El desafío independentista
Un año del 1-0: Cataluña continúa a la deriva
Un año después de la celebración del referéndum del 1 de octubre, nada se ha resuelto a nivel político. Y esto afecta a la economía de la comunidad, que registra un gran número de pérdida de empresas, de turistas, de inversiones, de empleo, de consumo y, en suma, de riqueza. Y eso que no se han cumplido las peores previsiones
Se cumple el primer aniversario del día en el que el indepententismo catalán intentó cristalizar el apoyo de la sociedad a través de un referéndum. Respaldados por un resultado positivo al que pocos le han dado veracidad, los secesionistas hicieron que su objetivo de separarse de España cobrase más forma que nunca. El miedo entre los ciudadanos, los inversores y los empresarios a un éxito de los nacionalistas se extendió, provocando una bajada del consumo, la paralización de la creación de empleo, la fuga de dinero y de compañías de la comunidad. Y 365 días después, con la incertidumbre de saber que nada se ha solucionado, Cataluña continúa a la deriva económica.
El 1 de octubre fue el pistoletazo a una etapa de tensión de las que muchas sociedades han huído. Según la compañía de información empresarial, Informa D&B, desde ese fecha hasta la última del segundo trimestre de 2018, casi 3.600 han abandonado la comunidad. Y entre ellas, se encuentran la Gas Natural, Abertis o Cellnex, y otras especialmente vinculadas a la zona, como La Caixa, Banco Sabadell o Catalana Occidente.
Durante un año, esta fuga era negada por los consejeros de Generalitat, afirma el presidente de Empresaris de Cataluña, Josep Bou, y por ello «daba vergüenza» dar los datos reales, añade. Pero por fin, hace menos de dos semanas, la consejera de Trabajo del Govern, Àngels Chacón, reconoció que ya 3.700 compañías habían sacado su sede social de la región. La cifra, para muchos, se ha maquillado, pero la han dado por buena pues, al menos, supone admitir el problema.
Mitad del PIB
Sea como fuere, el impacto negativo que ha causado en la economía catalana es significativo. Bou mantiene que la cantidad de empresas de las que habla Chacón supone una pérdida del 48,75% del Producto Interior Bruto (PIB) que se genera en la comunidad, es decir alrededor de 100.000 millones de euros.
Lo que han hecho la mayoría de estas compañías para esquivar el procés es cambiar su sede social, normalmente a otra zona de España, siendo Madrid la gran beneficiada. Tanto que, según las previsiones de BBVA Research y Funcas, en 2018 la capital superará, por primera vez en la historia, a Cataluña como la región que más contribuye al PIB nacional al alcanzar el 19,1%, mientras que el territorio gobernado por los independentistas caera al 18,9%.
No regresarán
No tiene pinta de que Cataluña vaya a recuperar esas fuentes de ingresos perdidas que son las empresas. La secretaria general del Instituto de Estudios Económicos, Almudena Semur, señala que el ejemplo de Quebec es suficiente para darse cuenta de que la resolución del desafío independentista no supone, necesariamente, la vuelta a la normalidad.
Si nos fijamos en lo que ocurrió allí durante el proceso soberanista en el que se vio inmerso, dice «de las 700 compañías que trasladaron su sede social y productiva a otras regiones de Canadá, estas nunca regresaron». A diferencia de este caso, subraya, en el de Cataluña «los traslados han sido muy superiores en número y concentrados en un espacio de tiempo menor debido al posible impacto que podría tener dejar de pertenecer al mercado único europeo y al euro».
Deslocalización
Toda esta deslocalización que no se recuperará, comenta Bou, supone un verdadero drama a nivel económico, porque «puede traer quebrantos para los directivos y al personal administrativo», que tendrán que desplazarse, y también «a nivel moral, porque el empresario no quiere irse de Cataluña y siente que le obligan». El daño causado en las cuentas es más grande para quienes hayan decidido ir más allá del cambio de sede social. Algunos, los que contemplaron más seriamente una posible independencia, incluso trasladaron la fiscalidad de la empresa, con todo el coste que eso genera al darse de alta en registros y el resto de trámites requeridos para un tránsito fiscal.
