Manhattan

Custo en la tercera dimensión

Un bombero, una embarazada y un fotógrafo. Con buen lustre, eso sí. Fue el casting de modelos del primer desfile de Custo Barcelona en Nueva York. Quince años han pasado, con 11-S incluido, y ahora el de Lérida se codea con Tommy Hilfiger en el Lincoln Center. De igual a igual. Lo suyo le ha costado. «Antes tenía el pelo más largo, pero no teníamos un duro para el desfile.

La próxima colección primavera-verano está marcada por prendas femeninas y sofisticadas
La próxima colección primavera-verano está marcada por prendas femeninas y sofisticadaslarazon

Lo hicimos en un gimnasio y tuvimos que echar mano de un cantante africano de ópera para la música», recuerda el catalán, que resta importancia a una gesta que otros quisieran para sí. ¿La receta? la dio el cónsul español en la Gran Manzana en la cena-homenaje que le ofreció la noche anterior al desfile: «Custo es el que resiste y el que vende, el que exhibe en Nueva York, no para que le vean en la Península, sino para el mercado americano». Eso, en la práctica, se traduce en que de lo visto en pasarela, más del 80 por ciento está en la tienda.

Así, Custo ha visto poner pie en Manhattan a una troupe de diseñadores en su particular versión de «Españoles por el mundo». Todos con billete de ida y vuelta, menos él. «Cuando llegamos en el 96 desfilábamos 42 creadores en Nueva York y éramos los únicos extranjeros. Ahora pasan por aquí unas 250 colecciones y seguimos siendo los únicos españoles».

«Nuestro ADN»
«Cuando tienes claro la carretera por la que tienes que pasar, es más fácil saber a dónde quieres llegar. Tenemos claro nuestro ADN, quizá ahí esté la clave», explica un Dalmau empresario y creativo, sabedor de que su sello es inconfundible. Que la mujer y el hombre que se ponen en sus manos no necesitan de un logo para presumir de marca: los colores, el juego de texturas y los cortes les delatan. Para bien. Y así ocurre también en la co-lección vista en la Gran Manzana.
Algo tripolar. Y no es un juicio de valor. Así la ha bautizado el propio creador por los choques entre mate y brillo, entre el lino, la seda y las fibras artificiales, o el de turquesas y fucsias habituales con él que se abrazan con maquillajes y arenas que no le son movedizas.

En esa obsesión permanente –que no enfermiza– por evolucionar y revolucionar en los grafismos que le han hecho ser quien es, se aventura con estampados en 3D. Con gafas incluidas. «Se las regalaremos a los clientes. Sabemos que la gente no va a llevar las gafas por la calle, pero nos pareció interesante que, si quieren, puedan tener la experiencia de la tercera dimensión en casa», reconoce. No menos sorprendente es el uso del caleidoscopio como punto de partida para crear los «patchwork» de los minivestidos de los que no quitaba ojo Santiago Segura, que se ha dejado caer por Nueva York para promocionar «Torrente 4». «Soy virgen en esto de los desfiles, como en otras muchas cosas», bromeó. Tampoco hay que perder de vista la apuesta de Custo por abrir la pasarela con hombre y mujer con un mismo «look». No confundan, no es moda unisex, aunque sí algo de androginia con ironía. La misma que ha puesto en las escamas de los botines abiertos de 12 centímetros y en el sugerente corte de los bodies.

 

Carolina Herrera, entre líneas
La elegancia depurada se llama Carolina Herrera. Lo confirmaron desde el «front row» la feroz Anna Wintour –custodiada por dos guardaespaldas– y Renne Zellweger, más accesible y delgada que nunca, sentada con la hija de la diseñadora. La Bauhaus es el referente de una colección donde las líneas juegan a ser tejidos diversos, formas geométricas sutiles y con una combinación de colores delicada en la que predominan el canario, el jade, el top y el marrón. Combinación siempre perfecta la del blanco, negro y rojo en un mismo «look».