Castilla y León

OPINIÓN: A Francisco Serrano «Killo»

La Razón
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He leído esta semana tu historia, querido "Killo": cuarenta años haciendo de payaso para los niños enfermos de un hospital en Madrid. Hoy abundan los humoristas pero faltan payasos como tú. Abundan imitadores de otros, faltan imitadores de sí mismos. Porque el humorista es el espejo en el que una sociedad se mira para poder reírse de sí misma y, de este modo, soportarse.
El payaso, en cambio, no es espejo de nadie. No sale al escenario para imitar los ademanes de un político o de una cantante sino para imitarse a sí mismo. Y, como uno no es nunca buen imitador de sí mismo, lo que hace es un disparate.
Por eso el público del payaso son los niños, esas criaturas a las que los disparates hacen gracia. A los adultos lo que nos hace gracia es el parecido con la realidad porque, riéndonos con el parecido, podemos reírnos de aquel a quien el imitador se ha propuesto parecerse. Los adultos nos reímos con ganas cuando menos disparatada es la imitación porque, sólo entonces, podemos dar rienda suelta a nuestros amores y odios. Pero, cuando lo que uno necesita ya no es soportarse sino, mucho más radicalmente, entenderse, entender para qué seguir viviendo, entonces lo que busca no es ya un humorista sino un payaso. Un ser cuyos disparates sean tales que puedan arrancar una sonrisa a un niño triste y enfermo.
Y mantener en la existencia a alguien como tú, que has visto morir a tu hijo enfermo de veinte años y no has dejado de hacer de payaso. Gracias, "Killo", por ser lo que nadie quiere pero todos necesitamos para poder entendernos a nosotros mismos: un disparate de generosidad.