Editorial

El sabor de la derrota y el socio incontrolado

Moncloa está en manos de un socio incontrolado con pocas ganas de bajar el telón, aunque sobradas de que muerda el polvo político y exprimir el filón de un régimen sin votos. La factura la pagaremos todos.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, preside el acto por el 'Día de Recuerdo y Homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura', en el Auditorio Nacional de Música, en Madrid. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.10 12 2024
Pedro SánchezAlberto R. RoldánFotógrafos

La sensación de la derrota es amarga. Pedro Sánchez lo ha experimentado de manera reincidente últimamente. No hay mieles cuando sabes que transitas por un terreno pantanoso. La zozobra parlamentaria que aboca a Moncloa a negociaciones imposibles degenera en parálisis e ingobernabilidad. Es un abismo institucional que colapsaría a cualquier mandatario democrático que hubiera asumido un poder de espaldas a las urnas que lo censuraron sin miramientos. Desde entonces, hace más de un año, el presidente, que adquirió su legitimidad en una transacción corrupta y una amnistía ilegal, persigue que el bloque de la investidura se convierta en el de la legislatura. De momento, sin éxito. Más bien al contrario. Sabe que los escándalos lo han colocado a la defensiva y que su pulsión autárquica y cesarista, desafecta al ciudadano y sus necesidades, ha desgastado seriamente la intención de voto que refleja el consenso demoscópico. La excepcionalidad política que se deriva de un presidente como Sánchez con un Parlamento de mayoría conservadora tan matizable como se quiera, pero conservadora, al fin y al cabo, ha maniatado su acción ejecutiva y la capacidad de maniobra en tiempos tan turbulentos para su liderazgo. La iniciativa para una cuestión de confianza del presidente, promovida por Puigdemont, fue un serio manotazo sobre el tablero político con una segunda parte con el pacto Junts-PP para derogar el impuesto sobre el valor de la producción eléctrica que lo dejaba en cero a través de una sorprendente enmienda a la ley por la que se regula el régimen del comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero que debía votarse mañana en la Comisión de Transición Ecológica. Decíamos debía porque Moncloa intervino poco después a través de la Mesa de la Comisión, donde PSOE y Sumar cuentan con mayoría, para boicotear la tramitación y atrasar sine die la convocatoria de la reunión. El obstruccionismo parlamentario aporta poco, más allá de proclamar sin matices la debilidad de una administración incapaz de hacerse con las riendas del día a día. El tacticismo representa un precario salvavidas que no soportará eternamente el lastre de una gobernanza vulnerable. Por eso, Sánchez ha instruido a los suyos a evitar todo roce y la mas mínima pendencia con el expresident catalán, además de ultimar un paquete generoso de cesiones con que templar las fricciones, como adelanta hoy LA RAZÓN. El fin es sacar adelante los Presupuestos para despejar la legislatura y todos los medios están justificados. El cortoplacismo y la supervivencia alientan coyunturas en las que Sánchez se desenvuelve con soltura y en ello está. Aunque sea un hecho que nada robusto o serio resultará de comprar tiempo a los elementos más desleales con la España constitucional. Moncloa está en manos de un socio incontrolado con pocas ganas de bajar el telón, aunque sobradas de que muerda el polvo político y exprimir el filón de un régimen sin votos. La factura la pagaremos todos.