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La mujer en el mercado laboral: 14% más de PIB
Los datos respaldan que la incorporación del talento femenino al mercado laboral ha beneficiado con creces a la economía española. Sin embargo, aún se puede mejorar
Hay que reconocer que más del 80% (y puede que más) de los textos de opinión que acompañan estos reportaje están firmados por hombres. Y que las fuentes utilizadas suelen ser masculinas. No es algo deliberado y tiene una explicación sencilla, la mujer todavía es minoría en el mercado laboral y su presencia disminuye hasta la nimiedad en puestos con visibilidad y responsabilidad. Sin embargo, convendría equilibrar la participación de ambos sexos en las empresas, pues los datos respaldan que la incorporación de ellas al trabajo han significado una mejora de la economía.
Durante la segunda mitad del siglo XX, las mujeres empezaron a ser algo más que amas de casa para convertirse en mano de obra como lo eran sus maridos. Fue un proceso muy lento, por eso se le llama la «revolución silenciosa», casi ni se notó el impacto. Pero en los 90 el fenómeno explotó y abandonó el umbral del silencio. España fue uno de los países en los que lo hizo con mayor intensidad.
En el siglo XXI continuó la misma tendencia, y a un ritmo igual de contundente. El número de mujeres en búsqueda activa de empleo en nuestro territorio era de 7,75 millones en 2002, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). En 2005 el número había crecido en más de un millón, y otro más en 2008. La cadencia era mucho mayor que el del aumento de la población. Hasta que comenzó a tocar techo (en parte provocado porque la crisis no invitaba a lanzarse al mercado laboral) y, a día de hoy, casi son 11 millones. ¿Por qué este incremento? Porque la mayoría de las mujeres que entraban en edad de ser empleables ya no se quedaban en casa, tenían una mentalidad diferentes y su intención era trabajar.
La directora de WomanTalent, Beatriz Recio, confirma que «la incorporación íntegra del talento femenino a las empresas en España se estimaba en 2018 en 156.000 millones de euros más de Producto Interior Bruto (PIB), un crecimiento del 14%, lo que sería suficiente para pagar las pensiones». Y añade que, según un informe del Ministerio de Economía y Empresa, «de no haberse producido una entrada de mujeres en el mundo laboral como la que se produjo en la década de 1990, el PIB de nuestro país en año 2015 habría sido un 18% menor».
Datos que respaldan el beneficio de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. De lo contrario, si no trabajasen, los principales organismos financieros del mundo aluden a los perjuicios que podrían suponer para los sistemas de cobertura social y para cuadrar las cuentas estatales. Existen efectos negativos en «que una gran parte de la población no contribuyera en la producción y en la demanda, como insisten en recordarnos organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE)», explica Candelaria Carrera, coordinadora del Área de Mujer de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA).
Ella misma resalta que uno de los aspectos en los que las mujeres encuentran más obstáculos es el de iniciar un proyecto laboral por sí mismas. De hecho, solo el 35,6% de los casi 2 millones de trabajadores por cuenta ajena en España son mujeres, según datos ministeriales que evidencian que, en este sentido, ni mucho menos hay equilibrio entre los géneros.
Emprendedoras
«Existen muchas emprendedoras en potencia que no se deciden a iniciar una actividad por cuenta propia sencillamente porque su entorno más cercano no es permeable a su iniciativa. Es importantísimo visibilizar modelos de referencia femeninos en el mundo de la empresa y por supuesto, fomentar el emprendimiento desde las edades más tempranas y dentro de las aulas», subraya Candelaria Carrera.
De esta manera, se favorecería un punto de vista distinto al predominante, el masculino, que generaría mayor flexibilidad a la creatividad económica, factor clave para el crecimiento de cualquier país o compañías. Carrera sostiene que «cabe destacar que las mujeres autónomas también aportan dinamismo empresarial, imprimen innovación y competitividad, presentando soluciones diferentes a problemas comunes, con las connotaciones propias del liderazgo femenino».
