Ciclismo

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El último enfado de Purito

Le molestó que sus compañeros de escapada no se organizaran para cazar a Majka. Quería despedirse con una medalla, pero no pudo ser

Purito no pudo despedirse con una medalla olímpica
Purito no pudo despedirse con una medalla olímpicalarazon

Le molestó que sus compañeros de escapada no se organizaran para cazar a Majka. Quería despedirse con una medalla, pero no pudo ser

Purito guardaba sus últimas fuerzas para despedirse a lo grande. Renunció a la Vuelta, porque con 37 años y después de 16 temporadas como profesional no le quedan ánimos para más carreras de tres semanas. Pudo ganar el Giro y la Vuelta en 2012, pero se le escaparon en el último momento. Lo que podía haber sido un doblete glorioso, acabó convertido en dos podios, uno de plata y otro de bronce, que es la manera en la que se puede resumir también su participación en los Mundiales. Especialmente dolorosa fue esa plata de 2013 en Florencia, cuando Valverde dejó escapar a Rui Costa, que acabó atrapando el oro que parecía destinado a los corredores españoles.

Ha ganado dos veces el Giro de Lombardía, se ha impuesto en a Flecha Valona, ha subido al podio en la Clásica de San Sebastián y en la Lieja-Bastoña-Lieja, igual que en las tres grandes. Son muchos sus triunfos, pero se marcha sin una victoria de ésas que quedan en la memoria de todo el mundo. Como el oro de Samuel Sánchez en Pekín. Ésa era la foto que quería para su despedida, pero volvió a quedarse en un «casi», en lo que pudo haber sido y no fue.

«Tenía piernas para medalla», confesaba en la meta. Por eso se enfadó con sus compañeros de escapada cuando no consiguieron ponerse de acuerdo para perseguir a Rafal Majka. «Somos ocho», parecía decir mientras hacía círculos con el dedo para señalar al grupo. «Delante sólo va uno», añadía. Pero no le hicieron demasiado caso y su enfado no paró de crecer.

Se sentía fuerte para pelear por las medallas en un grupo de ocho o nueve corredores. Van Avermaet, que luego sería el ganador, y el francés Alaphilippe, que le ganó el esprint por la cuarta plaza, parecían tener ventaja, pero se veía capaz, al menos, de luchar por el bronce. Y, con suerte, algo más. Pero no le hicieron caso y al final las medallas se le escaparon por delante.

Purito se va con la sensación del deber cumplido, pero también con la frustración del que podía haber ganado más carreras de las que ganó. Los años que pasó a la sombra de Alejandro Valverde, con las piernas contenidas, dedicadas sólo a trabajar para el «jefe» le hicieron explotar demasiado tarde. Sólo cuando fichó por Katusha, ya con 30 años, pudo sentirse líder de su equipo. Ayer, Alejandro quiso devolverle todos esos años y el oro que no ganó en el Mundial de Florencia trabajando para él en la última subida. «Ha intentando echarme un capote, pero no ha podido ser», se lamentaba. Era la última carrera de su vida y otra vez fue un «casi».