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¿Qué fue de Bridget Jones?

Los múltiples retoques estéticos de Renée Zellweger, unidos a una drástica bajada de peso, han hecho que la actriz esté irreconocible

La transformación de la actriz es espectacular
La transformación de la actriz es espectacularlarazon

Colin Firth, en la piel del introvertido Mark Darcy, le daba el empujón de autoestima necesario para renunciar a la esclavitud de las fajas y los complejos estéticos en una de las escenas más románticas de «El diario de Bridget Jones»: «No creo que seas idiota. Bueno, sí hay ciertos aspectos ridículos en ti (...) y eres una oradora terriblemente mala. Y sueles soltar lo primero que te viene a la cabeza sin tener en cuenta las consecuencias.(...) Lo que intento decirte con mucha dificultad es que en realidad, y tal vez a pesar de las apariencias, me gustas muchísimo». La confesión añadía un matiz peculiar al clásico «happy end» hollywoodiense, se trataba de algo más que el triunfo del amor: la autenticidad, el «me gustas tal y como eres», se enarboló como la verdadera conquista de este divertido filme cuya desastrosa protagonista acabó convirtiéndose en un referente para muchas mujeres al patentar una forma más desinhibida y relajada del éxito femenino. Pero Bridget Jones, para siempre vinculada a la imagen de Renée Zellweger, la actriz que le dio vida en la gran pantalla, parece haberse cansado de ser un icono de la mujer real. La protagonista de la saga cinematográfica presenta ahora una imagen muy alejada de esas sugerentes curvas que la llevaron a la popularidad y en los mentideros de Hollywood ya se habla de su adicción al bótox, una excentricidad más que añadir a la lista de peculiaridades que han hecho de esta intérprete una de las musas más extravagantes de la industria, y no sólo por su agitado currículum sentimental, en el que se incluye un fugaz matrimonio con el cantante country Kenny Chesney, a quien había conocido cuatro meses antes durante una gala benéfica.

Aunque en España se le había perdido la pista con «Nuestra canción de amor», el último filme que Zellweger estrenó en nuestro país y que protagonizó junto a Forest Whitaker en 2010, a principios de octubre se lanzó el tercer libro de la saga «Bridget Jones», «Mad About The Boy» («Loca por ese chico»), en el que la protagonista de la novela, con dos hijos, se ha convertido en una cincuentona que distrae su viudez junto a un joven de 30. La trama, que ha horrorizado a muchos seguidores de la novela, obligaría a la actriz–si se anima a protagonizarla– a un nuevo cambio físico ya que, a juzgar por la tersidad que luce su piel en la actualidad, muchos espectadores creerían estar ante una precuela de la saga. Eso sí, lo que parecen compartir Bridget Jones y Zellweger en esta nueva aventura es la obsesión por las arrugas.

Y es que la protagonista de «Miss Potter» puede presumir de los múltiples reconocimientos que ha tenido en su carrera –además del Oscar a la Mejor Actriz de Reparto por su papel en «Cold Mountain», también cuenta con otros prestigiosos galardones, como el BAFTA, el Globo de Oro y el Premio del Sindicato de Actores– y de haber reivindicado un canon de belleza distinto en una industria tendente a endiosar cuerpos demasiado esbeltos –la revista «People» la incluyó en 2001 en su lista de las 50 mujeres más hermosas del mundo–. Si bien es cierto que tuvo que engordar diez kilos para llevar al cine a la protagonista de las novelas de Helen Fielding –en las que están basadas las dos películas de «Bridget Jones», que interpretó en 2001 y 2004–, sus drásticas pérdidas de peso hicieron que se hablase incluso de un trastorno alimenticio. Ella misma negó ser un referente en este campo y llegó a asegurar que le entristecía que la gente le preguntase cómo conseguía adelgazar en tan poco tiempo. Sin embargo, su obsesión por perfeccionar su físico la ha llevado a convertirse, a sus 44 años, en una de las intérpretes de su generación que más arreglos estéticos se ha hecho, con retoques en los pechos y los labios, además de las habituales inyecciones de bótox, que han acabado por eliminar de su rostro tanto las arrugas como esa expresividad natural con la que conquistó a la industria.