Ortega Cano, José

Ortega Cano: «Dios quiera que la condena no sea de cárcel»

A diez días de que comience el juicio en el que está acusado de homicidio imprudente, el diestro habla a LA RAZÓN sobre cómo vive este amargo momento

Ortega Cano: «Dios quiera que la condena no sea de cárcel»
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Quedan apenas diez días para que José Ortega Cano se enfrente a uno de los acontecimientos más tristes de su vida. Será en la sala del Juzgado de lo Penal número 6 de Sevilla y la acusación pide que se condene al ex torero a cuatro años de cárcel. Como recordarán nuestros lectores, el diestro fue el causante de un mortal accidente de carretera el 28 de mayo de 2011, en el que perdió la vida Carlos Parra. José aguarda ese momento con una cierta intranquilidad. Cuando hablamos con él, confiesa que «estoy algo nervioso, eso es lógico, ¿no? Uno no puede sentirse en estos momentos como el que se va de vacaciones a la playa».

–¿Tiene miedo?

–Ésa no es la palabra...

–¿Con qué ánimo acude al juicio?

–Con una confianza total en la Justicia.

–¿Aunque la condena fuera desfavorable?

–Sea cual sea esa condena, asumiré y acataré respetuosamente lo que la juez decida.

–¿Y si la pena es de cárcel?

–Dios quiera que eso no suceda, que la condena no sea de cárcel.

–En momentos como éste, ¿dónde encuentra los mejores apoyos?

–En los míos, en la gente que me quiere y en mi fe, porque soy muy creyente, y esa fe me ayuda a sobrellevar mejor todo esto.

Este 2013 es muy especial para el viudo de Rocío Jurado. En lo bueno y en lo malo. Todavía no se ha recuperado de la felicidad que supone haberse estrenado como padre biológico. Su hijo José María nació el 9 de febrero, fruto de su unión con la andaluza Ana María Aldón, con quien comenzó una relación sentimental el año pasado, y ya se le viene encima el juicio. Una persona muy cercana al ganadero y empresario que prefiere mantenerse en el anonimato, cuenta a LA RAZÓN que «José lo está pasando muy mal con la cercanía del juicio, se lamenta cada día de aquel desgraciado suceso, y le duele muchísimo que algunos le hayan tachado de borracho, amargado y delincuente. Es un hombre muy sensible y no se merece ese juicio popular tan agresivo. Nos dice que está dispuesto a acatar lo que se le venga encima pero que tiene un gran temor a que la pena sea de prisión». La entrevista con José es telefónica, y su voz intenta demostrar entereza, aunque la procesión vaya por dentro. Agradece la llamada del que esto escribe, porque somos amigos desde que su vida transcurría al lado de «la más grande», de esa Rocío que llenaba sus sueños y sus días.

Hoy, después del nacimiento del bebé, se atreve a decir que su Rocío «estará contenta desde el más allá al verme tan feliz».

–¿Cómo definiría a su pareja, a Ana María?

–Es una mujer sencilla y normal, que ha traído mucha serenidad a mi vida.

–¿No es hora de que a su maternidad le siga una boda?

–En estos momentos, mi mayor preocupación es afrontar el juicio del día 12. Ya habrá tiempo de calibrar la posibilidad de esa boda cuando acabé lo anterior.

–¿Y cómo se la imagina?

–Íntima, sencilla y muy privada.

–Háblenos de su hijo pequeño.

–José María es como un roble, es muy bonito, muy guapo y muy bueno. Ha traído una gran alegría a mi vida. Ya he dicho que parece un pensador, se despierta con la manita sobre la frente y... Va a ser muy grande en el futuro, le auguro cosas buenas, porque tiene un aura de algo importante.

Rocío Carrasco no es su hija, pero la quiere como si lo fuera. Convivió con ella durante sus años junto a Rocío Jurado y la sintonía entre los dos es perfecta. A Ortega le preocupa el contencioso entre Rociíto y su ex, Antonio David, por la custodia de Rocío Flores Carrasco, la hija de ambos.

–¿Cómo está viviendo este tema?

–Lo más importante es que la niña no sufra. Yo no quiero meterme por medio en este asunto tan delicado, pero los padres deberían pensar, sobre todo, en el bienestar de su hija. Y en hacerle la vida fácil por el bien de todos.

–Pero parece que la cosa es más complicada.

–Por eso digo que tanto Rocío como Antonio deben pensar en su hija por encima de todo lo demás. Yo siento un gran cariño por los hijos de esa pareja, por Rocío y David, el mismo cariño que ellos me tienen a mí y a mis hijos. Es lógico que me preocupe lo que está ocurriendo. El sufrimiento es compartido. Cuando me enteré de ese enfrentamiento no lo encajé bien, porque quiero mucho a Rocío Flores Carrasco.

Su hija adoptiva, Gloria Camila, presentó hace apenas unos días en sociedad a su novio, Fran, hijo de la diseñadora sevillana Rocío Trastallino. Gloria es el ojo derecho de su padre, una joven que acaba de cumplir diecisiete años y que no causa a Ortega el menor problema familiar. Muy distinto al caso de su otro hijo adoptivo, José Fernando, que, en los últimos tiempos, ha mantenido serias diferencias con su padre, aunque en estos momentos, según dicen en el entorno de los Ortega Cano, «está sentando la cabeza y centrado en un curso de hostelería y con ganas de abrir su propio restaurante con un socio».

Otras personas indican que «parece como si el nacimiento de José María hubiera unido de nuevo a José y a su hijo José Fernando. Se les ve más relajados en su relación, más tranquilos atrás quedan los problemas que les llegaron a separar de una manera tan absurda. El niño sabe que tiene a su padre para todo, para lo bueno y para lo malo. Afortunadamente, ya no se deja aconsejar por las malas influencias de antaño, por personas que le hicieron mucho daño y que intentaron apartarle definitivamente de su padre. Gracias a Dios, no lo consiguieron». Peor están las cosas entre Ortega y la familia Mohedano. Hace mucho tiempo que no se ve a José con Amador, y menos junto a Rosa Benito. La muerte de Rocío Jurado, hermana de Amador y cuñada de Rosa, supuso el inicio del distanciamiento familiar. Los más íntimos consideran que «José está harto de las peleas mediáticas del matrimonio Mohedano-Benito, porque él es más discreto que los otros dos y no quiere que las polémicas le salpiquen. Está claro que prefiere mantenerse alejado de esa familia. De hecho, se pudo constatar dicho distanciamiento cuando nació José María. Ni Amador, ni Rosa ni Chayo se acercaron al hospital para felicitar a José y a Ana María. Y ni tan siquiera conocen al niño».

Así las cosas, José Ortega Cano, que también anda reñido con alguno de sus hermanos, ve acercarse un juicio que podría cambiar su vida. Ya veremos quiénes están a su lado el día 12 en el juzgado de Sevilla. Como diría el hoy empresario, que sea lo que Dios y la jueza, Sagrario Romero, decidan.