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La Razón
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La gestión de la crisis financiera en España ha culminado en el último gran éxito de la izquierda española, la socialización de las pérdidas de las cajas. Por fortuna, el ejercicio no ha podido ser culminado como deseaba nuestro Gobierno, con la privatización de Loterías y Apuestas del Estado (LAE), que es, a la sazón, la vaca lechera de todas las empresas del Estado.

«Salvados por la campana» podría ser el título del final de esta legislatura. La última genialidad socialista contemplaba malvender LAE con una rentabilidad por dividendo de en torno al 10 por ciento, para luego prestar ese dinero a Grecia al 3,5 por ciento. Nacionalizar las cajas, socializando sus pérdidas para luego privatizar su recuperación, era el segundo uso de ese capital. Para ser más claros: antes, España se financiaba a 10 años al 5 por ciento para prestarle dinero a Grecia al 3,5 por ciento.

No es un gran negocio, pero los socialistas pensaron en algo mejor: vamos a vender el mejor activo del Estado, pagando a los inversores un 10 por ciento, para acudir al enésimo rescate griego, y a colocar a todos los españoles un trocito de las pérdidas de las cajas. Pero no crean que la Navidad para los inversores privados acababa con el regalo de LAE. La inversión en las cajas se hace a cambio de nada, cero; los acreedores privados de las cajas recuperarán el total de su inversión.

La realidad es que la oportunidad para repartir pérdidas con inversores privados se perdió con la intervención de Caja Castilla-La Mancha. Entonces, España tenía suficiente crédito para asumir la caída de una caja. Ahora no queda más remedio que hacer lo que siempre han hecho los socialistas, tapar el agujero y dejar la factura a futuras generaciones.