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Cádiz: Una provincia con mil caras

La Costa de la Luz es sólo la punta del iceberg de todo lo que esconde la provincia de Cádiz: 23 campos de golf, bodegas centenarias, 30 spas, rutas de senderismo, deportes náuticos...

Cádiz: Una provincia con mil caras
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La gaditana Costa de la Luz presume de tener algunas de las playas más espectaculares de la geografía nacional, razón más que contundente para hacer la maleta ahora mismo rumbo al litoral de Cádiz en busca y captura del ansiado sol y del penetrante olor a salitre. Sin embargo, ahí no acaba todo. De hecho, empieza, pues la costa es sólo la punta del iceberg de todo lo que ofrece la provincia: desde campos de golf, hasta embalses y puertos deportivos, pasando por rutas naturales o bodegas centenarias. Poco más se puede pedir.


En pleno verano, la playa es, probablemente, el señuelo más aplastante para la mayoría de viajeros, ya sea en familia, en pareja o con amigos. Hay ensenadas con historia como la de Trafalgar, frente a la que se libró la famosa batalla; arenales de película como el de La Caleta, donde se grabaron escenas del 007, y playas de mil y un colores, como la de Tarifa, donde el baile permanente de las incontables cometas y los «fly-surf» crean una atmósfera difícil de encontrar en otro rincón de España. Los que no se atrevan a «danzar» sobre una tabla pueden optar por algo más reposado, ya que en Tarifa varias empresas se dedican al avistamiento de cetáceos, como ballenas y delfines, que campan a sus anchas en el Estrecho de Gibraltar.
Algo más íntimas resultan las calas de Conil de la Frontera o los impresionantes acantilados de Los Caños de Meca. Y es que aquí es muy frecuente que el mar se dé de bruces con la montaña, con paisajes de pinares, bosques y marismas. Sea cual sea la opción elegida, hay una tarea obligada: realizar un paseo en barco al atardecer y contemplar, sin prisas y sin ruidos de fondo, cómo se pone el sol frente a la mística isla de Hércules, que separó Europa de África, según cuenta la leyenda. No es una puesta de sol más. Hay que vivirla para entender por qué, aunque, mientras tanto, debe conformarse con saber que la culpa la tiene el denominado «efecto Raileigh», que convierte al sol en una bola roja incandescente que se hunde lentamente sobre el mar.


Aroma a buen vino
Pero lo dicho. Cádiz es más, mucho más que sus playas, y basta recorrer unos kilómetros rumbo al interior para percatarse de ello. Lo primero con lo que nos topamos es con Jerez de la Frontera, donde el aroma a buen vino embriaga nuestro olfato. No es para menos, pues aquí se esconden las bodegas Tío Pepe de González Byass, con más de 100.000 botas –algunas de ellas con más de 350 años de historia–. Imprescindible realizar una cata y descubrir las bondades del caldo más internacional de Andalucía, aunque para ir con niños, nada mejor que optar por las Bodegas Valdivia, pues han diseñado unas visitas con un programa especial para los más pequeños de la casa.


Jerez es la puerta de entrada de una de las rutas más emblemáticas de la provincia: los pueblos blancos. Es precisamente el color de la cal de las fachadas lo que enlaza un pueblo con otro en la senda que atraviesa la serranía de Cádiz, un recorrido abrupto, sabroso, verde y emocionante, pues nos deja entrever la esencia de esta comarca. Arcos de la Frontera, Grazalema, Setenil de las Bodegas, El Bosque, Ubrique, Olvera o Zahara de la Sierra (donde destaca un gran embalse para practicar deportes náuticos) son algunos de los nombres en los que hay que hacer un alto en el camino. En cualquiera de ellos, resulta imprescindible perderse entre sus estrechas y empinadas callejuelas, tapear en sus terrazas y charlar con sus lugareños para empaparse bien del carácter gaditano.


El verde de la sierra lucha en protagonismo con otro verde: el de los campos de golf. Para los expertos, Cádiz es el destino idóneo, ya que está salpicada con 23 campos de reconocido prestigio. Después de practicar su mejor «swing», la siguiente parada debe ser alguno de los 30 spas de la provincia donde el agua se convierte en fuente de salud y descanso. Cada uno tiene su toque especial, desde centros de tradición árabe hasta los inspirados en la cultura del vino, sin olvidar el balneario que funciona en Chiclana desde 1803.
 

Con un buen sabor de boca
Darse un atracón a la mesa es una tarea bien sencilla en la provincia de Cádiz. Ya sea en un restaurante de alto nivel o en un chiringuito a pie de playa, las delicias del mar pescadas en el litoral son el bocado más preciado de la gastronomía gaditana: doradas, urtas, róbalos, acedías, mojarras, sin olvidar mariscos como las gambas, cigalas, bocas, cañaíllas y los célebres langostinos de Sanlúcar de Barrameda son manjares que no deben faltar.
Los quesos artesanales, chacinas y carnes son los productos típicos de la sierra de Grazalema. Sería un pecado no probar el queso de Villaluenga del Rosario, el pueblo más pequeño de la provincia de Cádiz, que cada año surte con su género tiendas de delicatessen de Suiza. Para los glotones que quieran meter las manos en la masa, el taller de la Granja Las Hazuelas, en Grazalema, recibe a las familias para que los niños puedan ordeñar las cabras y conocer cómo se elabora el queso.