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Shalit: «Espero que el acuerdo permita la paz»

El regreso apoteósico del soldado israelí a su casa culmina el pacto de Netanyahu con Hamas

Imagen de la tv egipcia durante la puesta en libertad del soldado Shalit
Imagen de la tv egipcia durante la puesta en libertad del soldado Shalitlarazon

Después de cinco años y casi cuatro meses, Guilad Shalit volvió ayer a casa. Poco después de las cinco de la tarde. aterrizaba en su casa de Mitzpe Hilla, en el norte de Israel, donde los medios israelíes han prometido darle tiempo para que recupere su vida, que volvió a empezar a primerísima hora de ayer, cuando sus captores le trasladaron desde algún punto aún desconocido de la franja de Gaza hasta Rafah, en la frontera con Egipto, donde el mundo pudo comprobar que seguía vivo. En las primeras imágenes, se podía ver al joven soldado con el mismo «look» con el que se le ha conocido en los años de secuestro a través de su foto que se había convertido en un icono nacional en Israel. Tenía 19 años cuando fue secuestrado y ayer, con 25 años, Shalit era el mismo, pero desgastado, frágil, asustado y desconcertado.

Las breves y confusas imágenes captadas por la televisión pública egipcia mostraban como Shalit era llevado a través del paso fronterizo de Rafah, escoltado por toda la cúpula militar de Hamas, encabezada por Ahmed al Yabari, que ayer entregaba a su más valioso prisionero a los mediadores: miembros de la inteligencia egipcia y del Comité Internacional de la Cruz Roja. En sus manos estuvo más de una hora, y allí hizo también sus primeras declaraciones a la televisión egipcia, el único medio que tuvo acceso a Shalit de forma inesperada y muy polémica, que habría molestado a Israel. El joven estaba asustado ante la cámara, sin levantar la vista y con la respiración entrecortada, pero con las ideas aparentemente claras sobre su terrible experiencia y la lección que quiere sacar de ella. Él mismo fue el primero en asegurar que se encontraba bien y, sin acritud ni rencor, explicó que había sido tratado bien por sus captores. Creía que iban a pasar «muchos más años», aseguró, pero hace una semana fue informado de que sería liberado. Shalit dijo haber echado mucho de menos a su familia, a sus amigos y a la gente corriente, con la que poder hablar y a la que ahora quiere contar su cautiverio. Shalit también se mostró satisfecho por la liberación de los presos palestinos que fueron excarcelados a cambio de él. Así, sus primeras palabras no fueron de venganza y de odio, sino de paz y esperanza en el futuro. La familia de Shalit llevaba años sin tener pruebas de vida de su hijo, al que ayer reencontraron sano y salvo en la base de Tel Nof, en el centro de Israel, a la que fue trasladado en helicóptero desde el campamento militar de Amitai, muy cerca del paso fronterizo de Kerem Shalom.

Allí, Shalit pudo ducharse y se le dio un uniforme militar nuevo e impecable, con el que parecía aún más delgado bajo el peso de los galones que ahora le corresponden, ganados en estos 1.941 días de sufrimiento. Los exámenes médicos a los que fue sometido nada más entrar en Israel revelaron que su estado de salud era bueno, teniendo en cuenta las circunstancias, pero sufre desnutrición y la falta de la luz del sol. Él mismo dijo que había permanecido encerrado y que ahora le molestaba tener a gente a su alrededor. Le costaba caminar y se cree que se desmayó en varias ocasiones durante su traslado. Shalit fue recibido y abrazado por el primer ministro israelí, Benjamin Natanyahu, que ofreció un discurso de bienvenida dirigido a esa gran mayoría de israelíes que apoya la actuación del Gobierno, pero también a esa parte que se opone a la excarcelación de presos palestinos involucrados en atentados contra ciudadanos israelíes. Netanyahu quiso ponerse en la piel de esas familias, pero repitió una vez más que éste era «el mejor acuerdo posible».

En todo este tiempo, se temió muchas veces por su vida, algo que no habría afectado sólo a su familia y a la credibilidad del Gobierno, sino a toda la sociedad israelí, para la que Shalit se ha convertido en un hijo. Sus fotos estaban en las calles del país y el dolor de sus padres ha sido compartido por la gran mayoría del país, que ayer le recibió como un héroe, el símbolo de la lucha contra el terrorismo, que seguirá adelante, tal y como aseguró Netanyahu. Por ello, dijo que no se celebrará la liberación de Shalit. Israel ha pagado un precio alto: el miedo a que los presos liberados vuelvan a atacar y que haya otro Shalit.