Estados Unidos

Crisis en el BCE

La Razón
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Por desgracia, mis vaticinios de la semana pasada se están cumpliendo. Una nueva recesión es inminente y el euro se desmorona. La semana ha sido agitada y ha culminado con la renuncia del jefe de estudios del Banco Central Europeo.

El Señor Starck estaba en contra de la compra de deuda pública europea, es decir de la expansión cuantitativa, ya que como buen alemán le aterroriza la inflación que ésta puede generar.

La lógica de la intervención del BCE es más que entendible, de haber permitido que el coste de la deuda de España e Italia se disparase, habría puesto a estos dos países al borde de la quiebra desencadenando una crisis financiera y económica mucho peor que la de 2008.

Sin margen de maniobra en política fiscal, el gran riesgo en este escenario hubiese sido el de la deflación. La cuestión entonces es qué se ha conseguido con la intervención, y si el coste de la misma resulta en una situación más deseable a la descrita antes. Como ya he escrito en otras ocasiones depende de para quien. Para el poder económico, los ricos, aquellos que poseen activos, un escenario de deflación es devastador como lo es para los deudores, cuyas rentas disminuyen progresivamente en relación a su carga financiera. Sin embargo, para aquellos que carecen de activos y deuda, la deflación es preferible a la inflación, cuyo impacto para los más débiles es el más corrosivo.

Ninguna salida es deseable, pero donde tiene razón el Señor Starck es que no existe un precedente de éxito para la expansión cuantitativa. Los riesgos de la misma son muy altos y como se ha demostrado en Estados Unidos y Japón, ni descarta el peor escenario, ni sirve más que para retrasar el inevitable ajuste que tarde o temprano llegará.