Editoriales
Urnas cruciales para una España crítica
Asistimos a una gobernabilidad tóxica, voraz y corrosiva que ha empobrecido la democracia y a los españoles
Los partidos políticos afrontan una eterna precampaña electoral que culminará dentro de un año en los comicios generales si se cumple el calendario previsto. La posibilidad de un adelanto en esa cita con las urnas siempre está abierta. La potestad es del presidente y se trata de una opción que seguro barajará conforme a sus intereses, si bien parece remota dado que la presidencia española de la Unión Europea en el segundo semestre ha sido cardinal en los planes para la legislatura. Será un periodo de intensa exposición institucional, dimensión internacional de su liderazgo, y en definitiva un escaparate excepcional al que no renunciará sin razones poderosísimas. En todo caso, bajo el designio arbitrario de Sánchez, nada puede darse por cerrado. Se encara este rally electoral de doce meses con las encuestas afectadas por el desgaste del Gobierno y sus aliados. Es una fotografía estable, de la que únicamente se ha desmarcado el CIS. Las últimas medidas de Pedro Sánchez han acentuado ese retroceso demoscópico. La verdad oficial no parece haber calado en una opinión pública notoriamente descontenta con la marcha del país. El último eurobarómetro, publicado esta semana por Bruselas, ha constado que los españoles se encuentran entre los europeos más preocupados por el coste de vida e insatisfechos con la respuesta de su Ejecutivo. Siete de cada diez no comparten la narrativa oficial de Moncloa que da por superada la crisis y se jacta de las extraordinarias políticas sociales y de ser una locomotora económica en la UE. Obviamente, ni la derrota de la izquierda ni el triunfo de la oposición de centroderecha deben darse por descontados. Con los precedentes en la mano, hay que dar por supuesto que el pulso no será de guante blanco ni de elevada talla discursiva y política por parte de quienes van por detrás en las encuestas y necesitan ganar terreno. El miedo a la ultraderecha, el PP convertido en un partido inconstitucional, incluso golpista, es una moneda de curso corriente en la izquierda desde hace meses. Todo eso debemos darlo por descontado, forma parte del paisaje cuando la baza decisiva, tal vez la única, resulta la polarización, el encanallamiento, dado que la economía subsidiada y clientelar como estímulo al elector apunta una eficacia insuficiente. Bajo la dirección de Núñez Feijóo, los populares han eludido el barro anegado por el populismo frankenstein y se han centrado en robustecer un proyecto alternativo con respuestas a los problemas de los españoles y de denuncia de los abusos y el despotismo de Moncloa. Es el camino para recuperar la democracia y emprender el proyecto regeneracionista que la inmensa mayoría de ciudadanos anhela. Asistimos a una gobernabilidad tóxica, voraz y corrosiva que ha empobrecido la democracia y a los españoles. Las urnas autonómicas, locales y generales son ya una cita con la historia.
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