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Así eran las mujeres que empuñaron las armas: heroínas forjadas por la necesidad y el destino
Pilar Queralt, Ana Morilla y Carolina Molina repasan la historia de valentía de estas mujeres "guerreras"
En tiempos de guerra, las mujeres a menudo se veían relegadas a los márgenes de la historia. Sin embargo, en medio de la desesperación, algunas de ellas tomaron las riendas de su destino y se convirtieron en heroínas, dejando una huella imborrable que desafiaría las convenciones de su época. En "Guerreras. Españolas que que empuñaron las armas" (Almuzara) María Pilar Queralt, Carolina Molina y Ana Morilla recopilan la épica de algunas de estas mujeres valientes que no buscaron la gloria sino que lo hicieron por un profundo instinto de supervivencia, por amor a los suyos o por la necesidad de defender lo que más querían. Un libro que surgió para reivindicar la paz.
Una de esas mujeres fue Agustina de Aragón, "la artillera", quien sin buscarlo se vio convertida en símbolo de la resistencia. En una de las páginas más gloriosas de la Guerra de la Independencia, Agustina no solo empuñó un cañón; tomó la defensa de Zaragoza y la convirtió en su bandera. Pilar Queralt, una de las autoras de la obra que recopila la historia de esas "guerras" recuerda que "Agustina no fue una militar de formación, pero cuando la necesidad apremió, se convirtió en el alma de la resistencia". Su historia es un reflejo de muchas otras mujeres que, por vocación o por necesidad, emergieron como heroínas en un campo de batalla que no les había sido concedido.
En los sitios más devastados, aquellas mujeres que no disponían de armas estarían en la retaguardia, como centinelas. Fueron las enfermeras, las fotoperiodistas desempeñando también papeles cruciales. Ellas no luchaban en las trincheras, pero su valentía y determinación eran tan vitales como cualquier disparo. Queralt recuerda que tanto las enfermeras y corresponsales de guerra tuvieron que "desafiar la normativa de su tiempo. No solo debían enfrentarse a los peligros del conflicto, sino que también combatían contra el sistema, contra la discriminación y la incomprensión de su papel". Mujeres como Aída Lafuente "la rosa roja de Asturias" o Lina Ódena, fueron mujeres sin formación militar pero sí una "determinación férrea y una ideología sólida que las impulsaba".
Queralt apunta que "las guerreras de la retaguardia no solo curaban heridas; también curaban el espíritu de aquellos que regresaban de la guerra, desbordados por la barbarie". De manera indirecta, su valentía sostenía los pilares de un pueblo roto. No por menos épicas que las que combatieron directamente en el frente, su lucha en silencio fue una de resistencia constante, de estrategia no basada en armas.
El instinto de supervivencia, la necesidad de proteger a los suyos, y el afán por zanjar el conflicto fueron, quizás, los motores que llevaron a muchas mujeres a empuñar las armas. La artillería y las armas blancas, o cosas tan simples como el agua hirviendo les sirvieron para combatir. "La mujer, por naturaleza, tiende a buscar la resolución pacífica" subraya Queralt. Apunta cómo, la historia ha demostrado que las "guerreras", como Manuela Malasaña o María Pacheco, no solo se enfrentaron a las tropas enemigas, sino también a las estructuras sociales que las excluían, a las convenciones que dictaban que el campo de batalla no era lugar para ellas.
El valor de una "guerrera" no está en la fama, sino en el momento en que, sin pensarlo, se alza en el lugar que más se necesita. Según explica Queralt las heroínas de Zaragoza fueron testigos de este fenómeno. Mientras Agustina se alzaba en solitario con un cañón, muchas otras, como Casta Álvarez contribuyeron a la defensa de la ciudad con la misma pasión, pero sus nombres se perdieron en las sombras de la historia: "La historia a veces tergiversa o minimiza el papel de otras heroínas, pero todas ellas, sin duda, merecen ser reconocidas por igual". La victoria de una "guerrera" no es ser la protagonista de la historia oficial, sino hacer posible que el futuro de un pueblo se reescriba, aunque sea ganando "pequeñas batallas", y ellas lo hicieron.
Estas mujeres no solo empuñaron las armas. Hicieron historia, crearon leyendas y, sin quererlo, se convirtieron en los pilares sobre los que se edificaría el futuro de sus países. "La capacidad de improvisación y la rapidez de reacción son sus marcas distintivas. Frente a la urgencia de los momentos de crisis, ellas actuaron sin pensarlo, defendiendo no solo sus tierras, sino sus ideales".
¿Y quién serían las "guerreras" del siglo XXI? "La mujer es valiente de por sí. Tiene un instinto de supervivencia que la hace ser valiente. Antes las niñas no decían que querían ser militares y ahora sí" así que serían las soldados que tienen en estos momentos una gran formación militar o cualquiera a la que le haya tocado vivir un conflicto bélico.