Teherán
Israel bajo presión
Bajo presión Israel ha estado siempre y en peores se ha visto –negado su derecho a existir– atacada bélicamente desde varios frentes y siempre acosada con tácticas terroristas y diplomacia denigratoria, lo que ha dado lugar a ciudadanos considerablemente correosos. Éste no es, por tanto, su peor momento, pero es uno de los peores en tiempos de paz. Oriente Medio se le ha venido encima, y ahora una parte del mundo amenaza con hacer lo mismo esta semana.
Cronológicamente, primero fue la revolución islámica en Irán. Para los chiitas Jerusalén nunca ha sido una ciudad especialmente sagrada y en Persia la causa palestina no había suscitado tradicionalmente grandes emociones. Pero desde el momento en que esa rama del islam pugna por dominar todo el ámbito de su religión e Irán aspira a la hegemonía en Oriente Medio surgen como imperativo estratégico la enemistad contra Israel y el apoyo militante a sus enemigos.
Las armas nucleares, que porfiadamente buscan, les asegurarían ese predominio y su justificación encubierta –pues niegan que las bombas sean el objetivo– se legitima ante su clientela en forma de amenaza explícita de exterminio del país judío. Pero este peligro existencial no ha dejado de tener su cara positiva. Los países árabes y sunitas de la región se sienten igualmente amenazados por las pretensiones hegemónicas en lo religioso y en lo político y, por supuesto, por su instrumento: la bomba. De ahí un subrepticio acercamiento a Israel, que bajo mano los situó a su favor en la guerra de Líbano del 96, contra la chiita Hizbulá, protegida de Teherán. Luego vino el triunfo de un partido islamista en la indudablemente musulmana, pero oficialmente secular, Turquía. Tanto por prejuicios religiosos como por un neo-otomanismo en expansión, este potente aliado de Israel se ha mostrado cada vez más hostil, hasta llegar, precisamente en estos asendereados días, a la retirada de su embajador.
Un nuevo sumando, la imprevisible revuelta árabe, deja diplomáticamente perplejo al estado judío. Siempre atribuyendo el antisionismo de los dictadores árabes a una descarada manipulación de sus opiniones públicas, ahora se encuentra con que el cambio puede ser para peor, lo cual se está haciendo evidente respecto a su otro puntal en la zona, Egipto, con quien tiene una tratado de paz desde el año 1979. Ahora se ve obligado a reforzar su frontera en el Sinaí e incrementar notablemente sus siempre gravosos gastos militares. Falta por ver en qué queda Siria, donde la estable animosidad del régimen de la familia Asad puede ser preferible a la irrupción de unos Hermanos Musulmanes llenos de agresividad.
Y como guinda, la propuesta que el jefe de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, hará el próximo viernes en Naciones Unidas, reclamando el reconocimiento de la estatalidad.
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