Editorial

La soledad de Sánchez avanza la agonía final

No habrá salida digna, pero debemos ser conscientes de que esta pulsión autoritaria a la defensiva se convierte en una amenaza muy seria

E presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hoy en el Congreso
Sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Comparece el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Alberto R. Roldán La Razón.

Los españoles nos desayunamos a diario con una novedad más escandalosa que la anterior sobre la trama de corrupción del Gobierno y el PSOE. Cuando pensamos que es casi imposible que los protagonistas de la red puedan alcanzar mayores cotas de indignidad, de inmediato entendemos cuán equivocados estamos y nos preguntamos qué será lo siguiente. Por supuesto, en estas líneas mantenemos desde hace ya demasiado tiempo que Pedro Sánchez había acumulado deméritos por toneladas para renunciar a un honor del todo inmerecido y al que se aferró de manera ilegítima y fraudulenta moral y políticamente hablando. Diríamos que en el pecado lleva la penitencia, pero estamos convencidos de que el presidente se ha conducido por la vida pública e institucional bajo códigos incompatibles con los estándares democráticos al uso. Que esa anomalía personal era tal ha sido refrendado con cada paso de su ejecutoria que se ha agudizado y se ha deteriorado con el estallido público del lodazal que lo rodea y que ha acabado de momento con sus más estrechos colaboradores, tanto en el Ejecutivo como en el partido. Así que, atrincherado en La Moncloa, lo que está por llegar será la agonía por entregas de un régimen que se resiste a morir sin saber que ya está muerto, aunque no enterrado. Nada va a ser amable en lo que le reste en la Presidencia, porque no puede serlo con una persona que ha decidido dinamitar el estado de derecho y la convivencia. La sesión de control de ayer en el Congreso, sin duda bronca y desabrida, exhibió por encima de cualquier otra circunstancia la soledad de Sánchez. Ni siquiera Sumar, con el plante de sus ministros, se privó de marcar distancias. Los socios de investidura, a excepción hecha del PNV, de ética en almoneda, hablaron sin ambages del final de la legislatura o de la legislatura muerta por más que con toda seguridad aún falte para que aparezcan esos cuatro diputados de los que Feijóo habló como la razón para no presentar una moción de censura. El tiempo corre a favor del sanchismo, pero en contra de España. La cuenta atrás se acabará cuando los socios que han mercadeado contra el interés del país hagan cuentas y concluyan que el análisis coste-beneficio de blanquear la corrupción y a los corruptos no compensa. Hasta ese instante Sánchez resistirá porque teme más lo que está por llegar que lo que deja atrás. El poder es su estrategia de defensa política y legal, como planteó con sagacidad Emiliano García-Page. «Las cosas que más le preocupan a él ni siquiera están en los periódicos». No habrá salida digna, pero debemos ser conscientes de que esta pulsión autoritaria a la defensiva se convierte en una amenaza muy seria. Terminamos como arrancamos; cada escándalo es peor que el anterior. Hoy adelantamos que el disco duro que trató de esconder Ábalos contenía mensajes de Sánchez y dirigentes del PSOE.