Editoriales

Sánchez debe volver al mando único

La dejación del Ejecutivo, trasladando la carga a los ejecutivos autonómicos, deja al descubierto la falta, no sólo de un «plan B», sino de cualquier estrategia digna de ese nombre para luchar contra la pandemia»

Sánchez preside la reunión de seguimiento del coronavirus
Sánchez preside la reunión de seguimiento del coronavirusManuel OlmedoAgencia EFE

De todos los datos alarmantes sobre la progresión de la pandemia del coronavirus en España no es, precisamente, menor el alto número de infecciones registradas entre el personal sanitario, que Sanidad ha cifrado en casi cinco mil, entre el 11 de mayo y el pasado 12 de agosto. Si entre profesionales a quienes se supone una mayor concienciación del peligro se producen tales repuntes, es fácil colegir qué puede ocurrir en nuestro país a medida que la población recobre la actividad laboral y reanude el curso escolar. De hecho, comunidades como el País Vasco se encuentran ya técnicamente bajo las condiciones de una segunda oleada de Covid-19, sin que las medidas de prevención adoptadas por el Ejecutivo autónomo de Vitoria hayan surgido el efecto deseado. Lo mismo reza para la Comunidad de Madrid y la de Cataluña, en las que se suceden la aparición de nuevos brotes en los mismos barrios y localidades que ya se encontraron entre los más afectados durante la primera ola de la pandemia.

Si a esta realidad innegable, que apenas empieza a ser reconocida por los responsables de Sanidad, se une la confusión legislativa de las decisiones que, a su leal saber y entender, han ido adoptando los distintos gobiernos autonómicos, algunas rechazadas por jueces y magistrados por atentar contra derechos fundamentales o no estar suficientemente motivadas –como ha hecho, ayer, un tribunal de Madrid, sin ir más lejos–, parece legítimo preguntarse qué hace el Gobierno de la nación y, sobre todo, porque la mayoría de sus miembros, incluido, por supuesto, su presidente, Pedro Sánchez, mantenían sus programas de vacaciones veraniegas, hasta ayer mismo, cuando el clamor en la opinión pública empezaba a ser ensordecedor, en lugar de afrontar su responsabilidad. Que el director de emergencias sanitarias, Fernando Simón, haya solicitado la ayuda de los «influencers», en reconocimiento tácito de la pérdida de la autoridad de su Departamento, dice más de lo extraordinario de la situación que todos los argumentos que podamos añadir. El panorama, pues, presenta tintes muy obscuros para los meses inmediatos, cuando, además, se espera la llegada de la habitual temporada de gripe.

Es cierto, venimos insistiendo en ello, que una parte, y no pequeña, de la batalla contra el coronavirus descansa sobre la responsabilidad individual de los ciudadanos, pero, también, lo es que corresponde al Gobierno la dirección técnica, política y científica de la misma, y que el fracaso palmario que obtuvo con su primer gabinete de coordinación y mando unificado puede explicar su absentismo actual, pero en ningún caso justificarlo. El virus, simplemente, no se ha comportado en los meses de verano como había pronosticado el optimista análisis gubernamental y la dejación del Ejecutivo, trasladando la carga a los ejecutivos autonómicos, deja al descubierto la falta, no sólo de un «plan B», sino de cualquier estrategia digna de ese nombre.

Y ya casi no queda tiempo. Como se ha demostrado en aquellos países donde ha comenzado el curso escolar, como en Alemania, los colegios e institutos se convierten muy a su pesar en puntos de expansión de los contagios, sin que sirva de mucho consuelo que el descenso de la edad media de los afectados haya reducido la letalidad del virus, puesto que es una situación que puede cambiar a medida que se extienda la infección. Es hora de que el Gobierno de Pedro Sánchez, aprendiendo de sus errores pasados, ponga en marcha un Centro de Mando unificado, a ser posible con la inclusión de verdaderos expertos independientes, y dicte las medidas que sean necesarias, a nivel nacional por muy dolorosas que puedan ser para el conjunto de la sociedad. Aunque sólo sea porque nadie puede garantizar que el Covid-19 no vuelva por su fueros, como en los terribles meses de marzo y abril pasados.