos visitantes con los que gusta encontrarse a estas alturas del campeonato: no se jugaba nada y aún es pronto para que alguien piense en el incentivo, así que se presentaba en el Sánchez-Pizjuán como una víctima propiciatoria. Así lo pareció durante 55 minutos, cuando el partido marchaba 2-0 y se quedó en inferioridad numérica por la expulsión de Herrera, que cortó con la mano fuera del área una incursión de Ocampos. A partir de ese momento, intervino el “factor Julen”, ese mecanismo que inocula pánico desde el área técnica al césped por el temeroso método de pretender que el partido se acabe antes de tiempo.
Antes de ese momento, el Sevilla-Osasuna había sido la crónica de un triunfo cantado. La reaparición de Óliver Torres dotaba de fútbol a los locales y de las botas del extremeño surgieron los dos goles que deberían haber decidido el resultado. Robó a Oier al filo del cuarto de hora, condujo cincuenta metros, fijó al último defensor para liberar a En-Nesyri a su izquierda y la maniobra del delantero, magnífica, abrió el marcador. Gran control con la derecha y mejor definición, rasa y cruzada, con la izquierda. En el último minuto del primer tiempo, acarició Óliver un córner al primer poste, donde peinó Ocampos con maneras de ariete.
La única mala noticia del primer periodo fue la lesión de Fernando, tocado muscularmente durante toda la semana y que acabó rompiéndose. Su salida a cambio de Gudelj tuvo mucho que ver en lo pasó luego, ya que el brasileño es de los pocos futbolistas de verdadero peso que hay en un plantel asaz sobrevalorado. La expulsión del portero pamplonés, rigurosa tras larga consulta al VAR, debía haber liquidado el choque pero el Sevilla, como los malos puntilleros, levantó al animal caído.
Encantado de la vida, Lopetegui ordenó seis pasos atrás, convencido de que al Osasuna no le quedaban ganas ni fuerzas para revertir su destino. Pero la fragilidad de este Sevilla es proverbial, de manera que Aridane cabeceó el gol del descuento en una falta lateral y Escudero regaló un penalti al sacar una mano imprudente, que Roberto Torres convirtió en el empate. El graderío, anestesiado hasta entonces por el resultado cómodo, estalló para convertir Nervión en un manicomio. Peor, en un anfiteatro romano reclamando un pulgar bajado para sacrificar al gladiador Julen.
El campo, debido a la inferioridad numérica, se inclinó hacia la portería de Rubén más por inercia que por verdadero empuje de un Sevilla atenazado por los nervios, hecho un flan, como deseoso de que el suplicio terminase cuanto antes. Son momentos en los que se distingue a los hombres de los niños y fue Jules Koundé, un chaval de veinte años con cara de no haber terminado la secundaria, quien alzó la bandera de la rebeldía. El francés se anticipó a Gallego, acarreó el balón hasta la zona ofensiva, descargó hacia la derecha, corrió hasta el segundo palo, pegó un brinco de globetrotter para cazar el envío pasado de Navas y lo recentró de un frentazo para En-Nesyri, que la empaló a las mallas.
El doblete del magrebí desató en el Sánchez-Pizjuán una locura momentánea, fue un grito más de rabia que de alegría, más de alivio que de euforia… pero duró muy poco. El tiempo justo para que el partido terminase –quedaban cinco minutos de una eterna prolongación–, se alzasen los brazos al cielo y prorrumpiese la concurrencia en una bronca atronadora con Julen Lopetegui. El éxito es hijo de la audacia, es el momento de que Monchi tome una decisión valiente. Porque así no va a haber modo.
3. Sevilla: Bono; Jesús Navas, Koundé, Sergi Gómez, Escudero; Franco Vázquez (De Jong, m.75), Fernando (Gudelj, m.32), Óliver Torres; Ocampos, En-Nesyri, Rony Lopes (Suso, m.66).
2. Osasuna: Sergio Herrera; Roncaglia, Aridane, David García, Estupiñán; Roberto Torres (Unai García, m.90), Oier, Darko Brasanac, Toni Lato (Rubén García, m.79), Arnáiz (Rubén, m.56), Eric Gallego.
Goles: 1-0, M.13: En-Nesyri. 2-0, M.46+: Ocampos. 2-1, M.64: Aridane. 2-2, M.74: Roberto Torres, de penalti. 3-2, M.93: En-Nesyri.
Árbitro: Del Cerro Grande (Madrileño). Expulsó con roja directa a Sergio Herrera (m.54), portero de Osasuna. Además, amonestó a los locales Fernando y Óliver Torres, y a los visitantes Enric Gallego y Brasanac.
Incidencias: Partido de la vigésima sexta jornada de LaLiga Santander, disputado en el Ramón Sánchez Pizjuán ante 31.382 espectadores.
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