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«Viva la cerveza y viva el sexo»
VALENCIA- Son las 11:00 horas y en la puerta de la Facultad de Geografía comienzan a llegar los primeros manifestantes. Aún son pocos, pero ya hacen ruido. Unos tocan música mientras otros, con pancartas anarquistas, les increpan: «¡Menos batucadas y más barricadas!». La cosa queda ahí y, mientras los primeros siguen tocando, la gente se multiplica como por arte de magia. Apenas 40 minutos después ya hay miles de personas aguardando y es prácticamente imposible moverse o buscar a alguien. Hay de todo: estudiantes jóvenes, otros no tan jóvenes, profesores, padres, sindicalistas... cada uno con su pancarta y su mensaje, desde el simple «Por una Educación Pública y de calidad» hasta otros más enrevesados y trabajados, como unas tijeras gigantes recortando a supuestos estudiantes. Y como siempre, no faltan las alusiones al PP, a Rajoy y, al tratarse de Valencia, a Barberá y Camps.
Han pasado las 12:00 y comenzamos a movernos. Un aplauso interminable da la señal a los que están más alejados. Vamos en la cabecera, despacio, y la gente corea los últimos éxitos en las manifestaciones valencianas: «¡Menos maderos y más lapiceros!», «¡Menos corrupción y más Educación!». Pero a mi lado hay un joven que parece que no sabe bien de qué va la protesta y, megáfono en mano, sólo grita «¡Viva la cerveza!, ¡Viva el vino!, ¡Viva el sexo!», hasta que una manifestante le pide que sus proclamas giren en torno a los recortes educativos y él, muy obediente, grita: «¡Viva la Educación!».
Seguimos andando bajo un sol de justicia. Apenas 45 minutos después de la salida, cruzamos el Puente del Real y uno de los organizadores nos pide a todos que nos sentemos porque hay que esperar a una parte de la manifestación que se ha quedado algo atrás. Durante cinco minutos la gente está en el suelo, con las manos levantadas y entonando el cántico clave del 15-M: «¡Éstas son nuestras armas!». La marcha sigue y enfila hacia Puerta del Mar. Se escuchan gritos contra los populares valencianos: «¡El president, a Picassent!» o «¡Esto nos pasa por un Gobierno facha!». Y, como no, peticiones de dimisión de la delegada del Gobierno.
Poco después de las 13:00 enfilamos la calle de la Paz y la sombra que proporcionan los edificios se agradece. La gente se crece y grita más que antes. Van parando poco a poco ante la atenta mirada de los vecinos y de un grupo de sindicalistas de CC OO y UGT que desde la acera aplauden y miran, pero no se unen, como piden los manifestantes. Aquí comienza a ganar protagonismo una clásica en las protestas valencianas: una mujer que ronda los 60 años y que sujeta con una mano su pancarta y con la otra un carrito de la compra. Se sabe absolutamente todas las proclamas y si la gente se calla en algún momento, ella les arenga con un nuevo cántico.
Quince minutos después se acaba la sombra y entramos en la Plaza de la Reina. De nuevo, un sol abrasador y cientos de turistas que desde las terrazas de los bares no saben qué ocurre. Otra vez, sentada. Cinco minutos y a seguir. La manifestación llega entonces a la puerta de la Catedral y los cánticos cambian: «¡Los recortes, a la Iglesia!». En ese momento, un pequeño grupo de turistas abandonaba el templo y, asustados ante las miles de personas que tenían delante, no sabían si volver a entrar o salir corriendo.
Ya queda menos y enfilamos la última calle estrecha del recorrido, que desemboca en la plaza de la Virgen. Es la meta y, por ello, los manifestantes vuelven a sentarse mientras van llenando la plaza. No cabe prácticamente nadie y muchos se tienen que conformar con quedarse en las calles aledañas. Una estudiante lee un manifiesto mientras un helicóptero de la Policía surca el cielo, momento en el que la gente la corta al grito de «¡Ito, ito, ito, que caiga el pajarito!».
Son prácticamente las 14:00 y la gente comienza a dispersarse. Algunos se quedan apurando hasta el último minuto preguntándose si servirá para algo, aunque la verdadera duda es dónde estaba Alberto Ordóñez, el presidente de la Federación Valenciana de Estudiantes y cabecilla de las protestas. Porque liderando esta marcha no estaba. Esta vez no tuvo su minuto de gloria.
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