Conciliación
El emprendimiento femenino se tropieza con una férrera barrera, la conciliación. Para ellas todavía supone un problema combinar la vida laboral y la familias. «Somos las mujeres las que seguimos cargando con el peso real de los cuidados de nuestros menores y nuestros mayores. En muchos casos no existen políticas reales de conciliación que nos ayuden a no tener que elegir entre la familia o nuestro empleo», afirma Begoña Fernández, presidenta de la Federación de Empresarias y Directivas de Asturias.
Las mujeres asalariadas, cuando son madres, optan por una opción para poder conciliar, la jornada reducida, que Recio considera una «trampa». Asegura que «se rebaja poco el trabajo, porque se hace lo mismo en menos tiempo o lo harás desde casa, pero lo que si que se disminuye bastante es el salario y en la mayoría de las situaciones quedas aislada, marginada y descartada. Esto ha sido así hasta muy recientemente».
En en el caso de las autónomas, Carrera cuenta que «el estrés generado por la imposibilidad de gestionar el tiempo supone una de las principales casusas de cese de actividad. Los pilares que sustentan este grave problema son la falta de corresponsabilidad, y un sistema que no ofrece medidas concretas ni coordinadas para erradicarlo. Y olvida, además, el coste personal y económico que suponen el cierre de cientos de negocios en nuestro país sin causa económica que lo justifique. Mucho más que el gasto que conllevaría articular políticas activas que incidieran directamente en el problema».
Por su parte, la decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, María Solano, cree que la coresponsabilidad familiar cada vez es más paritaria, la implicación de los padres ha aumentado y es «preciosa». Conseguido esto, ahora de lo que se trata es de que ambas partes «seleccionen correctamente dónde ponen sus esfuerzos», dice, e intentar contar con un trabajo que les facilite la conciliación, que sean más flexibles y evitar, por ejemplo, los turnos cambiantes.
Claro que para las mujeres elegir un empleo que se adapte a su vida familiar es más complicado que para un hombre, pues sufren mayores tasas de desempleo. Históricamente ha sido más alta en ellas que en ellos, y continúa siendo así. A principios de siglo, esta tasa práctimanente se duplicaba en detrimento de ellas. Pero la crisis igualó las tornas, que se han vuelto a desequilibrar. Mientras que en el último trimestre de 2019 se registró un paro femenino del 15,55%, el masculino fue del 12,23%. Es decir, el «gap» es de 3,33 puntos porcentuales.
Pero todavía tenemos el doble de desempleo total que en los años en los que el de las mujeres duplicaba al de los hombres. Por lo tanto, solo podremos valorar una mejoría en lo que respecto al paro femenino si alguna vez recuperamos los niveles de trabajo anteriores a la crisis y la diferencia de desocupación entre géneros no regresa también al mismo rango, es decir, a duplicarse.
Brechas
La menor tasa de desempleo es una de las demostraciones de que los hombres siguen teniendo más privilegios que ellas en el mundo laboral. Pero la brecha salarial es el más evidente. En 2019 las mujeres cobraron 4.915 euros anuales menos que ellos, aumentando el «gap» 66 euros respecto a 2018, indica el Sindicato de Técnicos de Hacienda (Gestha).
Fue un retroceso en la reducción de esta herida que en los últimos años había venido estrechándose. Eso sí, a un ritmo muy lento. Tanto que para acabar con ella, si mantenemos este ritmo, harían falta 105 años. A las mujeres les cuesta mucho más conseguir sueldos dignos, incluso en las escalas más bajas. El 38,8% de las ocupadas no cobra siquiera el salario mínimo, un procentaje que en ellos se rebaja hasta el 28,8%.
Altos cargos
Pero la brecha más amplia se produce en los cargos altos, de responsabilidad, donde las mujeres son casi invisibles. Fernández admite que «es verdad que aún se nos resisten esos puestos de dirección, Consejos de Administración y demás. Es por esta razón que debemos seguir trabajando y uniendo nuestras fuerzas para conseguir una visibilidad y un empoderamiento real. Hay una generación que aún debe pasar y, por otro lado, la mujer debe empezar a “creérselo” y a quitarse de encima ese “síndrome del impostor” que nos acompaña. Un ejemplo muy claro que de existe es que, en un proceso de selección, si se solicitan diez requisitos, los hombres se presentan con 5, 6 o 10, pero una mujer solo lo hace cuando cumple esos 10 requisitos».