Y de los que no se han marchado, bastante son porque no tienen la capacidad suficiente para ello. La gran parte del tejido empresarial, pequeñas, medianas compañías y autónomos, no se puede permitir un cambio y, en palabras de un empresario catalán a este periódico, «se sienten prisioneros en su propia tierra natal». Además, subraya que la clientela no se los pone fácil. Deben hacer «encaje de bolillos» para no pronunciarse a favor o en contra del independentismo, a pesar de que muchos les ponen a prueba.
A pie de calle es donde las empresas más notan las turbulencias de la economía de la comunidad, a la hora de dar el servicio y también de hacer la caja. Desde el 1 de octubre están más vacías que de costumbre porque, como las experiencias anteriores similares han demostrado, los clientes son más cautelosos a la hora de gastar. Almudena Semur sostiene que en estas situaciones como la que se vive en Cataluña, «las familias tienden a disminuir su confianza en el futuro y pueden incrementar su propensión al ahorro».
Consumo
Supermercados, tiendas, restaurantes... todos palpan en sus cuentas el desdenso del consumo. El presidente de Empresaris de Cataluña asegura que en la asociación «tienen socios con locales en la linde de la línea de mar en Barcelona que han caído el 50%, y de una baja del 30% no baja casi ninguno». Buena parte de culpa, señala Bou, lo tiene el cambio de sede social de las empresas.
Los directivos, ejecutivos, inversores... los que realmente realizan un gasto elevado, han abandonado la ciudad Condal porque los consejos de administración y otras reuniones por el estilo ya no tienen lugar en ella. Asi, el empresario añade que un restaurador reconocido le dijo que «gente hay, pero no sale de los grandes hoteles, sino que están metido unos cuantos en un piso pequeño y consumen mucho menos».
Turismo
La restauración no es el único sector que sufre especialmente por esto. La hostelería, sobre todo la de cuatro o cinco estrellas, también se ha resentido por este motivo. Muchos de sus clientes fijos por causas laborales ya no necesitan visitar Barcelona, y a eso hay que sumar que los que llegan para hacer turismo no son tantos como antes. Las pernoctaciones hoteleras en Cataluña han descendido un 5% este año respecto al 2017, y es que desde los propios países de origen se recomienda no viajar a la comunidad.
«Los alemanes o los británicos lo han aconsejado porque pueden encontrarse con crispación en la calle, y el turismo es sosiego y ocio, si no lo hay aquí, no van a venir», comenta Bou.
Bastante peores son las cifras de ocupación si nos centramos en los turistas españoles. No hay nadie que conozca mejor la realidad catalana que nosotros mismos, ni que esté tan involucrado en el conflicto. Y por lo que pudiera pasar, muchos de los que disfrutaban de la Costa Brava y la naturaleza de los pueblos de interior, han decidido cambiar de rumbo. De este modo, la propia Generalitat ha reconocido un descenso del 11,3% de los visitantes del resto del país a Cataluña.
Boicot
La ciudadanía muestra su recelo ante el panorama político dejando de visitar Cataluña y, también evitando comprar productos que procedan de esa comunidad. En el resto de España se alzó la voz para realizar un «boicot» a los artículos con origen en la región, y bastantes ciudadanos se han incorporado a este movimiento. Así, un estudio de la consultora Reputation Institute publicado menos de dos meses después del referéndum, aseguraba que ya en esas fechas el 23% de los consumidores nacionales admitían no adquirir productos catalanes, y otro 21% se planteaba hacerlo si la situación no se solucionaba. Y así ha sido.
