Integrantes de la selección de Malta que encajaron el histórico 12-1 en España, han acusado de dopaje a los jugadores de la selección española que jugaron aquel día y también de haber sido drogados en el descanso del partido con unos limones.

Suena a chiste. «Nos querían envenenar» vienen a denunciar algunos jugadores de Malta que participaron hace 35 años en el partido disputado en Sevilla y que finalizó con el recordado 12-1, que supuso la clasificación española para la Eurocopa de Francia. Tres jugadores, Busuttil, Fabri y Demanuele y el seleccionador Scerri, denunciaron en el programa «Fiebre Maldini» de Movistar Plus que fueron intoxicados por unos limones cortados y en una bandeja que «un señor con bata blanca» les llevó al vestuario en el descanso. «Me sentía borracho, como si hubiese estado toda la noche de fiesta», afirma uno de los malteses.

Pero van más haya en el absurdo y aseguran que los jugadores de Miguel Muñoz tomaron esteroides. «La energía que tenían los españoles era algo fuera de lo normal. Noté durante el partido que les salía ácido líquido por la boca. Es uno de los efectos de tomar esteroides. Algunos jugadores tenían espuma blanca en la boca», argumenta uno de los jugadores malteses.

Revisadas ayer las imágenes, oído otra vez el gallo del genial José Ángel de la Casa y comprobadas las declaraciones postpartido de los futbolistas a Jesús Álvarez y Alfonso Azuara, dos maestros del periodismo, nada indica que hubiera espuma en la boca de los Buyo, Maceda, Sarabia, Santillana, Rincón, Gordillo, Señor, Carrasco o Camacho.

¿Qué pasó en el descanso? La realidad es que España ganaba 3-1 y parecía imposible conseguir 9 goles más para superar a Holanda en el gol average. Ocurrió. Y si hubo otras componendas –siempre en tono jocoso se habló del soborno al meta Bonello– se las han llevado a la tumba Miguel Muñoz, seleccionador, Agustín Domínguez, secretario de la Federación, y Pablo Porta, presidente federativo, en 1983.

A la sinrazón maltesa, ganas de enredar y sin ninguna base, han contestado algunos protagonistas con humor. Rincón se ha retratado junto al limonero que tiene en su casa sevillana. Gordillo ha levantado la voz para decir que nunca se ha vendido y que no pueden mancillar sus nombres, mientras que Camacho, el capitán, lo tiene claro: «Me parece una locura. Cuando se llega a cierta edad se chochea».