País Vasco
Necesario pero no suficiente
Con la siniestra escenografía habitual que despliega para divulgar sus comunicados, la banda terrorista ETA anunció ayer «el cese definitivo de su actividad armada», paso que los propios terroristas no dudan en calificar de histórico. Con un lenguaje inusual, incluso moderado en algunos de sus párrafos, los etarras muestran su pleno acuerdo con las conclusiones de la llamada «Conferencia de San Sebastián» (lo que demuestra de modo irrefutable que fueron ellos quienes la organizaron) y no dudan en afirmar que «frente a la violencia y la represión, el diálogo y el acuerdo deben caracterizar el nuevo ciclo». Si no fuera porque los pistoleros ya han empleado estas mismas expresiones en multitud de ocasiones anteriores y porque la experiencia aconseja extremar la cautela frente a sus promesas vanas o truculentas, se diría que ETA ha decidido su propia desaparición. Pero no es así. Hay varias frases en este comunicado que alimentan la desconfianza, porque revelan que los terroristas dan por buenos los 858 asesinatos cometidos y ponen condiciones para no volver a las andadas. Así, ETA asegura que «la lucha de largos años ha creado esta oportunidad», es decir, que gracias al terrorismo «en Euskal Herria se está abriendo un nuevo tiempo político». Y al final del comunicado, la banda señala que «la superación de la confrontación armada» es un objetivo que debe alcanzarse mediante un «proceso de diálogo directo» con los gobiernos de España y Francia. Dicho de forma más directa, si el Gobierno no se aviene a negociar, persistirá la «confrontación armada». Por todo ello, este paso de la banda terrorista es insuficiente y no puede satisfacer plenamente. Es positivo que haya decidido «el cese definitivo de su actividad armada», pero al no contemplar su disolución, la amenaza terrorista pasa a estado de latencia a la espera de que las negociaciones sean de su gusto y agrado. Quiérase o no, la sombra terrorista, lejos de desaparecer, condiciona decisiones de futuro, es un chantaje ominoso y justifica la propia pervivencia de la banda. En buena lógica, si ETA propugna el «diálogo directo» con Madrid es porque no piensa desaparecer. De aquí que el mensaje institucional del presidente del Gobierno, aún siendo impecable en conjunto, peque de optimista y vaya más allá de lo que han ido los propios etarras. En efecto, Zapatero ha dado a ETA por finiquitada prematuramente; ha subrayado que no hay contrapartidas, pero ha soslayado que los terroristas quieren negociar directamente. Y ya se encargan los etarras de recordar los puntos a negociar: incorporación de Navarra al País Vasco («el reconocimiento de Euskal Herria», en el comunicado de ayer), referéndum soberanista y excarcelación de presos, a los que ETA rinde su «más sentido homenaje». Por eso nos parece más realista la advertencia de Rajoy de que la tranquilidad no será completa hasta que no se produzca la disolución total y sea completo el desmantelamiento de ETA. Ése sí sería el final verdadero del terrorismo. Por lo demás, cabe subrayar la coincidencia casi unánime de los pronunciamientos de Zapatero, Rubalcaba y Rajoy, una buena manera de demostrar la unidad de los demócratas frente a los terroristas.
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