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PSOE-IU: historia de un desencuentro

La Razón
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La «amarga victoria» de Arenas en las autonómicas andaluzas desembocó en un «pacto de perdedores» entre el PSOE de Griñán e IU. El presidente andaluz abandonó el barco de la Junta acuciado por el escándalo de los ERE y el marcaje al hombre que iniciaba la juez Mercedes Alaya; pero mucho antes ya veía con recelo el pacto con la formación de izquierdas, demasiado radical, demasiado disonante.

IU está conformada por una amalgama de fuerzas, desde el díscolo y pintoresco alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, al «cómodo» y en retirada Diego Valderas soñando con una prejubilación dorada desde el sillón de la vicepresidencia de la Junta de Andalucía.

Para el tercio de la negociaciones cedió Griñán el capote a Susana Díaz, de quien siempre valoró su capacidad para llegar a acuerdos con la coalición dejando al margen un «sectarismo» del que el propio Griñán, como autoproclamado «estadista» y desde su percepción de político superior, era incapaz de desprenderse. Cualquier cosa mejor que ser el primer socialista que cediera el poder al PP en Andalucía, tras décadas de un régimen clientelar forjado al fuego de las mayorías absolutas. Se obvió que era el primer líder socialista que perdía unas autonómicas porque el poder lo tapa todo, Alaya mediante.

El referéndum de IU a las bases fue un primer escollo en el camino. El militante de a pie no veía con buenos ojos el abrazo al poder de la cúpula de IU, más aún con la que estaba cayendo con el caso de los ERE. Como condición sine qua non para el pacto de Gobierno, se acordó también la creación de una comisión de investigación en el Parlamento andaluz sobre el mismo fraude que investigaba simultáneamente el juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla, que, paradójicamente, por entonces ya había mandado varios requerimientos a la Administración andaluza para que entregara cierta documentación que se resistía a compartir. La comisión de investigación se cerró en falso. El límite de responsabilidad institucional se fijó en el ex director de Trabajo Francisco Javier Guerrero, lo que no impidió que se evidenciara que PSOE e IU caminaban por caminos diferentes. Enemigos íntimos. Desde IU se intentó elevar la responsabilidad a los consejeros de la Junta que participaron en la supuesta trama, algunos recientemente señalados por la Justicia como José Antonio Viera. El PSOE se cerró en banda. El PP quería llegar aún más lejos y apuntó a los presidentes y ex presidentes de la Junta. La comisión de investigación fue la historia de un desencuentro. Después vino la elaboración de los Presupuestos. IU tuvo que «tragar» con numerosos recortes. En este punto, responsabilizaron al Gobierno de Rajoy siguieron adelante. La coalición también impuso la eliminación de personal «enchufado» de los socialistas. Tampoco sentó bien. Para el segundo Presupuesto, ya con Griñán huido, se barajaba incluso la alternativa del adelanto electoral ante la posibilidad de no sacarlos adelante. Determinadas medidas de IU, como el Banco Público –que hasta ahora ha sido limitado a una comisión de trabajo para un instituto de crédito–, el decreto antidesahucios y el de exclusión social también chocaron con el PSOE. Por su «populismo» y porque podían restar cuota de protagonismo a Díaz. Finalmente, el acercamiento de la presidenta a los poderes fácticos (banqueros, empresarios) fue demonizado por IU.