Londres
Pilar Bardem una Juana de Arco con pancarta por Jesús Mariñas
Hace unos días del estreno de «James Bond: Skyfall», con Daniel Craig como digno y recio sucesor de Sean Connery, un contrapunto a su grandeza física de implacable 007. Roger Moore no dio la talla, Timothy Dalton carecía de mirada despiadada como Connery, y Pierce Brosnan fue el peor de cuantos se recuerdan. Craig insufló nueva personalidad, y en Londres acaban de subastar algunos objetos que lució en su primer episodio, «Quantum of solace». Christie's sacó a subasta el Omega automático que tanto juego daba en esta nueva entrega, aplaudida en una plaza de Santa Ana casi congeladora, de ahí una guapa Ana de Armas que tiritaba envuelta en pedrería blanca y negra. Ella y su marido, Marc Clotet, hacen una pareja admirable en simpatía y estilo. Se nota la procedencia barcelonesa del galán, que lució esmoquin sin pajarita, mientras Luis Tosar se abrigó con cuello de piel y Sergio Peris Mencheta optó por una despreocupada vestimenta que chocaba con la espalda desnuda de Teresa Baca, o el moño del conquistador Iván Sánchez, que queda mejor en su papel de romano.
Pancartas de denuncia
Mientras Pilar Bardem resguardaba sus kilos ganados, los gritos nada ovacionadores conmovían los cimientos del Teatro Español. Atronaban en el recinto, cortado por una alfombra roja bastante raída: provenían de empleados despedidos en los teatros municipales por un ERE inesperado. De ahí sus pancartas y papeletas de denuncia. La Bardem se sintió de nuevo Juana de Arco, fue hacia ellos, casi saltó la valla que separaba a los invitados de los manifestantes, esgrimió un cartel, lo alzó y se unió a su protesta, como luego, casi con el mismo proceso, haría Peris Mencheta. Triste y ensordecedor.
Diferente fue la venta londinense, casi creadora de mito: por el Omega pagaron dos millones seiscientos mil euros, mientras que el Aston Martin V12 de dos puertas subió de 124.000 a 241.000, y la estimación del traje de baño de La Perla creció hasta lo que supone cincuenta y cinco mil euros de bañador grisáceo con ribetes y cintura negra. Una auténtica mitificación del personaje renovado cuyo equipo, sin Craig, acabó la noche, ya madrugada, en el restaurante París-Tokio. Resulta que, aunque en Madrid, pasaron del típico Lucio y otros realmente representativos de gastronomía única, para optar por las delicadezas orientales que tanto gustan a Pe y su marido. Ocuparon un comedor aparte, pero su entrada supuso una marcha triunfal. El nuevo James Bond prefirió cenar en la soledad de su habitación hotelera, más resguardado del estrellato.
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