España
Dolores Abril: «Fui siempre en segundo lugar por amor»
La niña de cinco años que bailaba y cantaba en una función del colegio levantó tanto entusiasmo entre el público que le arrojaron monedas, muchas monedas, al escenario. La ovacionaban y seguían tirándole dinero. La niña saludó respetuosa, respondió a los aplausos lanzando besos, pero se negó a recoger del suelo las monedas. «Dije que las recogieran quienes las habían tirado», me cuenta Dolores Abril setenta y dos años después.
–¿Un rasgo de orgullo artístico?
–Quizá sí, o, simplemente, la salida de una niña que nunca se había visto en otra. La verdad es que si no tienes orgullo artístico no eres nada. Lo digo yo, que fui siempre en segundo lugar por amor, porque me enamoré de un fenómeno, y cuando te enamoras de un gran hombre, o vas en segundo lugar con él o lo dejas. No pude volar con mis propias alas, pero viví y canté junto a un hombre extraordinario. Le quería mucho, y pudo más el amor que las ganas de volar sola.
La sombra de Juanito Valderrama era muy alargada y sus seguidores, muchos y acérrimos. Él era la estrella. Dolores cree que, de actuar sola, quizá habría sido más grande como artista, «pero no hubiera tenido al lado a un gran hombre, ni unos hijos, ni unos nietos; el amor fue más importante que el éxito en solitario, y para mí, ser esposa y madre es más trascendental que ser artista; la artista se va, como la belleza; la familia queda». Unida a Valderrama desde el 54, formaron la pareja artística más popular de España. Se suceden los espectáculos, los estrenos en el Calderón, las largas giras, los discos y las películas: «El emigrante», «Gitana», «De barro y oro», «La niña del patio», «El padre Coplillas»...
–Se enamora de un hombre casado y con tres hijos. En aquellos años, eso era un escándalo...
–Lo era. Yo le dije: «Si quiere algo conmigo, déselo todo a su familia, vuelva con una maletita, sin nada, y hablamos». Juan lo hizo, a sus 36 años: les dio todo lo que tenía, que era mucho, y se vino conmigo. Yo no quería nada de su dinero, sólo le quería a él. Nos llevamos muy bien las dos familias.
–¿Le habría dejado si no hubiera hecho lo que usted exigía?
–Sí. Su esposa era una gran mujer, una gran persona. Y tenía tres hijos con ella, tres hijos que son como mis hijos y que se llevan muy bien con los que yo tuve después con Juan. Yo no hubiera podido vivir con la traición encima.
Y en el 81, el accidente fatídico, sobre todo para ella. Juanito, que llevaba el coche, sufrió heridas leves; Dolores no se ha recuperado aún de las suyas. Le acaban de poner una prótesis en la rodilla izquierda, una rótula de metal. Sufrió seis operaciones en una pierna, «y tengo una más larga que la otra y un pie rígido, como una garra; me lo operaron una vez y quedó mal; en la segunda operación quedó peor; estuve mes y medio en la UVI y nadie daba nada por mi vida; lo más grave fue lo de la espalda: me colocaron unas pesas de hierro que me tiraban con fuerza para que las cervicales volvieran a su sitio, y así un día tras otro, un martirio».
–¿Y a quién le echamos la culpa?
–A nadie. Creo en el destino. Era mi sino: me pasó lo peor a mí para que no le pasara casi nada a él. Pienso que si hubiéramos ido en el Mercedes, como íbamos siempre en las giras, y no en mi Ford Fiesta, la cosa no hubiera sido tan grave. Pero el Mercedes estaba en reparación y... el destino, sí.
–Y ahí se frenó su carrera...
–Sí, se frenó mucho. Ese accidente marcó mi vida, me sacó del sitio.
Se casaron en el 81, por lo civil. «Y luego, cuando su primera mujer murió, por la Iglesia. Su esposa merecía un respeto». Dolores no cree que la hayan olvidado: ha hecho cosas en Canal Sur y ha tenido una escuela de coplas. «Me llaman hasta de Francia, pero ya no puedo estar mucho tiempo de pie; llevo la vida de una ama de casa normal; hago tortilla de patatas para mis hijos, leo mucho, doy paseos por la urbanización, veo la tele a ratos; vivo modestamente; como no salgo porque no puedo conducir, no necesito mucho dinero; tengo mi pensión de viuda, y pieles y alhajas que heredarán mis hijos; no me puedo quejar, lo he tenido todo: belleza, un hombre que me adoraba, hijos, nietos; quejarme sería ofender a Dios».
Al Dios que le pide cada día: «Señor, dame conformidad». En la mesilla de noche tiene una foto dedicada de Juanito: «Para una futura estrella de la canción». Se la firmó cuando ella se coló en su camerino, con 12 años, y le cantó una de Juanita Reina, su preferida, para decirle que quería ser artista. Me dice que no le cuesta envejecer: «He sido guapa, ahora soy mona, y sólo tengo nostalgia de mi Juan, sólo de él».
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