Los hombres tienen prioridad en los altos cargos a pesar de que está más que demostrado las ventajas que la incorporación de las mujeres a estos puestos suponen para las empresas. El estudio «¿Es la diversidad de género rentable?» del Peterson Institute for International Economics, que analiza 21.980 empresas de múltiples sectores repartidas por 91 países, cuenta Recio que «concluye que las compañías que tienen, al menos, un 30% de presencia femenina en altos puestos ejecutivos tienen un 15% más de beneficios». Asímismo, destaca la directora de WomanTalent que «la Organización Internacional del Trabajo señala que de 13.000 empresas estudiadas por su parte en 70 países, alrededor del 60% mejoraron sus resultados gracias a sus iniciativas en materia de igualdad».
Además, para reforzar esta postura Recio aporta un caso cercano, el de la última empresa del Ibex 35 que quedaba por incorporar a mujeres en su Consejo, la compañía de servicios e infraestructuras de telecomunicaciones inalámbricas Cellnex Telecom: «La corporación fichó en 2018 a Marieta del Rivero. Le ha ido tan bien que ha seguido incorporando talento femenino y ahora ya cuenta con un 25 % de mujeres en su máximo órgano directivo. Y es que, será casualidad, pero ha reducido sus pérdidas en los primeros nueve meses de 2019 un 54% y los ingresos han ascendido hasta los 753 millones, un 13% más si se compara con el año anterior, reflejando un Ebitda de 498 millones de euros, también un 13% más».
Acabar con las brechas en el mercado laboral entre hombres y mujeres sería un paso importante para nuestra economía. En el Libro Blanco de las Mujeres en el ámbito Tecnológico que publicó el año pasado el Ministerio de Economía y Empresa, se enumeran varios datos de interés. Por ejemplo, cuenta Recio, «el “gap” de género, ya en 2019, ocasionó una pérdida de riqueza en España equivalente al 15% del PIB. La Organización Internacional del Trabajo calcula que si nuestro país cerrara su brecha de género laboral tan solo un 25%, su producto interior bruto crecería en 34.000 millones de dólares. O si España alcanzara los niveles de los países más avanzados de Europa occidental, obtendría 110.000 millones de euros adicionales (8 puntos porcentuales) en el PIB de 2025». Tenemos un lustro por delante para conseguirlo, y no existe ninguna justificación que impida afrontar el reto de ampliar la inserción de la mujer en el mercado laboral.
Perfil técnico y humano
La decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, María Solano, cuenta que en las carreras técnicas o científicas se sigue percibiendo una mayor cantidad de hombres, todo lo contrario que ocurre en las humanidades. Por eso, cabe preguntarse si con la importancia que está ganando la tecnología en el mercado laboral, en los próximos años ellas pueden tener más dificultades a la hora de encontrar un empleo. Solano añade que existen «nuevas profesiones como la del humanista relacionado con perfiles digitales, es decir, el que debe hacer la pregunta correcta para que el Big Data sea eficaz». O el lingüista que enseña a hablar a los robots.
Protección en los empleos
Las mujeres siguen sufriendo más humillaciones que los hombres, incluyendo en el empleo. Que no se sientan desprotegidas en su puesto de trabajo por pertenecer a su género es uno de los retos. Alexandra Anders, EMEA Talent Director at Cornerstone OnDeman, se pregunta: «¿Deberían ser aceptables los “chistes de machistas” en la oficina? Las mujeres pueden reírse por cortesía, pero eso no significa que deba formar parte de la cultura del día a día. No se trata de señalar con el dedo, sino de educar, enseñar a tomar conciencia de uno mismo y hacer que la gente sea más consciente».
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