Editoriales

El empleo enfría la euforia del Gobierno

Es cierto que el mes de enero ha cerrado, en términos desestacionalizados, con una ligera mejora del mercado laboral, pero la radiografía del empleo en la España de hoy está muy lejos de abonar la euforia de un Gobierno que unas veces estalla de triunfalismo al describir el momento económico y, otras, recurre al término «crisis» para justificar lo que la propaganda no es capaz de tapar.

Vaya por delante que a la hora de analizar los datos del paro se parte de una anomalía estadística que cada vez cobra mayor relevancia. Nos referimos, claro, a la exclusión en las listas del paro de los fijo-discontinuos en cese de actividad, pese a que esta modalidad de contratación, la «estrella» de la reforma laboral del Ejecutivo, se ha disparado un 558 por ciento en el último año. De hecho, de los 530.000 contratos indefinidos firmados en enero, el 34 por ciento lo fueron como fijo-discontinuos, por el 44 por ciento que lo fueron a tiempo completo. Dicho de otra forma, y sobre cálculos aproximados hasta que el ministro José Luis Escrivá se avenga a depurar la estadística, junto a los 3.116.737 desempleados oficiales –que es la suma de los parados registrados más las personas «no ocupadas»– habría que contabilizar a medio millón de fijos-discontinuos que se encuentran técnicamente en paro, cifra que no lleva, precisamente, a lanzar las campanas al vuelo del supuesto milagro económico del Gobierno.

Hay otro dato preocupante más, como es la caída de los autónomos, con 20.800 negocios menos, el peor dato desde 2012, y que en buena parte, dado que los sectores más afectados son el comercio y la hostelería, hacen sospechar de una contracción del consumo interno de los hogares. La realidad, nada alentadora, es que España es el país de la UE que menos empleo creó en 2022, el que presenta el mayor número de parados y el que tiene la tasa de paro más alta, ya, incluso, por encima de la griega. Frente a los descensos del desempleo del 11 por ciento de Italia o del 6,8 por ciento de Alemania, registrados el pasado año, España presenta un raquítico 0,3 por ciento, pero que la titular de Trabajo, Yolanda Díaz, exhibe como un triunfo histórico.

El problema es que la situación se repite año tras año y las políticas gubernamentales, que ponen el acento en el incremento de los ingresos fiscales, no animan, precisamente, al crecimiento de la economía. Porque son las denostadas empresas y los trabajadores sobre quienes recae la parte del león de la recaudación de Hacienda, en un círculo vicioso de mayor gasto público, mayor déficit del Estado, mayor deuda y mayores impuestos. Es ahí, sin duda, donde habría que buscar las causas de las dolencias del mercado laboral de la que se considera la quinta potencia económica de Europa, pero que tiene a dos millones y medio de sus trabajadores cobrando el salario mínimo.