Festival de Málaga

Del cine y los cines

La Razón
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No es verdad que el cine languidezca. Se hace más cine que nunca. ¿En España también? En España también. En 2008 se hicieron 173 largometrajes; 186 en 2009; 197 en 2010. Para ser los peores años de la crisis, la cosecha ha sido abundante. Nadie en el sector niega que semejante caudal sería imposible sin el concurso de la financiación pública y de las televisiones privadas. En palabras de Álex de la Iglesia, «hacemos cine porque los ciudadanos nos permiten hacerlo». Este presidente siempre fue un poco disidente. Hace un año ya dijo que «los del cine tenemos pósters de nuestro ombligo en casa». El Ricky Gervais de los Goya nunca fue Buenafuente, sino este tocapelotas reincidente que es Álex de la Iglesia, ni ángel ni demonio, un ingenuo que dice lo que piensa. Su dimisión resulta coherente porque ya no representa la opinión mayoritaria del colectivo sobre la ley anticargas (mal llamada antidescargas porque penaliza la subida, no la bajada). Algunos colegas suyos dicen que el Twitter le ha vuelto majara, que el domingo subió al escenario con la bandera pirata y la pata de palo que sacaba Marisa Paredes en «El espinazo del diablo». Son cineastas, pero están como una tapia. El discurso que yo escuché dice que aplaudir al que te roba es absurdo, pero permitir que te gane por la mano en tu propio terreno es aún peor, es estúpido. Que el árbol de la persecución no te impida ver el bosque de la distribución, éste fue el mensaje. Cuando la televisión empezó a emitir largometrajes gratis, los apocalípticos ya predijeron el cierre de los cines. Los distribuidores acordaron con las televisiones compartir la explotación –añadieron ingresos por sus películas– pero protegieron el negocio de las salas reservando los estrenos para la gran pantalla. Este factor «retraso» (por televisión sólo se pasan películas ya explotadas) garantizó la ventaja comparativa de la taquilla. Es este «desfase» el que ha quebrado en la red. Con la aparición, no de internet, sino de la Web 2.0, el que da primero gana. La diferencia con los otros medios de difusión es que cualquier usuario es capaz de cargar –subir– un producto, sea o no creación suya. Perseguir a quien sube una propiedad ajena es un camino. El otro, paralelo y con mayor recorrido, es ofrecer al público un producto mejor y más temprano. Ver «Pa negre» en los cines este lunes era misión imposible. Si internet fuera ya una sala, de pago, miles de espectadores se habrían animado a echarle un ojo. La red ofrece un público potencial de ¡mil quinientos millones de espectadores!, ¡pedazo de sala! La película estará disponible la próxima semana en una web de streaming a 2,95 euros la entrada. No sé a qué espera la productora para promocionar el lanzamiento mundial de su producto. Los estrenos de cine se acabarán haciendo en la red, no hay otro camino. La exhibición en salas ha de ir buscándose otro factor que la distinga.