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El mejor embajador
El deporte es una actividad que, prácticamente sin excepciones, sólo nos da buenas noticias y aumenta de manera decisiva la notoriedad de España y su reputación. Los acontecimientos deportivos son transmitidos en todo el mundo y cientos de millones de personas ven vencer a España. La final de Roland Garros ha supuesto una excelente oportunidad para mostrar al mundo el talento de los españoles, su capacidad de lucha y de sacrificio. Este año, además, por partida doble. La figura de Rafa Nadal –que finalmente se hizo con el torneo por octava vez, algo que nunca nadie había conseguido antes ni en Roland Garros ni en otro Grand Slam– es especialmente significativa en este sentido. Se trata de un deportista excepcional que está cumpliendo dos misiones muy importantes.
En primer lugar, es un ejemplo para la juventud española. Nadal encarna virtudes que quisiéramos que tuvieran todos los jóvenes españoles: deportividad, categoría humana, espíritu de lucha, capacidad de sacrificio. Su gesta de volver a empezar casi desde cero después de una lesión es elocuente en este sentido. Todos estos valores son muy importantes para que se miren en ellos, como en un espejo, los jóvenes españoles. La segunda misión es en favor de España, al tener un comportamiento ejemplar en todo momento y hacer gala de una deportividad apreciada en todo el mundo. Esto ayuda mucho a la imagen de nuestro país y es la razón principal de que se le haya nombrado embajador honorario de la Marca España. Y no conviene olvidar que, al final, todo lo que beneficia a la reputación de un país se traduce en consecuencias económicas. Si un país tiene mejor imagen, vende mejor sus productos, atrae la inversión de capitales extranjeros, permite que el dinero que se nos preste sea a intereses más reducidos y resulta más atractivo para visitarlo, estudiar o retirarse en él... Y todo ello supone dinero que entra en el país e impulsa nuestra reactivación económica.
*Alto Comisionado de la Marca España
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