Opinión

El amor entre ERC y PSC

No es la primera vez que ERC pacta con el PSC, pero las condiciones eran muy distintas. En primer lugar, el independentismo catalán no había transgredido las líneas rojas de la Constitución, no se había convocado un referéndum ilegal, no había precedente en democracia, de algo parecido al «procés», ni el Estado había hecho concesiones como la controvertida reforma del Código Penal.

Como es bien sabido, el experimento salió mal. El tripartito de 2004 fue un intento de alianza entre el socialismo y el nacionalismo de izquierdas, sin embargo, los independentistas tienen una prioridad que les hace incompatibles con un programa socialdemócrata. Ambas ideologías son antagónicas y el aceite y el agua no se pueden diluir. Pero en la actual política manda la oportunidad del momento y el tacticismo a corto plazo. ERC no ha movido un ápice sus aspiraciones máximas de lograr la separación de Cataluña del resto de España. Sin embargo, la lucha intestina en el mundo independentista por el control de la sala de máquinas le ha llevado poco a poco a un distanciamiento insalvable con Junts y un acercamiento a Sánchez, con el que mercadea parcelas de poder.

Los de Puigdemont se han apresurado a avivar el fantasma del tripartito. Realmente, no tiene nada que ver, pero estamos en año electoral y la decisión de Aragonès puede volcar parte del electorado a favor de los ex convergentes.

ERC se la ha jugado porque necesita demostrar que puede gobernar en solitario. Además ha sido una apuesta personal del president, que se ha impuesto a los discrepantes internos con el objetivo de ganar tiempo. Las encuestas no le van bien y quiere manejar los tiempos de convocatoria de las elecciones a la Generalitat.

Sánchez ha devuelto a ERC el favor con los presupuestos y lo ha hecho con el bolígrafo del PSC. Illa no está pensando en el Govern, sino que allana el camino a posibles pactos en las municipales. Los socialistas necesitan ganar la alcaldía de Barcelona porque, es muy probable, que no tengan mucho más que exhibir.

Sánchez anda en dos frentes: apagando el incendio de la Ley del «solo sí es sí» y blanqueando el pacto con los independentistas, arguyendo que en Cataluña se están superando los bloques.

Pero los independentistas y Sánchez no se mueven por amor, sino por intereses según sus urgencias. En cualquier momento, las llamas se pueden avivar pero, entonces, las concesiones no tendrán vuelta atrás.