Coronavirus

Gestión de crisis: error tras error

Es necesario calibrar los hechos en función de los cinco parámetros que cualquier estudioso que se acerque a los manuales de gestión de crisis debe plantear.

Reunión del Comité Técnico
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez preside la reunión del Comité Técnico del COVID-19 en el Palacio de La MoncloaJosé María Cuadrado JiménezAgencia EFE

Si en algo coincide cualquier analista que se acerque a la gestión que está realizando este Gobierno de la actual crisis sanitaria, es en los innumerables errores cometidos. También es cierto que la dimensión de esta crisis no es comparable con ninguna otra sufrida, ni siquiera la del 2008, pero eso no impide que se deba analizar e incluso valorar qué cosas se podían y se pueden hacer mejor.

Para poder comprobar estos extremos, es necesario calibrar los hechos en función de los cinco parámetros que cualquier estudioso que se acerque a los manuales de gestión de crisis debe plantear.

1º.- No actuar a tiempo. Probablemente uno de los errores más sonados es no tomar medidas cuando se pudieron y debieron tomar. El Gobierno desoyó las advertencias sanitarias de la OMS, empezando por la del 30 de enero que emitió una alerta de emergencia internacional con motivo de la expansión del COVID-19.

No actuar a tiempo ha tenido un efecto letal en el desarrollo de la enfermedad. Somos el país con más fallecidos por habitante y con más incidencia entre los sanitarios del mundo.

Incluso se permitió la celebración de actos públicos como las manifestaciones del 8 de marzo, conciertos, partidos de fútbol como el que enfrentó en Italia al Valencia con el Atalanta de Milán, gran foco de contagio en Italia.

2º.- Minimizar la pandemia. Desde el primer momento, especialmente antes del Decreto de Estado de Alarma fueron constantes los mensajes que suavizaban los riesgos del virus. Célebres han sido las declaraciones de Fernando Simón: “No hay razón para alarmarse con el coronavirus. Es una enfermedad con muy bajo nivel de transmisión” o “España no va a tener más allá de algún caso diagnosticado”, fechadas a primeros de febrero.

De hecho, cuando los días 3 y 11 de febrero la OMS instó a los países ante el avance del virus, a la compra de equipamiento sanitario suficiente, la respuesta del gobierno el día 13 de febrero a través del Ministro de Sanidad Sr. Illa fue “España tiene suficiente suministro y equipos personales de emergencia en este momento”. No hay que decir mucho más.

3º.- Falta de honestidad. Puede resultar duro denunciar que no se ha actuado honestamente, pero los hechos son contundentes. Honestidad significa poner por encima de todo los valores o principios en la resolución de cualquier crisis, y más en esta que se ha cobrado miles de víctimas. No se duda de la buena voluntad, se duda que en la lucha contra el virus haya colocado el gobierno el valor de la verdad por encima de otros argumentos, como la propaganda o salvar su propia gestión.

Honestidad significa respeto por los hechos, aunque sean “dolorosos” e increpen en primera persona a quién gestiona la crisis.

Honestidad significa también transparencia, como actitud ética que debe transmitirse desde el minuto uno de cualquier crisis. Ser transparente significa dar a conocer los datos y las informaciones de las que se dispone siempre que sean relevantes para el caso. La transparencia no se mide por las veces que uno comparece antes los medios de comunicación, tiene que ver más con el cómo se comparece, con lo que se dice, y sobre todo con lo que luego se hace.

Recurrir a funcionarios públicos con “uniforme” para dar un mensaje en los primeros momentos de la crisis parece un acierto sacado de la cultura anglosajona sobre las respuestas a las catástrofes, pero cuando es tan recurrente y abusivo, y se les somete día a día a la intemperie a funciones que les corresponderían a políticos del gobierno, se producen contestaciones contradictorias, muchas de ellas políticas fuera de su función, cuando no excesos como el último del General Santiago de la Guardia Civil.

Parece que el gobierno se trata de proteger en los “uniformes” para dar una credibilidad que por sí mismo no consigue. Lo que pudo ser un acierto en un inicio, siempre que fuera excepcional y para dar datos puramente técnicos, se ha vuelto en contra como un claro error de gestión en comunicación.

4º.- Pedir disculpas. Reconocer los errores en algún momento tendría un valor balsámico que ayudaría comprender lo que realmente está pasando.

Estas son de las cosas más desconcertantes de este Gobierno. No solo no reconoce errores como han hecho otros gobiernos del mundo, o se limita a plantear errores genéricos sin concretar cuáles y quienes son los responsables, sino que algunos ministros como el de Interior, dicen que “Este Gobierno no tiene ningún motivo para arrepentirse de nada”, contribuyendo a todo lo contrario, demostrando prepotencia y falta de humildad.

En las innumerables y cansinas comparecencias de prensa de Sánchez en hora del telediario, podría haber aprovechado para demostrar humanidad, cercanía o empatía, y pedir sinceramente perdón, pedir disculpas a los españoles.

Son tantas las razones para hacerlo, que cada día que pase sin hacerlo, cuando lo haga, que lo tendrá que hacer, una vez más sonará hueco y poco sincero, a propaganda más que a asumir la responsabilidad sinceramente por las negligencias cometidas.

5º.- Falta de liderazgo. Sánchez es preso de sus hechos pasados. Insiste una y otra vez que su actitud de pacto es sincera, de corazón. Cuando alguien tiene que reiterar tantas veces y dicho de tantas formas distintas su “buena voluntad”, parece más una demostración de lo contrario.

Liderazgo significa transmitir confianza, control de la situación y energía para tomar las decisiones, escuchando previamente a todos. Se han tomado prácticamente todas las decisiones en sentido inverso. Primero se adoptaron y luego se comunicó a quién debía de aplicarlas o apoyarlas.

No sé si Sánchez conseguirá transmitir la credibilidad necesaria para demostrar la sinceridad que predica insistentemente en sus sermones dominicales. De hecho, es de los pocos países de Europa que la sociedad y la opinión pública no está detrás de su gobierno en la lucha contra el virus. Esa sería la reacción normal ante una pandemia de este tipo, todos detrás del capitán, del presidente. Curiosamente esto no pasa en España, es imposible con la gestión tan errática e ineficaz que se está haciendo, y la figura de Sánchez tiene mucho que ver.

Me temo que solo si transmite que el único que no puede salir vivo de esta crisis es él, logrará ser creíble. Así y solo así, podrá tomar decisiones y pedir pactos con credibilidad demostrando que ya no piensa en él sino en los españoles.

Ahora el miedo tapa el enfado de los ciudadanos, pero cuando pase la crisis sanitaria y se vea con toda crudeza los efectos demoledores sobre la vida de los ciudadanos en términos del dolor de las familias que no han podido despedir a sus seres queridos, en términos de empleo, en términos de pobreza, en términos incluso de convivencia…solo ahí tendremos un panorama lo suficientemente complejo mucho más que el actual, un cóctel de muy difícil control.