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John Nash, fin de juego

El Nobel de Economía John Nash falleció el sábado junto a su mujer en un accidente de tráfico. En marzo recibió también la máxima distinción de matemáticas

John Nash, premio Nobel de Economía, en una imagen de archivo
John Nash, premio Nobel de Economía, en una imagen de archivolarazon

El Nobel de las matemáticas al que dio vida Russell Crowe en «Una mente maravillosa» falleció junto a su mujer el sábado. Desarrolló la «teoría de juegos» y teoremas aplicados a la Geometría

«Adam Smith se equivocó». La voz es de Russell Crow, pero la sentencia es del matemático John Nash al que interpreta el actor en «Una mente maravillosa». En apenas dos minutos y medio de secuencia se explica de una forma sencilla cómo este matemático concibió la teoría hoy conocida como «Equilibrio de Nash», con la que ganó el Premio Nobel de Economía en 1994. En la escena que transcurre en un bar, los amigos del matemático están intentando calcular cómo abordar a la chica guapa del local. Todos coinciden en la teoría de Adam Smith que apuesta por «la ambición individual» de ir todos a por ella y que gane el mejor. Salvo Nash. «Para conseguir el mejor resultado cada miembro debe hacer lo mejor para él y para el grupo», comenta en alto. «Si la atacamos todos no conseguimos nada, pero si vamos a por sus amigas salimos ganando».

Con esta idea como punto de partida, John Nash publicó una tesina de 30 páginas con sólo 21 años y revolucionó la «teoría de juegos» que, como apunta el catedrático de Economía, Ramón Tamames, «iniciaron a finales de los años 40 Neumann y Morgenstern y que Nash terminó de desarrollar». Por eso hoy, no sólo la ciencia de las Matemáticas llora la pérdida de John Forbes Nash Jr., sino también el mundo económico. Ayer falleció junto a su esposa y principal apoyo, Alicia Nash, en un accidente de tráfico. Los dos octogenarios viajaban en un taxi que hizo una mala maniobra de adelantamiento y perdieron la vida.

A pesar de su avanzada edad –86 años–, el matemático permanecía en activo en su despacho de la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EE UU) y aunque recibió el reconocimiento a su labor en el área económica hace dos décadas, no ha sido hasta marzo de este mismo año cuando su especialidad ha reconocido su aportación. En marzo recibió el Premio Abel, el Nobel de las matemáticas, por las contribuciones «sorprendentes» de ambos –lo recibió junto a su colega Louis Nirenberg – y las aplicaciones de éstas en el análisis geométrico. El jurado le calificó como «un gigante de las matemáticas del siglo XX».

El filme de 2001 no sólo refleja la genialidad de este hombre nacido en un pequeño pueblo del Estado de Virginia y que, desde su adolescencia mostró interés por la química y las matemáticas, obtuvo una beca en la Universidad de Princeton con una carta de recomendación que sólo contaba con una frase que, más tarde se cumpliría: «Este hombre es un genio». Pero mientras su carrera profesional no dejaba de darle satisfacciones, su problema de habilidades sociales cada vez era más evidente. Y es que al genio le perseguía la sombra de la esquizofrenia, una enfermedad con predisposición genética y que le alejaba de todo el mundo.

Como refleja muy bien la cinta de Ron Howard, a partir de la década de los cincuenta, Nash empezó a manifestar delirios de persecución. «Aparecen en los momentos más agudos de la enfermedad. El enfermo vive estas alucinaciones de forma muy real. Sienten pavor y angustia tremenda porque creen que les persiguen, que alguien les espía», explica el catedrático de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos, José Luis Carrasco. «Es cierto que la película ha ayudado mucho a que la sociedad entienda esta enfermedad, refleja muy bien el sufrimiento de los episodios más graves». El supuesto miembro del Departamento de Defensa de Estados Unidos, interpretado por Ed Harris, o el falso compañero de habitación, el actor Paul Bettany, se convierten en sus relaciones más estables, salvo cuando conoce a su esposa Alice. Y es que fue su mujer, como indica el doctor Carrasco, «uno de sus principales apoyos para poder convivir con la enfermedad. Su entorno supo entender su problema y, aunque en los momentos agudos tuvo que tomar medicación, su espíritu luchador ha sido capaz de superarlos». Es cierto que Nash en alguna ocasión afirmó haber superado su problema mental, pero «nunca dejas de tener algo». El psiquiatra insiste en que «la enfermedad es una parte de la persona, pero en Nash influyó mucho su pasión por la ciencia, luchó mucho y por eso consiguió recuperarse lo suficiente como para llevar una vida más o menos normal», aunque su hijo, que también ha heredado la esquizofrenia, no ha heredado este carácter y la medicación no le permite llevar una vida profesional activa.

En 2008, el Nobel de Economía visitó Madrid para impartir una conferencia sobre su enfermedad en el Congreso de Psiquiatría. Carrasco formaba parte del comité organizador y, tras su charla, pudo hablar con él. «En su charla explicó muy bien cómo funciona esta enfermedad, pero en la mesa se notaba que era una persona retraída, con discapacidad social. Te contaba cosas muy interesantes si le preguntabas, pero no era la parte más activa de la conversación».

Aunque él permanecía trabajando, muchas de sus ideas se han seguido desarrollando. Es más, en febrero de 2011 dos matemáticos españoles, Javier Fernández y María Pe Pereira, resolvieron un problema matemático que Nash había enunciado en los años sesenta relacionado con el concepto matemático de «singularidad» que está relacionada con la geometría.

«No me gusta escapar de mis delirios»

Durante la década de los 60, la esquizofrenia que John Nash sufría llegó a su punto álgido. «No me gusta escapar de mis delirios. Personalmente, la locura no es algo desafortunado», aseguraba. Nash dedicó parte de su vida a dar a conocer la realidad de los que padecen alguna enfermedad mental, argumentando que «los afectados por una úlcera estomacal han pasado de ser considerados individuos con malos hábitos a personas con una afección que se trata con antibióticos. Sin embargo, los enfermos mentales están muy lejos de cualquier posibilidad de cura».