Estreno
Adriana Ozores: «El dinero está en la TV»
Encarna a doña Teresa en «Gran Hotel», de Antena 3
Actriz de múltiples registros y con una trayectoria impecable, Adriana Ozores es una de las protagonistas de «Gran Hotel» que más sorpresas va a propiciar a la audiencia. Su personaje, doña Teresa, se está revelando como clave para una trama que se desenvuelve entre el misterio, el drama y el romanticismo sin que ninguno de los géneros entre en colisión. La actriz, inmersa todavía en el rodaje de los capítulos de la serie, prefiere que el espectador descubra capítulo a capítulo la naturaleza de los personajes, pero después de ver dos entregas no hay duda de que a doña Teresa le gusta tener el control de todo lo que sucede en su hotel con apenas un parpadeo de ojos.
-Ya tenemos villana en «Gran Hotel» y la encarna usted.
-Es evidente que es mala. Para ella los medios, cualquier medio, justifican los fines que persigue. Poco a poco iremos viendo qué es lo que persigue, porque es un personaje que todavía está creciendo.
-Pero ya resulta evidente su necesidad de controlar todo.
-Sí, pero hay que tener en cuenta la época en la que se desenvuelve esta mujer. A principios de siglo las mujeres apenas tenían visibilidad, por lo que ella ejerce un control firme, sí, pero no lo hace de manera evidente. Por eso, por ejemplo, existe un director del hotel, un hombre.
-¿Se ha inspirado en alguna referencia?
-No, en esta ocasión me inspira, por supuesto, el guión, el ambiente, el vestuario… A pesar de que los actores somos unos «voyeurs» y muy observadores, esta vez una prenda aparentemente tan simple como un corsé me da muchas pistas sobre el personaje.
-Un corsé, por ejemplo, significa contención.
-El corsé, que nos aprieta muchísimo a todas las actrices, ya nos impone esa contención porque nos aprieta y nos sitúa fielmente en una época. Las mujeres de entonces, encorsetadas, no podían hacer nada, no podían ejercer ninguna actividad laboral, era una forma de castigo social, de dejar bien claro a las mujeres que su lugar estaba en el hogar, algo ante lo que mi personaje se intenta rebelar.
-Parece que el trasvase entre los actores de cine y los actores de televisión es continuo. En ese sentido se han roto barreras…
-Soy posibilista. Hoy en día, en el mundo de la imagen el dinero no está en el cine, está en la televisión. Lo que hay que hacer es cambiar de mentalidad. La realidad es que la gente no va al cine y sí ve mucha serie de ficción española. ¿La consecuencia? Como hay más dinero, se opta por producciones de época muy ambiciosas.
-¿No le da pena la mala salud del cine?
-No, hay que adaptarse a los tiempos. Lo importante y vital es que no se pierda la calidad, trabajes para la gran pantalla o para la pequeña. No se puede estar siempre perdiendo dinero con las producciones cinematográficas, no responde a una necesidad mayoritaria. Es una pena pero es así: en España el cine nunca ha sido una industria, hemos sido artesanos.
-A lo largo de su carrera ha mostrado una gran ductilidad para interpretar con igual precisión una comedia o un drama.
-Gracias. La verdad es que poder conciliar con la misma calidad ambos géneros sin dificultades y agradando al espectador es algo que vivo como un don.
-¿Habrá segunda temporada de «Gran Hotel»?
-Tenemos firmados 26 capítulos para esta primera entrega… No sé, yo prefiero ser prudente. Sólo se han emitido dos, con excelentes índices de audiencia, pero yo esperaría hasta el cuarto para que se afiance la serie y evaluar si es conveniente una segunda temporada. Dicho esto, tiene toda la pinta de que sí, habrá una segunda temporada.
Aristócratas entre sospechas
«Gran Hotel» tiene todos los ingredientes necesarios para convencer, y lo ha hecho. Los dos capítulos que se han emitido –hoy, en Antena 3, podremos ver el tercero– han contado con el beneplácito de 3,7 millones de espectadores de media, y un 20 por ciento de la cuota de pantalla. ¿Los ingredientes? El nudo de la trama es un misterio: ¿dónde está la doncella desaparecida? Pero enseguida surgen otros muchos secretos e intrigas en este hotel de huéspedes nobles y aristócratas. La propietaria, doña Teresa, tiene algo que esconder, y mucho más el director del establecimiento, al que acaba de prometer con su hija Alicia. Entre los sirvientes también reina la mentira y la ambición.
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