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Polonia y las viejas heridas de la Segunda Guerra Mundial

La Razón
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El pasado 1 de septimbre una veintena de líderes europeos acudieron a la ciudad polaca de Gdansk a recordar el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Aquella fecha de 1939 pasó a la historia como el comienzo de una pesadilla que comenzó con la llegada al poder de Hitler seis años antes. Tras seis años de conflicto en Europa, África y Asia y sesenta millones de muertos, Europa asistió a su división entre Este y Oeste, que se prolongó hasta 1989.

En Polonia, país que perdió seis millones de vidas durante el conflicto, el aniversario tiene un significado especial. Todos los polacos se pueden enorgullecer de vivir el mejor momento de su historia. Tras cuarenta años de comunismo, el país disfruta de un situación económica mejor que la del resto de países europeos, se encuentra en paz con sus poderosos vecinos (Rusia y Alemania) y desde 2004 participa en el proceso de construcción europea como miembro de la UE.

Estos logros, sin embargo, no ocultan las heridas que la historia ha provocado en este país, anexionado por alemanes y soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial.

Como con cualquier vecino, las relaciones con Alemania no son siempre fáciles, pero la historia ha dado un giro de 180 grados. Socios en la OTAN y la UE, Varsovia y Berlín han conseguido cicatrizar sus heridas. Del socialdemócrata Willy Brandt a la democristiana Angela Merkel, los líderes alemanes de posguerra han perdido perdón a Polonia por el enorme daño causado durante la guerra. Incluso los alemanes que fueron expulsados del país en 1945 han dejado de ser un problema bilateral entre ambas naciones.

Con Rusia, en cambio, la convivencia no es tan fácil. Para muchas generaciones de polacos es difícil perdonar la ocupación soviética y la posterior imposición de un régimen comunista al dictado de las órdenes de Moscú. Veinte años después de la caída del Muro de Berlín y setenta de la invasión germano-soviética, muchos polacos aún aguardan a que Rusia ofrezca su perdón. Durante su discurso en Gdansk, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, hizo un llamamiento para que ambos países miren hacia el futuro, pero nada dijo de los abusos cometidos por el Ejército Rojo antes y después de la guerra.

La juventud polaca, que no vivió la guerra y apenas se acuerda de la época comunista, será la que verdaderamente normalice las relaciones con sus vecinos. Frente a los prejuicios de sus mayores, ellos pueden viajar libremente en una Europa sin fronteras.