Asturias

Un museo que flotará en el Cantábrico

La Fundación Botín presenta un centro asomado a la bahía de Santander

Un museo que flotará en el Cantábrico
Un museo que flotará en el Cantábricolarazon

«Un edificio es como un fertilizante», dijo ayer Renzo Piano (Génova, 1937) sosteniendo una pequeña maqueta hecha con maderitas. «Antes era joven, me gustaba hacer las cosas a lo grande, pero ahora entiendo que lo importante es celebrar el espacio, hacer la ciudad mejor». Con ese propósito ha diseñado otro centro de arte de relevancia a punto de instalarse mirando al mar: será el Centro de Arte Botín en Santander, proyectado por el Premio Pritzker, que se presentó ayer en la capital cántabra. Para el presidente de la fundación y de Banco Santander, Emilio Botín, «será un centro global y local al mismo tiempo. Pensado para que lo disfruten los de aquí, pero que al también traerá el arte de todo el mundo a Santander».

La primera pieza artística que llega es el contenedor del arte. El coste del equipamiento es de 62 millones de euros y su objetivo es recuperar para la ciudad (cuando se termine, en 2014) una zona de la bahía que ahora ocupan un parking un tanto desolador y unas vallas de obra. Ese tramo, justo delante de la sede de Banco Santander, es de los más característicos de la capital. Así, el centro devolverá a los ciudadanos un nuevo parque y paseo de 16.000 metros cuadrados y el edificio, cuya altura no es mayor de los árboles que le rodean (apenas 20 metros), quedará suspendido sobre el mar y la tierra.

Incluso Renzo Piano fue preguntado sobre si se estará domesticando, pero se mostró comprensivo con quienes creen que el edificio es demasiado para la señorial Santander y se defendió de los que dicen que se ha contenido.

El tamaño no importa
«Cuando hice el Pompidou, admito que el objetivo era intimidar, porque en esa época la gente no se dejaba, se abandonaba a la curiosidad. Ahora… Ésta es la primera vez en mi vida que el diseño original de un encargo va disminuyendo su tamaño; pero lo importante no es eso, sino la intensidad», zanjó. Para la construcción emplearán materiales transparentes, además de acero y cerámica. «Enseguida vi que el agua y la luz deben ser muy importantes. Mi interés es crear un espacio público y, por eso, es muy importante que el edificio flote sobre el mar y la tierra a la vez, porque así se gana terreno para los ciudadanos», añadió. Los dos bloques principales del Centro, uno dedicado a exposiciones y otro a formación e investigación, están divididos por una pasarela que queda suspendida, como un trampolín de 25 metros, más allá de la fachada, sobre el mar. Respecto al contenido, la Fundación Botín se ha comprometido a invertir 7 millones de euros al año para su funcionamiento. Ese presupuesto, un auténtico arsenal, estará a disposición del ex director de la Tate Modern, Vicente Todolí, que no pudo asistir a la presentación.

El acuerdo institucional entre la comunidad cántabra, el Ayuntamiento y la autoridad portuaria es total. Un detalle llamativo es que el terreno que ocupa será cedido durante 50 años a la fundación, pero pasado ese tiempo, volverá a ser de titularidad pública.


La nueva ruta cultural del arte

La cornisa cantábrica quiere situarse en el mapa de la cultura. El Guggenheim bilbaíno fue citado ayer varias veces en la presentación. El alcalde de la Santander, Íñigo de la Serna, trabajó como ingeniero en las obras y recordó las protestas en contra que les obligaban a dejar de trabajar algunas jornadas. «Hoy, nadie dice una mala palabra», recuerda para apoyar con decisión el Centro Botín. Otro de los iconos es el Kursaal de San Sebastián, buen ejemplo de armonía con las instituciones y ciudadanos. En cambio, dos de los más recientes, la LABoral de Gijón y el Centro Niemeyer de Avilés, ambos en Asturias, viven tiempos de inestabilidad institucional.