Nueva York
El emblema de la ciudad de Ginebra el Jet deau cumple 120 años
El monumento más representativo de Ginebra, el Jet d'eau, el gran chorro de agua de 140 metros, visible desde casi cualquier punto de la ciudad y convertido ya en símbolo inconfundible de la misma, celebra este año su 120 aniversario.
"Si Nueva York tiene la Estatua de la Libertad y París la Torre Eiffel, en Ginebra tenemos el Jet d'eau", aseguró a EFE Gérard Luyet, responsable de agua potable de SIG, la empresa que gestiona el sistema de agua de la ciudad y propietaria del "chorrito", como se refieren a él los hispanohablantes.
Aunque la fecha de su nacimiento es el 2 de agosto de 1891, cuando fue declarado monumento por el Ayuntamiento de Ginebra, la gestación del Jet d'eau, casi accidental, se remonta a 1886, época en la que esta ciudad situada a orillas del río Ródano y bañada por el espectacular lago Leman experimentaba su expansión industrial.
Ese año se construye la fábrica hidráulica de Coulouvrenière, que distribuía agua a los hogares e industrias de Ginebra, pero por la noche, cuando el consumo de agua era menor, la instalación acumulaba demasiada presión, lo que obligaba a los maquinistas a parar la distribución de vez en cuando para rebajarla.
La solución definitiva al problema fue crear una salida suplementaria de agua hacia el exterior, un chorro ascendente de 30 metros de altura en el río Ródano, una obra de ingeniería que pronto atrajo la atención de los ginebrinos.
Ante la curiosidad que despertó ese pequeño "Jet d'eau", en 1891 el ayuntamiento de Ginebra, con motivo del 600 aniversario de la Confederación Helvética, decidió desplazarlo a un lugar más visible de la ciudad -al centro del lago-, triplicando además sus dimensiones hasta los 90 metros de altura y lo declaró monumento de la ciudad.
Ciento veinte años después, el Jet d'eau alcanza los 140 metros de alto e impulsa 500 litros de agua por segundo y, desde su ubicación de lujo en mitad del lago, domina la vista resplandeciente de la ciudad, la más repetida en las postales de las tiendas de "souvenirs".
No es el más alto del mundo -existe uno en Seúl de 200 metros-, pero sí uno de los más antiguos y único por lo bien integrado que está en el entorno urbano, lo que lo convierte en la primera visita obligada de todo turistas.
Según Luyet, una de las particularidades que hacen el Jet d'eau único es que se trata de un monumento "vivo", ya que lanza sus aguas a lo alto y baila al ritmo de la brisa, "adoptando diversas formas en función de las condiciones meteorológicas de cada día".
"Su materia prima es la naturaleza, ya que son el agua y el viento quienes le dan ese aspecto blancuzco y sus formas variables", precisó.
Como todo monumento tiene su horario de apertura al público y el espectáculo comienza cada mañana a las nueve, hora en la que alguno de los cinco empleados jubilados de SIG que trabajan ahora como voluntarios del Jet d'eau pulsa el botón rojo que propulsa el chorro.
El agua fluye hacia el cielo de manera ininterrumpida -si las condiciones meteorológicas lo permiten-, hasta las diez de la noche, cuando la ciudad se va a dormir y su emblema más representativo descansa hasta que el botón rojo lo active de nuevo.
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