Sin embargo, de esta manera sólo se logra extender el daño económico del independentismo. El exdirector de la revista Abogados del Estado, Carlos Matías, recuerda que entevistó a un expresidente de La Caixa que había ejercido esa profesión, el fallecido Ricardo Fornesa, y éste le aseguró que los «boicots», «no hacen más que perjudicar también a otros puntos de España con los que los productos catalanes tienen una relación económica, industrial o comercial, lo que solo conduce a perjudicar a todos, dentro y fuera de Cataluña». Es decir, que un consumidor no solo deja de comprar cava catalán, sino además el corcho extremeño con el que se fabrican los tapones o la botella que es generada por la industria vidriera presente en varios puntos de la nación.
Inversiones catalanas
Y si en el resto de España muchos han decidido no consumir productos catalanes, dentro de la comunidad, las empresas que se ven afectadas a su vez no saben qué hacer con el dinero que tienen. En un clima de normalidad, lo moverían mediante inversiones, pero la actual no es un situación nada normal ni mucho menos segura. «Ante situaciones de mayor incertidumbre, las compañías pueden retrasar, e incluso abortar, proyectos de inversión que previamente habían planificado porque se torna más complejo calcular los riesgos, los costes y los beneficios asociados a ellos», mantiene Semur.
Los datos lo demuestran. En el tercer trimestre de 2017, cuando el miedo a que una victoria en el referéndum del 1 de octubre abriese una vía al indepententismo, las inversiones catalanas hacia el exterior se retrayeron. Así, según el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, descendieron un 41% respecto al año anterior en el tercer trimestre de 2017. Y aunque en el cuarto la bajada se aligeró a solo el 0,5%, en 2018 ha vuelto a ser importante, en el primer trimestre de un 93,8% y en el segundo de un 92,4%.
Inversiones extranjeras
Los catalanes no quieren poner en riesgo su dinero sacándolo fuera y que las acciones de los independentistas ponga en dificultades recuperarlo. Y por lo mismo, los extranjeros no están dispuesto a que sus inversiones se queden acorraladas en Cataluña. El conflicto y sus posibles desenlaces no aportan nada de seguridad jurídica a los inversores, que no saben bajo qué marco legal puede estar su capital el día de mañana.
Por ello, el tercer trimestre de 2017, con el 1-O próximo, las inversiones procedentes del exterior cayeron un 89,6% respecto al ejercicio anterior. La respuesta al independentismo dio algo más de tranquilidad, pues se comprobó que realmente el secesionismo tenía pocas posibilidades de triunfar, y los descensos han continuado, pero más relajados: de un 45,7% en el cuatro trimestre de 2017, de un 62% en el primero de 2018, y de un 16% en el segundo.
Estos recursos que no terminan en Cataluña, acaban en otra comunidad española, por lo que, en este sentido, la economía nacional no se ve tan afectada. No obstante, aunque por ahora es temprano para reconocer los efectos de la bajada de la inversión extranjera, Semur afirma que «sí afectará a medio y largo plazo» al territorio foco del conflicto.
¿Cuánto se ha perdido?
De hecho, Josep Bou apunta en la misma dirección. A día de hoy, el descalabro que se anunció de la economía catalana tras el 1 de octubre, nunca se llegó a dar. La inestabilidad y la deriva están ahí, pero tampoco llegó a hundirse como algunos predijeron. No obstante, él explica que «la economía es mucho más lenta que la política y las consecuencias tardan más en apreciarse, el daño lo iremos viendo poco a poco».
Desaceleración del empleo
Una de las consecuencias evidentes de la incertidumbre provocada por el independentismo es la reducción de la contratación laboral. Inmediatamente después del 1 de octubre, en el cuarto trimestre de 2017, y a pesar de que las fechas navideñas estuviesen de por medio, el paro ascendió en Cataluña en más de 3.500 personas. Aparte del efecto inmediato, a medio plazo la comunidad también perderá la posibilidad de crear puestos de trabajo. Hasta 35.000 en los próximos meses, según un estudio de BBVA Research. Los datos más recientes ya muestran con claridad esa caída de la contratación. En agosto, el paro subió en toda España en 47.047, pero es que de ese total, casi una cuarta parte correspondía a Cataluña. 11.594 personas perdieron su empleo en dicha comunidad, que fue en las que más subió el paro
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