Buenos Aires
Humanista por Joaquín Marco
Conocí fugazmente a Sabato. Una alumna mexicana, Gabriela Zayas, estaba escribiendo una tesina sobre su obra bajo mi dirección y contactó con él. Un día, sin previo aviso, apareció, cuando me dirigía a dar una de mis clases, por el claustro de la Universidad de Barcelona.
Pudimos hablar sólo unos minutos, aunque recuerdo su figura adusta, allá por los años setenta, cuando su obra apenas era mencionada en la Prensa. Sería en 1985 cuando Círculo de Lectores me pidió un prólogo para «Sobre héroes y tumbas». Escribí en otras ocasiones sobre él, pero en mi memoria permanece aquel primer encuentro.
Sirviéndome del mecanismo de análisis de Mario Vargas Llosa, escribí en el prólogo de su impagable novela que: «Si un escritor ha expulsado alguna vez sus "demonios interiores"a través de la novela, éste ha sido Ernesto Sábato. Y lo ha hecho en una lengua que no disimula las contaminaciones de las distintas comunidades que conviven en Buenos Aires, una lengua en ocasiones dialectal, en otras un extraño italo-español; siempre, sin embargo, apegada a la naturaleza de la materia narrada, expulsada con pasión, con fiebre de auténtico escritor».
Su escasa obra es suficiente para mostrar el compromiso del hombre con su tiempo. Partidario de la libertad, constituye un símbolo de la radicalidad literaria, un ejemplo en la denuncia del Mal. Su itinerario creativo fue personal. No creó escuela, ni se plegó a los dictámenes de la moda. Existencialista , contribuyó a combatir la impunidad de quienes hicieron de Argentina un campo de horrores. Físico, renunció a la ciencia por un sentido humanismo. Mi recuerdo personal es fugaz, pero la lectura de sus textos, constante.
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