Sevilla
El milagro de Emery
El equipo mejora cada curso después de haber recaudado casi 200 millones de euros en tres veranos
No es tan extraño como dicta la industria audiovisual (la película «Ocho apellidos vascos» o la serie «Allí abajo») que un euskaldún de pura cepa triunfe en la capital de Andalucía. Al menos, en el ámbito futbolístico. Cinco vizcaínos figuraban en el once titular del Betis que conquistó la Liga en 1935, que estaba al mando del gernikarra Iriondo cuando ganó la Copa del Rey en 1977. En la otra acera, el único entorchado liguero de la historia llegó en 1946, con Josemari Busto (Portugalete) bajo los palos y Juanito Arza (Estella) como goleador. Pero ninguna de estas gestas a mil kilómetros del bosque sagrado de Irati es comparable a la epopeya de Unai Emery Etxegoien, guipuzcoano de Fuenterrabía, al frente del actual Sevilla, el equipo que nunca se rinde. «Lo ha vuelto a hacer el muy cabrón», decía de él un directivo, los ojos arrasados en lágrimas, nada más sustanciarse la soberbia derrota de Tiflis.
¿Qué es lo que ha hecho exactamente Unai Emery? ¿En qué hazaña es reincidente este fantástico entrenador? Su mérito, descartada la simpatía, es que cada temporada reinventa un equipo ganador desde las cenizas de la plantilla de la campaña anterior. Lo hizo en aquel Almería que resistía en Primera División pese a las ventas de piezas básicas como Negredo, Piatti o Diego Alves; en ese Valencia que no se bajaba del tercer puesto ni traspasando a Villa, Silva, Soldado, Jordi Alba... y en este Sevilla que mejora cada curso después de haber recaudado casi 200 millones de euros en tres veranos. A las marchas en 2013 de Jesús Navas, otra vez Negredo, Medel y Kondogbia respondió con un título europeo en Turín; reincidió en Varsovia tras irse en 2014 Rakitic, Alberto Moreno y Fazio, con la propina de los 76 puntos en Liga, récord histórico de la entidad; y pintan oros de nuevo en 2015, pese a que ni el goleador Bacca ni el correcaminos Aleix Vidal están ya en Nervión, por obra y gracia de las chequeras de Milan y Barça.
Para Monchi, el gran artesano en los despachos de este Sevilla imparable que ha disputado ocho finales continentales en una década (sólo el Barcelona de Messi supera este registro), la figura de Unai Emery es «crucial para un club como el nuestro, en el que el entrenador tiene que aceptar que el presupuesto se equilibra vendiendo». Por eso temblaron los cimientos del Sánchez Pizjuán cuando, nada más concluir la pasada temporada, el técnico vasco se puso en el escaparate. Pensaba haber acumulado méritos para asaltar un banquillo «top», pero, a la hora de la verdad, sólo llegaron ofertas de equipos medianos de la Premier League y del Nápoles, que le doblaba el salario que percibe en el Sevilla pero no podía darle lo que él más ambicionaba: una plaza en la Liga de Campeones. Aunque el presidente sevillista, Pepe Castro, anida la certeza de que Emery utilizó a los napolitanos como un señuelo para sacarle más dinero, cerró los ojos ante la flagrante infidelidad y le firmó un sustancioso contrato de cuatro millones para las dos próximas campañas.
La vida de Emery en Sevilla es casi monacal. Apenas si se permite algunas cenas con amigos como Cipri, un producto de la cantera del Real Betis con quien coincidió cuando era futbolista del Toledo. Su hijo Lander reside con su ex esposa en Valencia, donde juega de portero en los escalafones inferiores del club che, y su círculo hispalense se reduce a poco más que un cuerpo técnico incrementado hace unas semanas con Dimitri Cheryshev, padre del madridista Denis y cicerone en España de Yehven Konoplyanka, la perla ucraniana reclutada por Monchi este verano.
Casi todo el tiempo del mundo lo pasa en su despacho de la ciudad deportiva, donde incluso almuerza varios días durante la semana y dedica muchas noches al compulsivo visionado de vídeos de los rivales. «Es muy pesado», dice «en el buen sentido» un empleado del Sevilla. «Está pendiente hasta del horario de riego de los campos de entrenamiento», asegura. El milagro de Unai Emery vivió su primer capítulo de la temporada en Tiflis.