Literatura

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Víctimas sin denunciar, exigencias feministas y otras fiestas del guardar

Elige arma y padrino

La expresidenta de Infancia Libre María Sevilla, en su época como asesora de Podemos
La expresidenta de Infancia Libre María Sevilla, en su época como asesora de Podemoslarazon

estamos a domingo y siento que he sido atropellada por la actualidad, que me ha pasado por encima cual camión y soy incapaz de alcanzarla, que no la abarco.

Vaya semanita llevamos, amigos. No sé ni por dónde empezar. Casi cada día he abierto los periódicos o encendido la radio y me he dicho “tate, escribo sobre esto”. Y al día siguiente, igual pero con otra noticia. Y al siguiente. Total, que estamos a domingo y siento que he sido atropellada por la actualidad, que me ha pasado por encima cual camión y soy incapaz de alcanzarla, que no la abarco. Así que, oye, no me hagáis decidir y vamos a comentarlas todas (o casi) en random y a ver qué pasa. Total, esta es nuestra columna (vuestra y mía) y podemos hacer en ella lo que queramos. De momento y mientras nos dejen, tampoco nos vengamos muy arriba.

Empezamos. Del cinco al uno y sin que el orden tenga ninguna relevancia:

5. Me desayuno el miércoles con la noticia de que las víctimas de violencia de género podrán recibir ayudas sin necesidad de denuncia. Estupendo. Ahora no hace falta ya que disimulemos, nos pasamos la presunción de inocencia por el arco de triunfo y lo decimos alto y claro. Porque nosotras lo valemos.

No nos engañemos, si no necesitamos denuncia para declarar a alguien víctima y que pueda recibir ayudas, lo que estamos legitimando es que otro alguien sea declarado culpable de infligir ese daño sin un proceso judicial con plenas garantías. No creo que la mejor manera de proteger a unos sea a costa de desproteger a otros. Y eso no significa, que os veo venir, que esté en contra de proteger a las víctimas. A las reales. No a cualquiera que se autoproclame como tal sin más prueba que su palabra y el hecho de estar en posesión de una vulva entre las piernas.

4. También el miércoles. El músico mexicano Armando Vega-Gil se suicida tras una acusación anónima de abusos sexuales al no ser capaz de encontrar otra salida a lo que se le viene encima. La plataforma “Metoo músicos México” recibió la denuncia, de forma anónima y privada, y divulgó los hechos como ciertos públicamente a través de las redes sociales. No hubo denuncia ante las autoridades, no hubo posibilidad de réplica o de defensa, no hubo pruebas más allá de la acusación y el famoso “yo te creo, hermana”. Lo que viene siendo un juicio sumarísimo de nefastas consecuencias. Yo no sé qué más nos hace falta para que el #metoo sea declarado ya un movimiento fallido por aclamación popular.

Increíbles las reacciones en las redes, no me resisto a comentarlo. Alejadas de toda empatía o remordimiento, lejos de hacer un acto de reflexión sobre lo ocurrido, las esquizofeministas mexicanas se empeñan en mantener posiciones y acusan al músico de optar por la muerte para victimizarse, para seguir ejerciendo violencia psicológica contra las mujeres, de chantaje mediático post mortem. El delirio. Cualquiera diría que no tienen límites y desconocen la mesura.

3. Noticia del lunes. La presidenta de la asociación Infancia Libre es detenida e imputada por un delito de sustracción de menores. Juro que no es un chiste. No se me habría ocurrido hacerlo porque es de esas cosas que, si las piensas, automáticamente te dices a ti misma “no se lo va a creer nadie, esto no cuela”. Infancia Libre y secuestro de menores en la misma frase. Pensadlo un momento. Pues resulta que la buena señora perdió la custodia de su hijo ante los tribunales y decidió marcarse un Juana Rivas. El pequeño estaba sin escolarizar, no tenía contacto con nadie y, palabras de los agentes que le liberaron, vivía como una animal. María Sevilla, que este es su nombre, fue asesora de Podemos en materia de abusos de padres a hijos y fue portavoz en la Comisión de derechos de la infancia y la adolescencia en el Congreso. Virgen Santa. No sé vosotros, pero yo necesito un trago.

2. Ángel, de 70 años y tras 30 de cuidar a su mujer, María José de 61, enferma de esclerosis múltiple y en fase terminal, cumplió con la voluntad de esta y la ayudó a morir, a acabar con su sufrimiento. Qué queréis que os diga. Me parece un acto de amor inconmensurable. Ayudar a la persona que amas a abandonar este mundo de una manera digna para acabar con un sufrimiento inevitable, por encima de tu deseo de estar siempre a su lado, me parece tan generoso que me cuesta entender que alguien pueda ver mala fe en ese acto. El hecho de que este hombre pueda enfrentar cargos por violencia de género me parece una especie de broma de mal gusto. Solo espero que eso no suceda, que dejen a Ángel pasar su duelo, extrañar a Maria José y llorarla con la conciencia tranquila por haber hecho lo que ella necesitaba de él: la gran prueba de su amor.

1. Leo atónita que los movimientos feministas remiten un escrito con sus exigencias a los partidos políticos. Exigencias. Al loro. No puedo evitar pensar en atracos y señores encapuchados pidiendo por teléfono un par de millones de euros en billetes no marcados, varias pizzas familiares y un helicóptero en la azotea. Me froto los ojitos y sigo leyendo. 83 medidas. Espero que no las haya redactado la misma lumbreras que redactó el demencial manifiesto del 8M. O sí, porque qué risas, madre. No me lo he podido leer entero porque me he atascado al leer que ven “con suma preocupación la crispación política y el avance de los fundamentalismos”. Mira, yo así es que no puedo. Si estamos a risas, estamos a risas. Que casi me atraganto porque nadie me avisa.

A ver si la semana que viene es más tranquilita y no llego al domingo con esta sensación de que la vida se me ha hecho bola. Que luego os extraña que viva instalada en la estupefacción, pero es que llegados a este punto y a la vista de cómo nos está quedando esta sociedad nuestra, el último refugio que nos queda a algunos es precisamente el estupor.